¡¡¡Muy buenos días, amigos!!!
No sé
en qué medida nos sentimos o en este caso me siento responsable de los demás; ¿tengo
conciencia de ello? O sea, ¿entiendo que
debo ser solidario?
Parece
claro que sí, ya que soy un seguidor del bien común y por lo tanto entiendo por
solidaridad esa determinación de empeñarse en el bien común, o sea, por el bien
de todos y cada uno, y es que al final todos somos responsables de todos. No se
trata de un sentimiento que me surge alguna mañana o una manía que haga porque
me apetece un día sí y otro no o porque tengo una sensibilidad especial. Es una
exigencia ética que me anima a prestar ayuda, a saber que mi felicidad depende no
solo de lo que me sucede, sino de lo que le sucede a los demás. Por lo tanto,
voy a ser más feliz si los demás lo son también.
Para
que esto pueda suceder, antes nos tenemos que dar cuenta de que los demás son
personas iguales a mí, con mi misma dignidad y con el mismo valor que yo. Solo
podré ser solidario si estoy a la misma altura, nunca lo seré desde la superioridad, si estoy por encima del otro.
Una
de las consecuencias de ser solidario es asimilar de que hay que “estar con” mucho
más que “hacer las cosas por”. Es importante acompañar, eso sí, desde la
humildad y solo cuando acepte incondicionalmente la situación del otro, podre
ser solidario. No se trata de poder ayudar o pensar que soy imprescindible para
ayudar a esas personas, la verdadera solidaridad no es eso.
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