martes, 18 de marzo de 2025

¡Buenos días, amigos! 18/03/25

     ¡Buenos días, amigos!

 Muchas veces los buenos principios los tenemos que ir revisando de vez en cuando para que no se nos desboquen y acaben siendo lo contrario de lo que quisiéramos.

Un ejemplo lo tenemos en la importancia del esfuerzo y el mérito en la economía actual. Todos tenemos claro que si nos esforzarnos en algo nos permitirá conseguir una recompensa. Las cosas se consiguen por méritos propios, nadie nos va a regalar nada. Esto está bien. Así, llegamos a la conclusión de que las personas que vemos como triunfadoras en el mundo económico de nuestra sociedad, lo son gracias a que se han esforzado, gracias a que sus trabajos y sus desvelos los han llevado a obtener aquello que deseaban.

Organizamos nuestra sociedad basándonos en el mérito y así es como la entendemos. La estructura de la sociedad intenta organizarse de modo que aquellos que hagan los méritos suficientes obtengan su debida recompensa. Tenemos así una relación que consideramos como justa ya que, ante un esfuerzo, se logra una compensación.

Esta ordenación del mérito parece lógica y la mayoría de vosotros estaréis de acuerdo en que es justa. Sin embargo, y aquí comienzan los problemas, cuando todo se construye sobre el mérito, sobre la recompensa debida, sobre la compensación necesaria, nuestra sociedad va a perder su capacidad de agradecimiento y de compasión.

Cuando organizamos nuestra vida basándonos en el mérito, exigiremos a la sociedad y a los demás que nos den lo que nos corresponde. Y la gratuidad y el agradecimiento no entran a formar parte en esta manera de ver la sociedad. Lo que prima es la exigencia de lo debido, la necesidad de ser compensado, de recibir aquello que me corresponda a lo que yo he dado o voy a dar.

Así, nos olvidamos de que la suerte tiene algo que ver en lo que somos y de lo que vivimos, a que alguien nos ha ayudado o nos ha dado algo sin que correspondamos nosotros, renunciamos a una sociedad que esté pensada y estructurada a nuestro servicio y que nos permite un abanico de posibilidades que no podríamos tener si esta no existiese, nos resultará muy complicado ser agradecidos si entendemos que todo lo que tenemos es la justa recompensa a nuestros esfuerzos.

De ahí, esa dificultad que nos impide aceptar las cosas malas que nos suceden. Las consideramos injustas y que no son un justo pago a nuestros esfuerzos. Nos preguntamos ¿cómo me puede haber sucedido esto a mí?

Porque no aceptamos el misterio de la vida, la sorpresa, lo que recibimos de los otros, no somos agradecidos por lo no merecido, aceptamos difícilmente la gratuidad, nos cerramos a la felicidad de sentirse afortunado… Solo cabe la rendición de cuentas, la equivalencia entre lo dado y lo recibido, el mérito y el merecimiento.

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