viernes, 24 de mayo de 2019

Viernes 24 de mayo de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton).  

Parece ser que hoy vamos a ver poco el sol, aunque desde las 06:41 horas estará detrás de las nubes esperando una oportunidad para brillar, y lo intentará hasta las 21:14 horas.
Ayer por la tarde junto con el café tuve la ocasión de volver a jugar una partida al “subastat” y aunque no soy muy aficionado a las cartas tengo que decir que pase un rato agradable, aunque no tuve ocasión de cantar ni una sola vez las “cuarenta” y ni por supuesto me quede ninguna subasta, estoy seguro que por no saber jugar puesto que es muy difícil que en toda la tarde las cartas no me fueran favorables ni una sola vez.
Entre ronda y ronda comentamos las elecciones a la Unión Europea y la poca repercusión que están teniendo, aunque se comentó que anteayer se realizó un debate en RTVE con los principales candidatos. Sea como sea, de los que estábamos en la partida casi nadie tenía una idea clara de lo que significa España en Europa, no tenemos claro lo que significamos los españoles para la unión política, económica, social y para las relaciones entre los europeos, sobretodo cuando estamos en una Europa que comparte espacios y vida con muchas otras partes del mundo.  
Eso , del problema de la naranja si que sabíamos, pero de cómo nos vamos a tener que relacionar los españoles con tantos hombres y mujeres, que no solo ya viven sino que vienen a Europa para quedarse, y que son tan diferentes a nosotros en su forma de pensar y de actuar, de cómo van a ser nuestras relaciones con ellos y con los países de centro y norte de Europa, de esto, sabemos muy poco.
Parece ser que solo hemos escuchado en los medios de comunicación juicios ideológicos y de lo buenos o lo malos que son los diferentes candidatos pero no sabemos para qué. Nadie o muy pocos partidos han desarrollado una reflexión que nos indique por qué formar parte de Europa es importante, por ejemplo, para formar una familia, o por qué nuestra dignidad como personas será más fácil en Europa.  
Tampoco se habla de cómo educar a jóvenes. Ni siquiera nos dicen qué sentido tiene comprometerse por el bien común ni cual es ese bien para Europa. Solo nos dicen las posibles ventajas económicas que vamos a tener y cómo van a eliminar las desventajas que pudiéramos tener. Nada nos dicen de nuestra seguridad existencial ni de cuál será nuestra capacidad de relación y de diálogo con el resto de los europeos a nivel de persona a persona.  
Casi nada de eso he escuchado, desgraciadamente, todo se queda tantas veces en insultos y en comparaciones de las bondades o maldades de populismo de izquierda o de derecha. A dos días para las elecciones europeas, poco he oído hablar de Europa, ya se que no es nada nuevo, pero ahora es aún más triste porque Europa, que antes se daba por descontada, hoy está en cuestión, y da la impresión de que no nos damos cuenta de lo que está en juego.
Y lo que está en juego es un potencial económico, político y social, una realidad que no tiene igual en el mundo. Los partidos que votemos en estas elecciones enviarán a sus diputados a Estrasburgo y estos no se agruparán por países de procedencia sino por grupos políticos, más o menos correspondientes a los diversos partidos europeos a los que los diversos partidos nacionales están afiliados. 
De modo que sus líneas de acción tendrán que situarse necesariamente dentro de las líneas guías de estas formaciones: las proclamas individuales pueden mostrar una intención más o menos sincera, pero no más.
En fin, nos encontramos en un escenario global donde los poderes mundiales dominados por un Trump demasiado favorable a Europa, un Putin autoritario que la quiere dividir, y una China totalitaria que quiere meter mano al plato, y nosotros, que tenemos que decidir el domingo si el bien común de los países y de los ciudadanos lo promoverá mejor un parlamento europeo renovado; que le de un valor a la persona, que nos asegure un estado de derecho, una economía social de mercado, bienestar, subsidiariedad o un parlamento que busque su autoliquidación.

Feliz Día.

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