martes, 7 de mayo de 2019

Martes 7 de mayo de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton).  


Vamos a ver si podemos disfrutar hoy del sol desde las 06:56 horas hasta las 20:58. De momento no lo veo aparecer por el horizonte, pero a pesar de las nubes voy a intentar aprovechar el día.
Una vez que ya conozco la composición de nuestro Congreso de los Diputados mis incertidumbres veo que continúan y me sigo preguntando ¿qué futuro nos espera? ¿En qué quedarán los buenos propósitos? Me lo he estado preguntando estos días y mi conclusión es que ese futuro que nos prometían ya es un presente que hemos comenzado con grandes expectativas de cambio, pero las cosas no acaban de clarificarse, lo único que ha cambiado son los porcentajes de votos; pero los problemas, los interrogantes, los afanes de cada día, siguen siendo los mismos. 
Las estrategias políticas veo que continúan como hasta ahora, han vuelto los chalaneos, “yo te doy para que tú me des”. Otra vez veo las componendas y los apaños para evitar daños mayores e impedir que este país resulte ingobernable; pero claro está, esto tiene su precio y va en detrimento de la pureza de los programas con que cada partido  se presentaba ante nosotros.
Ya han comenzado las conversaciones y los contactos  acabarán, posiblemente, desvirtuando las promesas que nos han hecho. Los que antes de las elecciones eran enemigos a muerte irreconciliables se trasforman en socios llamados a entenderse por el bien de España. Ante esta versatilidad, uno no puede por menos que pensar que o simulaban antes o simulan después.
En el fondo estamos en las mismas de siempre, alcanzar el poder  sigue siendo el “leitmotiv” de los políticos, que se ven obligados a preguntarse ¿Para qué sirven los principios  si no se consigue el poder necesario para llevarlos a la práctica?  Y es que hoy  lo que se valora es lo útil no lo honesto.  Ingenuo sería por mi parte pensar que en política tienen más peso específico los idealismos que el pragmatismo, por eso las promesas electorales acaban en amargos desengaños.
La sociedad española que se lanzo en masa a votar tiene hoy algo de lo que le faltaba ayer, que es un poco  más de ilusión para afrontar un  futuro incierto y no seré yo quien trate de extinguir ese sentimiento legítimo y hasta cierto punto necesario.
Nada que objetar a  que las nuevas generaciones que se han presentado a estas elecciones mantengan viva la esperanza alentada por los nuevos liderazgos. Cada cual es muy libre de ilusionarse con estos nuevos profetas dispuestos a cambiar al mundo; pero he de decir también, que éste no es mi caso, después de haber vivido en reiteradas ocasiones situaciones similares, en las que jóvenes líderes políticos sembraron de ilusión nuestro país, para que luego todo se desvaneciera como un sueño.
Por otra parte, el tiempo también me ha enseñado que de ilusión no se vive, que hay que dar solución adecuada a los problemas e ir cambiando las cosas a mejor, sobre todo está haciendo falta una regeneración moral, esa de que tanto se habla y nunca llega.
La regeneración moral debería de estar en boca de todos; pero ésta no llegará nunca mientras estemos inmersos en un sistema relativista que todo lo condiciona y  contamina. Si partimos del supuesto de que no hay valores objetivos, que ni siquiera existe el bien y mal, que no hay principios intemporales, sino sólo apreciaciones provisionalmente válidas aquí y ahora.  Si pensamos que es a cada hombre a quien compete decidir en última instancia que es lo que está bien y que lo que está mal. Si prescindimos o negamos que exista un criterio objetivo de moralidad que está por encima de las consideraciones subjetivas, llámense ley natural o primeros principios éticos, lo que estamos haciendo es negar la moral, imposibilitarla en su sentido más genuino y a  lo más que podremos aspirar es a hablar de legalidad, categoría ésta bien diferente de la moralidad.
Es necesario, superar el relativismo en que nos encontramos sumidos, porque es incompatible con una moral. La moral es un conjunto de normas, valores y creencias anteriores al sujeto y previamente establecidas, que nos indican lo que está bien o está mal. Exactamente lo contrario del relativismo que todo lo hace depender de la subjetividad y de los distintos marcos de referencia, según lo cual nada hay que no sea defendible, según los distintos puntos de vista. De modo que el relativismo es tolerante con todo y con todos excepto con la moralidad y los moralistas.
Desgraciadamente los políticos de hoy han logrado situar la moralidad en el punto que a ellos les interesa, convirtiéndose así en malos imitadores de sus antepasados los sofistas griegos. Es así como se ha pasado a confundir la parte con el todo hasta llegar a creer que la corrupción moral sólo tiene que ver con la apropiación indebida e injusta, cuando en realidad el término corrupción es un término mucho más amplio, que abarca un sin número de perversiones del orden moral, que se han olvidado y a las que no se les presta la menor atención.
Corrupción también es la falta de respeto por la vida, la desnaturalización del matrimonio y de la familia, el desequilibrio social, que hace que unos derrochen a manos llenas y otros se mueran de necesidad. Corrupción es el exceso de una libertad mal entendida y la excesiva permisividad que caracteriza a nuestra sociedad; corrupción es la falta de respeto a la dignidad humana y la manipulación de los medios de comunicación al servicio de los intereses adulterados y no de la verdad; corrupción es desviar al hombre de su proyección trascendente y convertirlo en un consumidor empedernido, corrupción en fin es hacer del hombre dueño y señor por encima del bien y del mal, convirtiéndole en una especie de dios.
De estos tipos de corrupción y de otros muchos inscritos en el orden moral nada quieren saber los partidos que hoy están disputándose el poder; aún así todos ellos se sienten llamados a ser los artífices de una regeneración moral “Light”, una regeneración moral sin exigencias, que prácticamente dejan las cosas como estaban. Ningún político ha sido lo suficientemente sincero como para reconocer que desde el relativismo es imposible de superar la crisis de valores que adolece nuestra sociedad y ésta es la cuestión.
Se nos seguirá hablando hasta la saciedad y el aburrimiento de los valores de la derecha y de los valores de la izquierda, tratando cada partido de arrimar el ascua a su sardina; pero no es de esta moral partidista de la que estamos necesitados, mucho menos cuando las ideologías están cayendo en desuso. Lo que hoy se necesita no es ser más de derechas o ser más de izquierdas, sino ser más hombre, más persona, ser más interiormente libre, más digno, más plenamente humano, que es lo que siempre ha pretendido esa moral exigente, que desgraciadamente hemos olvidado y es urgente que recuperemos cuanto antes. Si no es así entonces la regeneración ética se hará imposible.

Feliz Día.

No hay comentarios: