“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga
nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”.
(G. K. Chesterton).
Hace unos instantes que hizo su aparición el sol, a
las 06:42 horas, un minuto antes que ayer y nos dejara un minuto más tarde, a
las 21:13, como veis hoy vamos a encontrarnos con dos minutos más de sol, y si
lo pensamos, nos daremos cuenta que el día ya es lo suficientemente duradero
para que nos de tiempo para casi todo.
En la tarde de ayer, surgió durante el café el tema
de cuál era el sentido de la vida y para qué estábamos en este mundo, y me pude
dar cuenta de lo poco que piensa la gente en estas cosas, la mayoría de los que
estábamos sentados en la mesa no tenían ni idea de cómo contestar a esta
pregunta.
Si nos paramos un poco, y pensamos, llegaremos a la
conclusión que tal vez el don más grande que se le ha dado al hombre es la razón,
la inteligencia, en definitiva la cabeza para que pensemos. Y es que pensar es
una gran cosa, pero pensar es también un deber que tenemos y por lo tanto una
responsabilidad puesto que es muy importante que lleguemos a conclusiones
acertadas.
Y es aquí donde entra la educación que hemos
recibido o la que vamos a transmitir, se tiene que intentar que el hombre
llegue a ser cada vez más hombre, que pueda ser más y no sólo que pueda tener más,
y para hacerlo tenemos que recordar que el hombre está llamado a vivir basándose
en la verdad de las cosas y en el amor, y que para hacerlo necesita entregar a
los demás lo que ha conseguido.
La educación, por tanto, debe estar al servicio de
la verdad, enseñando ante todo qué es lo que está bien y qué es lo que está mal
y teniendo como objetivo alcanzar un proceso de maduración o de crecimiento y
construcción de la personalidad, y como lo que da sentido a la vida es el amor,
educar es transmitir lo mejor que uno ha adquirido a lo largo de la vida, lo
que supone fundamentalmente enseñar a amar.
Si recapacitamos llegaremos a la conclusión que
educar es, pues, la acción de influencia que ejerce alguien sobre otro para que
llegue a ser una persona madura y desarrolle así su personalidad. Educar es, sembrar
ideales, formar criterios y fortalecer la voluntad, pues todo aprender supone
un esfuerzo.
La educación que deberíamos de haber recibido y la
que podamos trasmitir ha de ser integral, es decir, que afecte a todas las facetas
de la persona. La función de la educación no es sólo instruir o transmitir unos
conocimientos, sino formar el carácter y enseñar los valores y comportamientos,
persuadiendo mejor que imponiendo.
Educar es enseñar a ser libre, fortaleciendo la
voluntad, porque a mayor voluntad, mayor libertad. Pero la libertad ata, nos
obliga, porque no es lo mismo ser libre que andar suelto.
Feliz Día.
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