lunes, 20 de mayo de 2019

Lunes 20 de mayo de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton).  

Con la salida del sol a las 06:44 horas podemos dar por empezada la semana número 21 de este 2019. El sol nos acompañará este lunes hasta las 21:10 horas en un día que promete ser un excelente día de primavera. 
Ayer, tuve un domingo más ajetreado de lo normal, suele ser el día que dedico a no hacer nada y procuro no tener ninguna obligación que cumplir y dejar toda la tarde para sencillamente no hacer nada. Parece fácil pero no suele serlo. El de ayer fue un día en el que especialmente me faltó tiempo para casi todo. Y no debería de haber sido así.
Hace mucho tiempo que tengo en mi casa casi todos los electrodomésticos necesarios para que me resuelvan muchas de las tareas domésticas y además lo hagan en menos tiempo, pero en mi caso veo que no sirve para mucho, siempre me falta tiempo.
Muchos de los productos que consumo ya los compro preparados para su consumo, por lo que cocinarlos requiere menos preparación y menos tiempo, todo esto me debería de hacer tener mucho más tiempo del que tenían mis padres, sin embargo parece que sucede todo lo contrario, no tengo tiempo para nada. ¿Por qué? ¿Qué es lo que me sucede entonces para que me pase los días corriendo?
Esta mañana lo pensaba, y aunque parezca extraño, el poder hacer las cosas más rápidas y el ahorro de tiempo que ello me permite no me resuelve el problema de la “falta de tiempo”, sino que por el contrario, son la causa principal. Cuando busco el apoyo de toda la tecnología que tengo en casa para hacer más cosas, lo que estoy haciendo sin darme cuenta es intentar ser más productivo con mi vida. Pero no funciona.
Yo, no soy una maquina que me tenga que perfeccionar para que pueda hacer cada vez más cosas y así volverme como más productivo. Yo, tengo necesidades afectivas, sociales y ritmos propios que no funcionan en modo acelerado. Simplemente no puedo.
El querer llegar a muchos lugares, la exigencia por hacer cada vez más cosas y más rápidas, veo que me puede llevar a provocar un cansancio generalizado y a perder calidad de vida, llego a pensar que el problema es mío ya que no se como administrar mi tiempo, que no soy capaz de repartir bien el tiempo, cuando en realidad el problema es la mentalidad dominante que está empezando a afectarme y que me invita constantemente a pensar que con la ayuda de la tecnología puedo realizarlo todo.
Esa presión de la “falta de tiempo” me genera ansiedad, pero si lo pienso, en realidad el tiempo no falta, porque vivo en el tiempo. Tiempo siempre hay, dispongo de él a lo largo de toda la vida. Parece un bien escaso cuando lo someto a una visión reduccionista y económica, cuando lo uso con fines productivos, pero en realidad el tiempo no es un bien escaso como pueden ser otros bienes necesarios para vivir.
Al final, el problema es la libertad de elección y el sinnúmero de posibilidades que se vuelven un problema cuando queremos hacer demasiadas cosas o más bien más de lo que es realmente posible. Se me ofrecen tantas opciones que no daría una vida entera para cumplir con todo, por eso tengo que elegir, hay que tomar una decisión, que implica siempre renunciar a algo, porque no se puede hacer todo.
Cada vez encuentro a mí alrededor a más personas que se sienten perdidas, desorientadas, desconectadas de su interior, corriendo sin saber hacia dónde. No dejan de correr, como si parar fuera un peligro o una pérdida de tiempo. Se quejan de no tener tiempo para disfrutar la vida, cuando en realidad cuentan con espacios de tiempo “libre” que no saben qué hacer con él o lo “ocupan” con algo “más productivo”.
Es curioso, muchas veces deseamos la calma y la paz, y cuando nos invade la tranquilidad no la toleramos. Esto es así porque el arte de detenerse y vivir el presente intensamente es algo que hemos olvidado.
Se ha desaprendido la gratuidad pura, el estar por estar, el “no hacer nada”. Veo como mucha gente que se va al campo o a la playa “a descansar”, no se despegan de sus teléfonos móviles o sus ordenadores portátiles.
Como todo en la vida, lo que no se cultiva se atrofia y por ello es preciso volver a aprender ese difícil arte de detenerse, de contemplar, de adentrarse en el silencio, en uno mismo y redescubrir el sabor de las pequeñas cosas de la vida, la sabiduría de vivir en profundidad lo cotidiano.
Esto no significa que haya que hacer todo más despacio, sino de hacer las cosas consciente y libremente, no perdiendo la perspectiva ni el sentido de lo que estamos haciendo.

Feliz Día.

No hay comentarios: