jueves, 9 de mayo de 2019

Jueves 9 de mayo de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton).  

Después del día caluroso que sufrimos ayer por causa del viento de poniente, vamos a ver como se desarrolla el día de hoy, con un sol que ha salido a las 06:54 y que tendrá su ocaso a las 21:00 horas, todo un “mundo”.
Muchas veces he escrito que en nuestra sociedad cada día hay más gente que tiene como principal principio la afirmación de que “todo vale”. He llegado a esa conclusión después de comprobar como no se tiene una referencia que sea objetiva para verificar la verdad de las cosas, el bien, la libertad y la felicidad, el amor y el respeto, la justicia y la esperanza. Cuando se ha procurado que desaparezca del escenario social y cultural toda referencia a una moral que sea la base sobre la que construir nuestras relaciones, lo que queda es la subjetividad, entonces la libertad se empieza a confundir con la permisividad, y la felicidad se procura alcanzar con la saciedad o satisfacción de los deseos de cada uno, sin más discernimiento que la propia y momentánea escala de valores.
Todo lo anterior, todo ese pluralismo, lejos de significar diversidad de culturas, de sistemas éticos y de libertad en la búsqueda y en la formulación de la verdad, abre la puerta a una incierta anarquía y a la consiguiente deformación de las conciencias.
Si alguien lee estas líneas y lleva días leyendo estos buenos días, antes de pararse a pensar, puede llegar a concluir que mis propuestas pretenden ser la única norma de pensamiento y de conducta, las únicas depositarias de la verdad, y las propietarias de la única referencia para verificar el bien, la libertad y la felicidad. Nada sería más ajeno a la intención y contenido de estas reflexiones que  escribo.
Con estas líneas, y por fidelidad a lo que considero una buena línea a seguir para tener una sociedad mejor y una mejor conducta en lo personal, quiero dejar bien claro lo siguiente. Primero, nadie somos poseedores exclusivos de la verdad plena. Es posible que las diversas formulaciones de los distintos principios y convencimientos de cada persona o de cada grupo encierren partes de la verdad que todos buscamos y gustaríamos conocer, entender y establecer como referencia y garantía de acierto en nuestra vida.
Por tanto, cualquier persona sensata que reflexione sin prisas y sin fanatismos, y que asuma como trabajo la búsqueda incansable y continua de la verdad, tendría que aceptar que la riqueza propia de la verdad y de lo verdadero esparce o embellece cantidad de planteamientos vitales, de filosofías, de doctrinas religiosas y de esquemas éticos y morales.
Y sí esto es así, tendremos que, para acercarnos a la verdad en toda su totalidad, es necesario aceptar la importancia y la urgencia del diálogo. Además, deberemos entender bien que no hay mayor traición contra el diálogo que la falta de atención al otro, prejuzgando que no puede ser verdad lo que dice. Lo correcto es buscar en qué está su participación en la verdad y cómo podríamos incorporarla a nuestro discurso.
Sin embargo, es muy importante tener muy en cuenta que una cosa es la apertura a la verdad posiblemente presente en las creencias y en los discursos de los demás, y otra muy distinta es el relativismo desquiciante del que piensa que “nada es verdad y nada es mentira, sino que todo es del color del cristal con que se mira”. El valor de este refrán popular está en que hace referencia a que nadie ha de cerrarse a la verdad posiblemente presente en los otros.
Pero nada de todo esto tiene que ver con la convicción de que no hay una verdad y una referencia objetiva que todos debemos esforzarnos en descubrir cada día, y a la que debemos respeto, en principio, cuando atendemos al cambio de propuestas con de los demás.
Así entendidas las cosas, y dispuesto a ejercitar ese respeto a la verdad posible en los otros y en lo otro, es a partir de este punto, donde empiezan mis propuestas y opiniones que son el punto de referencia de una verdad y de un bien, de un amor, de una justicia, de un respeto y de una paz, que considero las que se deben seguir.
Hay que asumir la necesidad de abrirse a un diálogo respetuoso y humilde con los demás, sin confundir el respeto a los otros con la aceptación sin discernimiento. Una cosa es el respeto y otra la insensatez.
Si lo pensamos un poco, nos daremos cuenta que crecemos en la medida que nos acercamos más a la verdad; no, en la medida que convertimos nuestra mente en un puzzle de toda clase de piezas acopladas según nos convenga.

Feliz Día.

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