“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga
nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”.
(G. K. Chesterton).
Después del día caluroso que sufrimos ayer por
causa del viento de poniente, vamos a ver como se desarrolla el día de hoy, con
un sol que ha salido a las 06:54 y que tendrá su ocaso a las 21:00 horas, todo
un “mundo”.
Muchas veces he escrito que en nuestra sociedad cada
día hay más gente que tiene como principal principio la afirmación de que “todo
vale”. He llegado a esa conclusión después de comprobar como no se tiene una
referencia que sea objetiva para verificar la verdad de las cosas, el bien, la
libertad y la felicidad, el amor y el respeto, la justicia y la esperanza. Cuando
se ha procurado que desaparezca del escenario social y cultural toda referencia
a una moral que sea la base sobre la que construir nuestras relaciones, lo que
queda es la subjetividad, entonces la libertad se empieza a confundir con la permisividad,
y la felicidad se procura alcanzar con la saciedad o satisfacción de los deseos
de cada uno, sin más discernimiento que la propia y momentánea escala de valores.
Todo lo anterior, todo ese pluralismo, lejos de
significar diversidad de culturas, de sistemas éticos y de libertad en la
búsqueda y en la formulación de la verdad, abre la puerta a una incierta
anarquía y a la consiguiente deformación de las conciencias.
Si alguien lee estas líneas y lleva días leyendo
estos buenos días, antes de pararse a pensar, puede llegar a concluir que mis
propuestas pretenden ser la única norma de pensamiento y de conducta, las únicas
depositarias de la verdad, y las propietarias de la única referencia para
verificar el bien, la libertad y la felicidad. Nada sería más ajeno a la
intención y contenido de estas reflexiones que escribo.
Con estas líneas, y por fidelidad a lo que
considero una buena línea a seguir para tener una sociedad mejor y una mejor
conducta en lo personal, quiero dejar bien claro lo siguiente. Primero, nadie
somos poseedores exclusivos de la verdad plena. Es posible que las diversas
formulaciones de los distintos principios y convencimientos de cada persona o
de cada grupo encierren partes de la verdad que todos buscamos y gustaríamos
conocer, entender y establecer como referencia y garantía de acierto en nuestra
vida.
Por tanto, cualquier persona sensata que reflexione
sin prisas y sin fanatismos, y que asuma como trabajo la búsqueda incansable y
continua de la verdad, tendría que aceptar que la riqueza propia de la verdad y
de lo verdadero esparce o embellece cantidad de planteamientos vitales, de
filosofías, de doctrinas religiosas y de esquemas éticos y morales.
Y sí esto es así, tendremos que, para acercarnos a
la verdad en toda su totalidad, es necesario aceptar la importancia y la urgencia
del diálogo. Además, deberemos entender bien que no hay mayor traición contra
el diálogo que la falta de atención al otro, prejuzgando que no puede ser
verdad lo que dice. Lo correcto es buscar en qué está su participación en la verdad
y cómo podríamos incorporarla a nuestro discurso.
Sin embargo, es muy importante tener muy en cuenta que
una cosa es la apertura a la verdad posiblemente presente en las creencias y en
los discursos de los demás, y otra muy distinta es el relativismo desquiciante del
que piensa que “nada es verdad y nada es mentira, sino que todo es del color
del cristal con que se mira”. El valor de este refrán popular está en que
hace referencia a que nadie ha de cerrarse a la verdad posiblemente presente en
los otros.
Pero nada de todo esto tiene que ver con la convicción de que no
hay una verdad y una referencia objetiva que todos debemos esforzarnos en
descubrir cada día, y a la que debemos respeto, en principio, cuando atendemos
al cambio de propuestas con de los demás.
Así entendidas las cosas, y dispuesto a ejercitar
ese respeto a la verdad posible en los otros y en lo otro, es a partir de este
punto, donde empiezan mis propuestas y opiniones que son el punto de referencia
de una verdad y de un bien, de un amor, de una justicia, de un respeto y de una
paz, que considero las que se deben seguir.
Hay que asumir la necesidad de abrirse a un diálogo
respetuoso y humilde con los demás, sin confundir el respeto a los otros con la
aceptación sin discernimiento. Una cosa es el respeto y otra la insensatez.
Si lo pensamos un poco, nos daremos cuenta que crecemos
en la medida que nos acercamos más a la verdad; no, en la medida que convertimos
nuestra mente en un puzzle de toda clase de piezas acopladas según nos convenga.
Feliz Día.
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