“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga
nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”.
(G. K. Chesterton).
El sol ha empezado su luminoso trabajo a las 06:52
horas y terminará a las 21:02, en un día que esperemos no sea tan caluroso como
el de ayer, pues aunque el dicho popular dice que “nunca tarda quien llega”, es
mejor que el verano no llegue tan pronto.
Ayer por la tarde, repasando unos apuntes me dí
cuenta que ya Platón se había dado cuenta del peligro que existe cuando llega
al poder un pésimo gobernante, aunque él siempre tuvo claro que a través de
buenas leyes sería posible controlar con más o menos eficacia los daños de ese
gobernante, incluso se le podría destituir.
El problema que adivinaba Platón es que las leyes cada
vez están más sometidas, muchas veces, a la voluntad del gobernante. En
ocasiones, porque manda a base de trampas. En otros casos, porque cuenta con el
apoyo de un parlamento que cambia las leyes según el gusto del tirano. Ya no
existen leyes que no se puedan cambiar de alguna forma.
La idea según la cual "quien hace la ley hace
la trampa" refleja esa triste realidad: la de la fuerza de los ambiciosos
que, sin escrúpulos, cambian lo que haga falta en las leyes o en sus
aplicaciones para actuar según sus caprichos o según sus ideologías agresivas.
Por eso resulta tan importante establecer
mecanismos de control en los Estados para que no lleguen al poder personas
peligrosas, o para evitar al máximo los daños que podrían ocasionar si alcanzaran a gobernar.
Por desgracia, ni los mejores mecanismos son
suficientes para detener a un mal gobernante, porque esos mecanismos están en
manos de hombres frágiles que pueden sucumbir al miedo o al soborno.
Por eso resulta interesante que en la sociedad exista
un porcentaje muy alto de personas atentas, que sean capaces de darse cuenta
del peligro que existe y que estén dispuestas a reaccionar ante cualquier
cambio de las leyes a favor de los gobernantes sin escrúpulos, porque de esta
manera tendremos más espacio para actuar contra esos gobernantes que pueden
llegar a convertirse en tiranos.
La historia humana está teñida de lágrimas y sangre
provocadas por gobernantes ambiciosos, obcecados, egoístas, carentes del
respeto a los principios básicos de la justicia y la verdad. Una historia que también
se está viviendo ahora en muchos países, tal vez demasiados países para
encontrarnos en el siglo XXI.
Seguramente también en el futuro habrá nuevos malos
gobernantes capaces de provocar mucho daño. Pero esperemos que también haya
muchos funcionarios honestos y miles de personas de la calle dispuestas a
defender buenas leyes que garanticen la justicia y la paz que tanto
necesitamos. Vamos a intentarlo.
Feliz Día.
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