“Lo
correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal,
aunque todo el mundo se equivoque al respecto”.
(G.
K. Chesterton).
Después de aproximadamente una semana, en la que
nos hemos dedicado a mantener viva
nuestra afición a la carrera a pie, volvemos a nuestras costumbres habituales.
Hoy el sol nos saldrá a las 07:42 horas y nos acompañará hasta las 20:26.
Mucha gente, tal vez por haber sido educados así,
pensamos que tenemos el derecho de poseer todo lo que conseguimos honradamente,
ya sea por medio de nuestro trabajo o de otra forma. No importa lo grande o pequeño
que pueda ser lo que hemos conseguido, es nuestro, con tal de que no
defraudemos a nadie. Esto es parcialmente cierto, y aquí se necesita matizar
mucho.
Hay que pensar hasta que punto todo lo que
adquirimos honradamente a través de nuestro propio y duro trabajo es nuestro
sin más. Si recapacitamos, vemos que no somos como islas y que no andamos solos
por la vida, y que debemos considerar que el bienestar de los otros no es algo que
pueda ser moralmente opcional. Es un error por nuestra parte pensar que todo lo
que podemos poseer a través de nuestro propio y duro trabajo es nuestro por
derecho. Pensar de este modo es vivir la vida sin contemplarla en su totalidad.
Afirmar que se tiene derecho a la posesión
individual y a la propiedad privada no impide que existan unos límites morales
sobre la absoluta posesión de la riqueza y de la propiedad. No somos individuos
solitarios sino que existimos en comunidad: una comunidad que tiene derechos
sobre nosotros. Nadie consigue ninguna riqueza por su propia cuenta, se necesita
reconocer que lo que se ha acumulado es
el resultado no sólo de nuestro trabajo sino también de la infraestructura de
la sociedad entera en la que vivimos. En consecuencia, lo que hemos acumulado
no es totalmente nuestro, como si nuestro duro trabajo lo hubiéramos alcanzado
solos.
Si vamos un poco más lejos en nuestro razonamiento,
nos daremos cuenta que podemos llegar a creer, pienso que ingenuamente, que
cada uno de nosotros merece todo lo que consigue, pues mucha gente imagina que
los recursos y las oportunidades y la capacidad para realizar algunas tareas
están libremente disponibles para todos, que tales recursos son muy abundantes,
que no existe ningún elemento de suerte que pueda alterar negativamente a
aquellos que se esfuerzan por tener éxito pero tristemente fracasan aunque no
sea por su culpa. El nacer con una posición económica determinada es solo cuestión
de suerte.
Pero esperad; puede que estéis pensando: ¿Qué
supone entonces el mérito? ¿Qué hay de todos esos que han trabajado y se han
fatigado y levantado sobre sus pies para mejorar sus vidas y las de sus
familias? Esta es una importante pregunta, en verdad. Mucha gente trabaja duramente
por su dinero y se merece retener lo que gana. Pero existe una especie de velo en
la opulencia que asume que todos jugamos en la misma división, que no existe
una adversidad que marca a muchas personas.
En justicia, los bienes que existen deberían distribuirse
de modo justo para todos. Todos los otros derechos deberían estar subordinados
a este principio. Tenemos derecho a la propiedad privada y ninguno puede nunca
privarnos de este derecho, pero tal derecho está subordinado al bien común, al
hecho de que los bienes están proyectados para todos. La riqueza y las
posesiones deben ser entendidas como nuestras para administrarlas más bien que
para poseerlas absolutamente.
Para terminar, ninguna persona puede tener excedente
si otros no tienen las necesidades básicas. En cualquier acumulación de riqueza
y posesiones, tenemos que afrontar perennemente la pregunta: ¿Y todas las demás
personas?
Feliz Día.
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