miércoles, 10 de abril de 2019

Miércoles 10 de abril de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton).

Hoy amanecerá a las 07:31 horas y podremos disfrutar del crepúsculo a las 20:32 horas, como se puede comprobar ya son muchas horas, pero lo serán aún más.
Antes de que empiece oficialmente la campaña electoral voy a intentar aclarar un poco más algunas cuestiones sobre el funcionamiento de nuestra democracia, después del viernes debería dejar de escribir sobre política, pues ya estaremos lo suficientemente desbordados de información por todos los lados, y solo faltaría otra opinión más que aportaría nada interesante. Ayer me deje una cuestión que pienso que también es importante, una consideración delicada y que se debería de tener en cuenta.
Es razonable vincularse a un partido de la manera que cada uno crea oportuno, lo es también tener preferencia por uno o por otro, así como poseer una diversidad de valoraciones según las trate un partido u otro. Todo esto esta muy bien, con tal de que no se olvide lo que significa la palabra "partido", que exige para existir en democracia de la pluralidad. Lo que quiero decir es que no se debe olvidar que “nuestro partido” debe convivir con otros partidos, hay que alejar de nuestra mente la idea de hacer desaparecer a los demás, esa tentación nos puede llevar al "partido único", qué es mucho peor que la ausencia de partidos, es la máxima perversión de la democracia, su suplantación desde dentro.
Quiero decir que el que pertenece a un partido o lo prefiere a otros tiene que saber que convive con personas que tienen distintas preferencias, que tienen derecho a que su opinión cuente y tenga un grado aceptable de validez. Hay que asegurar la convivencia con los demás. Por tanto, es condición inexcusable la "apertura", una condición no excluyente. Un partido que pretenda eliminar a los demás, que intente dejarlos fuera de la convivencia, es por eso mismo rechazable.
El criterio que debe dominar, según mi opinión, es que el partido a quien se pretende dar el poder, en cuyas manos vamos va a poner la vida colectiva, no signifique la marginación de los demás, la subordinación a una condición precaria. En principio es deseable, que un partido tenga que contar con otros, apoyarse en ellos. Las mayorías "absolutas" tienen evidentes riesgos, sobre todo si el que las consigue tiene cierta propensión a sentirse "partido único" y depositario permanente, acaso definitivo, del poder.
Puede ser deseable que el partido que gobierna se apoye en otros, tenga socios. Con una condición, sin la cual todo eso se invalida: que no sean "socios desleales". Si lo son, si van "a lo suyo", si no tienen interés por el conjunto, por la totalidad del país, el resultado puede ser precario o desastroso.
No es fácil esa noble y necesaria tarea que es la política. Hay que pensar y mucho si se quiere tener alguna probabilidad de acertar. Lo que se elige, en nuestro caso, es un parlamento para España. Unos parlamentarios que no lo serán para siempre, pero sí para todos, que tendrán una tendencia siempre a cambiar las cosas pero que tienen que ensayar con decencia y eficacia, con los ojos abiertos a todo un conjunto de ciudadanos con una historia milenaria y que debe seguir cambiando con esa mezcla esencial de coherencia e innovación.

Feliz Día.

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