“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga
nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”.
(G. K. Chesterton).
Buen día de primavera el que tuvimos ayer, vamos a
ver si hoy desde las 07:10 horas que nos saldrá el sol hasta las 20:47 horas nos
sucede lo mismo.
Es difícil en estos días desconectarse de la política,
sin buscarlo te encuentras con los políticos y la campaña electoral, en
cualquier tertulia se habla de lo que hay que votar o hacia donde se dirigen
nuestras preferencias. Eludir el tema es muy complicado, por eso voy a hacer
algunas reflexiones en “voz alta”.
Me estoy dando cuenta, por lo que estoy viendo y
oyendo, que se esta apostando por parte de los partidos más importantes por una
atomización de la sociedad y en colocar al individuo como parte central. Si
observamos un poco con atención hacia dónde se dirigen la gran mayoría de las
políticas veremos que se pretende que los individuos puedan perseguir su
objetivos personales de manera que, en lugar de buscar el bien común, lo que
hacen es buscar el “bien general”, que es como se llama al bien que ha sido
votado por la mayoría.
En esta visión de la sociedad que se entiende como
una unión de voluntades individuales resulta muy complicado mantener una
lealtad constitucional a la nación, o sea, la Constitución exige al individuo la
defensa de la unidad nacional, una lealtad a la nación y a todo su patrimonio,
mientras que la dinámica social va encaminada en una dirección contraria.
Si observamos la campaña electoral nadie habla del
bien común, todo son bienes individuales, que si bien se deben defender siempre
a de hacerse mirando el bien común y no al revés. Veo complicado que el Estado
español en este momento represente a la comunidad moral de los ciudadanos, pues
más bien parece una estructura que se sostiene a base de acuerdos
institucionales y arreglos corporativos para de esta manera imponer una unidad
burocrática a una sociedad dividida. Los políticos mismos se encargan de
incrementar el desacuerdo hasta límites de máxima discrepancia y enfrentamiento.
A pesar de todos los inconvenientes que encuentro defiendo
que la España de instituciones autonómicas de hoy es un bien que únicamente se
puede refutar por vía democrática. Y que es injusta cualquier impugnación por
vía de hechos, siempre injustos por muy sibilinos y hasta parlamentariamente diagonales
que sean. Por tanto, los partidos que la llevan a cabo están desautorizados para
mí, lo que me impediría votar a favor de ellos. Cuánto menos a los que
practican la violencia callejera, los escraches, el matonismo y la impostación
verbal del miedo al otro.
Me sucede algo parecido con los partidos que todavía
no han criticado públicamente el terrorismo ni sus motivos e intenciones, ni
los que lo auspiciaron y apoyaron ni tampoco los partidos que lo justificaron o
lo “entendieron”. No podría tampoco votarlos hasta que se hayan arrepentido por
no haber sostenido que ni un solo asesinato estaba justificado.
En fin, se acerca el día de votar, y aun queda
mucho por decidir.
Feliz Día.
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