“Lo
correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal
está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G.
K. Chesterton).
Parece
que va a ser muy complicado que nos alumbre el sol este jueves Santo,
es una lastima que en este día tan señalado no nos acompañe desde
las 07:20 horas hasta las 20:40 horas, a pasar de ello, debemos
intentar pasarlo lo mejor posible y que no nos impida acudir a donde
teníamos pensado.
Algo
hay que decir sobre el incendio ocurrido en la Catedral de París,
todos hemos lamentado este desastre seamos católicos o no. Hemos
visto como rápidamente en todo el mundo a aparecido un movimiento de
solidaridad, no solo en el terreno moral, sino también en el
económico que a puesto en su lugar esa tercera parte tan olvidada
del famoso lema de la nación francesa que es la fraternidad. Todos
recordamos el lema oficial de la República Francesa; «Libertad,
igualdad, fraternidad» (en francés, Liberté, égalité,
fraternité) y como nos olvidamos continuamente del más difícil de
cumplir que es la fraternidad.
El
incendio de Notre Dame, sin olvidar su desastre cultural, he visto
que a generado algunas reflexiones que pueden dar a entender una
imagen de la Iglesia. Muchos se preguntan si este incendio no es una
metáfora del estado actual que tiene la Iglesia y muchas de sus
instituciones. También muchos ven una metáfora de una Iglesia, que
como ha sucedido tantas veces, cae y se levanta. Es triste caer pero
lo más grave es no levantarse. ¿La Iglesia cae? ¿los religiosos,
los sacerdotes, los católicos caen? La gran pregunta sin embargo es;
¿se levantan?
En
esta reflexión no podemos olvidarnos de que los templos son
importantes, la belleza de los monumentos y que ellos hay hacen
posible el culto, pero los católicos no debemos olvidar que el culto
más importante a Dios es el que se le tributa en “espíritu y
verdad”. Se necesitan los templos pero lo importante es lo que hay
dentro de nosotros. Pues si hay espíritu nos mantendremos en pie. Si
no hay espíritu, por más incienso, procesión, canto y piedra que
haya, nuestra espiritualidad será pura apariencia. Será una
contradicción: una espiritualidad sin Dios.
Los
monumentos son importantes, sin lugar a dudas, pero son piedras
muertas que pueden quemarse y reducirse a cenizas. Las otras piedras,
las vivas, con las que se sostiene el templo espiritual son las
personas y entre ellas las más importantes son los maltratados, los
enfermos, los más desfavorecidos.
La
respuesta a todas esas preguntas tal vez este en la que se ha dado
ante Notre Dame en llamas: ¡Reconstruir, regenerar, renacer!
Feliz
Día.
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