“Lo
correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque
todo el mundo se equivoque al respecto”. (G.
K. Chesterton).
Hoy estoy seguro que vamos a tener un buen día de
primavera, en el momento en que empiece a alumbrarnos el sol a las 07:27 horas
vamos a poder disfrutar del sábado, el sol nos acompañará hasta 20:35 horas.
Ayer vi un cartel en el que figuraba la frase; “Ni
olvido ni perdono” (Ni oblit ni perdó), se que hay personas que no perdonan, y
que, posiblemente no lo hagan porque no quieran hacerlo, o seguramente porque
no pueden o no saben como hacerlo. La cuestión es que no me gusto verlo escrito.
Yo soy de los que piensan que el hombre debe
perdonar, de lo contrario no podrá vivir feliz. Y cuando digo que debe perdonar
lo que quiero decir es que siempre debe perdonar.
Si nos paramos un momento, y reflexionamos un poco,
nos daremos cuenta que convivir en una sociedad está estrechamente relacionado
con nuestra capacidad de pedir perdón y de perdonar. Si nos hemos parado y
hemos reflexionado, nos habremos dado ya cuenta que cuando hablamos del
auténtico perdón nos movemos en un terreno profundo.
El perdón consiste en renunciar a la venganza y
querer, a pesar de todo, lo mejor para el otro. ¿Qué quiere decir
"perdonar"? ¿Qué es el perdón? ¿Qué hago cuando digo a una persona:
"Te perdono"? Es evidente que reacciono ante un mal que alguien me ha
hecho; actúo, además, con libertad; no olvido simplemente la injusticia, sino
que rechazo la venganza y los rencores, y me dispongo a ver al agresor como una
persona digna de compasión.
Por otro lado, perdonar no consiste, de ninguna
manera, en no querer ver este daño, en atenuarlo o disimularlo. A algunas personas
parece que todo les diera lo mismo. "No importa" si los otros no les
dicen la verdad; "no importa" cuando los utilizan como meros objetos
para conseguir unos fines egoístas; "no importan" tampoco el fraude o
el adulterio. Esta actitud es muy peligrosa, porque puede llevarnos a una completa
ceguera ante los valores. La indignación e incluso la ira son reacciones normales
y hasta necesarias en ciertas situaciones. Quien perdona, no cierra los ojos
ante el mal; no niega que existe objetivamente una injusticia. Si lo negara, no
tendría nada que perdonar.
Es normal que una injusticia nos duela y deje una
herida. Si no queremos verla, no podemos sanarla. Afrontar un sufrimiento de
manera adecuada es la clave para conseguir la paz interior.
Superar las ofensas, es una tarea sumamente
importante, porque el odio y la venganza nos van a envenenar la vida. Los
resentimientos hacen que esas heridas que tenemos se nos infecten y creen una
especie de malestar y de insatisfacción general. En consecuencia, uno no se siente
a gusto en su propia piel. Pero, si no se encuentra a gusto consigo mismo, entonces
no se encuentra a gusto en ningún lugar.
Es una ley natural que el tiempo "cura"
algunas llagas. No las cierra de verdad, pero las hace olvidar. Llegará un
momento en que una persona no pueda llorar más, ni sentirse ya herida. Esto no
es una señal de que haya perdonado a su agresor, sino que tiene ciertas
"ganas de vivir". La capacidad de desligarse y de olvidar, por tanto,
es importante, pero no tiene nada que ver con la actitud de perdonar. Ésta no
consiste simplemente en "borrón y cuenta nueva". Hay que recordar las
injusticias pasadas para que no se repitan, y las tenemos que recordar como
perdonadas.
Con todo esto lo que me gustaría aclarar es que perdonar
significa sobre todo renunciar a la venganza y al odio. El perdón comienza
cuando, una persona rechaza todo tipo de venganza y el secreto consiste en no
identificar al agresor con su obra. Todo ser humano es más grande que su culpa.
Cada persona está por encima de sus peores errores.
Todo lo anterior nos pueden parecer frases complicadas
de entender, pero es que el perdón del que hablo no consiste en saldar un
castigo, sino que es, ante todo, una actitud interior. Significa vivir en paz
con los recuerdos y no perder el aprecio a ninguna persona. Se puede y se debe considerar
también a un difunto en su dignidad personal. Nadie está totalmente corrompido;
en cada uno brilla una luz.
Al perdonar, lo que le estoy diciendo es: "No,
tú no eres así. ¡Sé quien eres! En realidad eres mucho mejor". Queremos
todo el bien posible para el otro, su pleno desarrollo, su dicha profunda, y
nos esforzamos por quererlo desde el fondo del corazón, con gran sinceridad.
Perdonar es tener la firme convicción de que en
cada persona, detrás de todo el mal, hay un ser humano vulnerable y capaz de
cambiar. Significa creer en la posibilidad de transformación y de evolución de
los demás.
El tema del perdón es muy complicado de entender. ¿Se
puede perdonar cuando el opresor no se arrepiente en absoluto, sino que incluso
insulta a su víctima y cree haber obrado correctamente? Quizá nunca será posible
perdonar de todo corazón, al menos si contamos sólo con nuestra propia
capacidad, es necesario en muchas ocasiones no estar solos y contar con ayuda.
Es comprensible que una madre no pueda perdonar
enseguida al asesino de su hijo. Hay que dejarle todo el tiempo que necesite
para llegar al perdón. Perdonar puede ser una labor interior auténtica y dura.
Pero con la ayuda de buenos amigos y, sobre todo, con la ayuda de nuestra
fuerza interior, es posible realizarla.
Si conseguimos crear una cultura del perdón,
podremos construir juntos un mundo habitable, donde habrá más vitalidad y
fecundidad; podremos proyectar juntos un futuro realmente nuevo.
Para terminar, nos pueden ayudar unas sabias
palabras: "¿Quieres ser feliz un momento? Véngate. ¿Quieres ser feliz
siempre? Perdona."
Feliz Día.
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