“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga
nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”.
(G. K. Chesterton).
Hoy, día de reflexión, reflexión que deberíamos
hacer todos los días, el sol nos saldrá a las 07:08 horas y se nos marchara a
las 20:49, en otro, espero, buen día de primavera.
Como estamos en el llamado día de reflexión, vamos
a reflexionar, aunque no lo haremos sobre a que partido vamos a votar, aunque
todo esta unido y es muy difícil separar lo que es político de lo que no lo es.
Las personas no somos únicamente individuos de un
Estado sino que desarrollamos y formamos durante nuestras vidas parte de
comunidades sociales que pueden ser más grandes o más pequeñas que, unidas y
entrelazadas unas con otras formamos todo un país.
Si reflexionamos, lo podríamos comparar con nuestro
cuerpo, que no se compone solamente de células aisladas sino que se agrupan y
forman órganos diferentes, que realizan una serie de trabajos diferentes donde,
siendo todo una unidad, existe diversidad.
Así, una célula de un músculo del dedo pulgar, al
mismo tiempo, es de la mano, del brazo, del tren superior y del cuerpo entero,
y todo esto sin dejar de ser del pulgar. Lo mismo sucede con la sociedad.
Si continuamos reflexionando un poco más, nos
podremos dar cuenta que todas esas células o las diferentes comunidades de
nuestra sociedad son de carácter natural, o sea que para aparecer no necesitan formar
parte de un proyecto elaborado por un grupo de investigadores, sino que
aparecen de la espontánea sociabilidad humana, que discrimina o distingue las
diferencias y comunica lo que se relaciona.
Sería bastante curioso dejar de llamar mano a la
mano y pie al pie solo para evitar menospreciar a ninguna célula. Y de igual
manera resulta llamativo evitar reconocer esas comunidades intermedias y sus
naturales jerarquías y potestades para reforzar que somos todos ciudadanos de
un mismo Estado.
Al final, todos nacemos en una familia en la que
hay padres, hermanos mayores y hermanos menores, es decir, con una jerarquía,
potestades y autoridades diferenciadas. Además, vivimos en un entorno que tiene
unas características propias diferentes a las del resto del país. También
trabajamos en diferentes entidades y diferentes oficios y estudiamos en
diferentes escuelas. Y, sin embargo, reconocer y valorar esta multiplicidad no
atenta contra la idea de que somos un único país.
Si lo pensamos bien, cada una de estas comunidades
sociales naturales que median entre el individuo solo y el Estado, que son las
comunidades intermedias, enriquecen el país y limitan el poder del Estado de
modo orgánico, evitando que cada individuo sea un ente atomizado frente a un
mega Estado que se impone con todo su peso.
Por esto, se debería revalorar el papel de las
comunidades intermedias, que ahora se asemejan a anécdotas del paisaje, y que retomen
su protagonismo en la sociedad. Es interesante que cada una viva como lo que es
y, como tienen una organización y una jerarquía, tienen también una autoridad
natural que debe ser efectiva y no solo decorativa.
¿Y qué le impide a un Estado imponer lo que le
venga en gana, si no hay comunidades intermedias naturales que, libres de la
politiquería general, sean un contrapeso real?
En fin, reflexionemos y, ya mañana votaremos.
Por cierto, se me olvidaba, es fácil que alguien no
entienda a lo que me refiero con comunidades intermedias, vienen a ser las
asociaciones sociales, deportivas, culturales, comisiones de
vecinos, asociaciones de padres, etc., en las que la persona se asocia
libremente sin interferencia del poder público y político.
Feliz Día.
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