“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga
nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”.
(G. K. Chesterton).
Vamos a por este martes, que nos servirá para
terminar con abril y entrar en otro mes muy primaveral, y lo haremos con la
compañía de nuestro sol desde las 07:04 horas hasta las 20:52.
Lo votado, votado está y ya veremos qué tal nos va a
las personas como yo, que somos especialistas en ponernos, como se dice
coloquialmente, de perfil, o sea que cumplimos con la obligación de decir algo
y a la vez no comprometernos con ningún partido político para no molestar a
nadie, no sea que se nos vayan a ofender.
Vamos a ver como nos va a los que pensamos que la
política no se agota en los partidos y que si queremos algunos cambios en
nuestra sociedad, esta se puede realizar desde la democracia participativa.
Ahora, que acabamos de ver las crisis de los
partidos y la falta de esa democracia participativa, es cuando más necesario es
intentar que nuestros políticos abandonen esas conductas y hábitos reprobables,
y que permita desterrar el mal de la llamada partidocracia. Es ahora una buena ocasión
para apoyar a las organizaciones civiles para que impulsen la democracia de
participación (que algunos confunden con ir reclamando consultas y referéndums).
Pienso que es en ese terreno donde hace falta
construir un lugar de encuentro, una gran plataforma capaz de hacer llegar la
concepción cristiana a la sociedad, a las instituciones y a los partidos. Ese puede
ser el camino. Tener voz y opinión sin acudir a los partidos. Después la práctica
dirá si eso funciona.
Se nos esta invitado a implicarnos más en la vida
pública, ya sea en partidos, sindicatos, ONG o asociaciones vecinales, se nos
dice que se necesitan constructores de puentes, capaces de generar una cultura
del bien común para afrontar los retos y problemas del país desde un espíritu
inclusivo. Pero me da la impresión que esta fórmula no funciona todo lo bien
que sería necesario.
Son frases hechas, y una forma de hablar que
aparenta mucho y dice poco. Uno quisiera preguntar qué cosa es eso de ser
constructores de puentes, por ejemplo. Unir a las personas, si, pero a ver a
qué costa y a qué precio, porque unir a base de renunciar a principios siempre
será una mala decisión. Tampoco sé muy bien qué cosa es eso de la cultura del
bien común, deseada, al menos teóricamente, por absolutamente todas las
formaciones políticas. Otra cosa es cómo pretende llevarlo a cabo en la
práctica cada uno. Finalmente está bien eso del espíritu inclusivo. A quién no
le parecerá bien. Lo que no se es hasta dónde hay que llegar.
Veo que me falta claridad en muchas mañanas, tal
vez por prudencia, por falta de arrojo, por miedo o por moderación. Digo lo que
creo que debo decir, pero lo digo de tal manera que no me comprometo a nada.
En fin, tal vez sea ese un camino demasiado largo, pero
de momento me olvidare de los atajos.
Feliz Día.
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