“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga
nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”.
(G. K. Chesterton).
Parece que hoy si podremos disfrutar de un sol
primaveral, y lo vamos a hacer desde las 07:12 horas hasta las 20:46, bastantes
horas para ver si eliminamos un poco el exceso de humedad de los últimos días.
Por varios motivos se esta hablando mucho estos
días de impuestos, y lo que tengo claro es de la importancia de los impuestos
para promover el bien común así como la obligación que tenemos de contribuir
solidariamente a ese justo desarrollo cumpliendo las obligaciones fiscales.
Pienso que hoy en día debe haber pocas dudas sobre
la importancia de la Hacienda Publica, tampoco creo que se tengan dudas de
nuestra obligación de pagar impuestos, por lo que tenemos que intentar tener un
sistema de impuestos que sea justo y suficiente, pues en caso contrario será
difícil conseguir una sociedad que este lo suficientemente cohesionada.
También me gustaría recordar que los impuestos no
son por lo tanto un capricho de los
gobiernos y un medio de enriquecimiento de los políticos, sino una pieza fundamental
de nuestra sociedad para el desarrollo de servicios públicos y para una mayor
cohesión social. Así que, el diseño del cuadro tributario de cualquier sociedad
debería descansar, por tanto, sobre acuerdos comunes respecto a los servicios
que la sociedad quiere y cómo deben ser financiados.
Hasta aquí creo que podríamos estar todos de
acuerdo, pero vamos a complicarlo un poco, deberíamos de llegar a acuerdos que
pusieran en claro que son lo bienes públicos y hasta donde llegan y decidir qué
valores se quieren defender con el sistema impositivo.
Lo anterior es el centro de la mayoría de los
problemas que surgen cuando se habla de impuestos, ya que implica un compromiso
moral de toda la sociedad, pues no se trata simplemente de conseguir mayores
ingresos públicos porque necesitamos gastar más, sino que los impuestos son la
condición necesaria para financiar una inversión social suficiente para reducir
la fragilidad y la vulnerabilidad en nuestra sociedad. Esta es la cuestión.
Supongo que en los debates de ayer y anteayer se debió
de hablar de impuestos, no se las diferentes posturas, pero mi opinión es que
cuando se hable de impuestos lo deberíamos hacer dirigiendo el mensaje no hacia
que estamos obligados a pagar impuestos por que “nos obligan a pagarlos” sino
explicar el papel de los impuestos como contribución a bien común, ese debe ser
el objetivo, un bien común que por supuesto debe estar unido a una justicia
social. Se tiene que hacer ver a las personas que el fraude fiscal, además de
ser una practica inmoral, es a la vez regresivo y contribuye siempre a una
mayor desigualdad pues impide alcanzar el bien común.
Si lo
pensamos un poco nos daremos cuenta rápidamente que el fraude fiscal y el
rechazo del papel social de los impuestos no son las únicas restricciones para
que los impuestos puedan contribuir al bien común, puesto que tenemos evidentes
desigualdades en el tratamiento fiscal que reciben las multinacionales, las
nuevas empresas tecnológicas y las pequeñas empresas, que creando más empleo
pagan más impuestos.
Es fácil, por tanto, que las diferentes ideas políticas
contaminen la respuesta que debemos dar a todas esos problemas, pero acertar en
la elección de nuestro sistema será, sin duda, uno de los factores que
definirán la marcha futura de nuestra sociedad, puesto que de ella dependerá no
sólo el papel de los impuestos en el sistema económico sino, sobre todo, la
capacidad de la sociedad para no dejar en la cuneta a los menos beneficiados de
los frutos del crecimiento económico.
La economía sólo puede ser liberadora si mira a la
realidad con los ojos de los más pobres. El compromiso por la justicia
económica implica la redistribución de los recursos económicos y en esa tarea
es indispensable un sistema fiscal progresivo y suficientemente recaudatorio.
Los políticos que nos van a gobernar tienen que
tener en cuenta las preferencias de los ciudadanos a la hora de adoptar las decisiones,
atendiendo no sólo a los reproches y reticencias de amplios segmentos de la
sociedad a ceder sus recursos para la mejorara del bienestar de otros ciudadanos
sino a la necesidad de una mayor igualdad y redistribución.
Para garantizar, por tanto, los servicios de
bienestar, básicos para la cohesión social, hacen falta recursos impositivos.
Si se quiere promover un mayor bienestar es inevitable un nivel mayor de
presión fiscal.
Y la búsqueda de un sistema fiscal que sea justo nos
daría mucho que hablar. Tal vez otro día.
Feliz Día.
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