“Lo
correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal
está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G.
K. Chesterton).
Dos
minutos es la diferencia que hay entre la salida del sol a las 07:17
horas en Pego y en la que sale en Onteniente, así como también son
dos minutos más los que tengo que esperar para que cuando en Pego
sean las 20:42 horas y el sol deje de alumbrar, aun lo estará
haciendo aquí hasta las 20:44. Una diferencia que tiene muy poca
importancia y menos aun cuando las nubes no van a dejar que
disfrutemos del sol.
Existe
en una gran mayoría de lugares una necesidad de colaboración, de
coexistencia entre todos, puedo observar que por lo general se hace
un esfuerzo para que cada vez entre las personas exista más respeto,
más dialogo y la voluntad de abrirse con el que es diferente, en
lugar de rechazarlo, tenerle recelo o sospechar de él. El problema
que se ha tenido siempre con la tolerancia va tomando un sentido
nuevo en nuestros días.
Parece
que poco a poco esta desapareciendo esa expresión de tolerancia que
era más de aguante pasivo y paciente ante lo que considerábamos un
mal para nosotros. Ahora la tolerancia se ve como más positiva y la
tolerancia civil es un elemento que constituye uno de los ideales de
la sociedad democrática: se considera como el reconocimiento de la
igualdad de todos los hombres, así como la defensa de sus derechos
fundamentales.
Tenemos
sin embargo que darnos cuenta que esta tolerancia que es un requisito
indispensable para la convivencia es diferente de la simple
indiferencia hacia unas ideas, es decir, con olvidarnos de utilizar
nuestra inteligencia y capacidad de razonar una vez que aceptamos
convivir con ideas que se apartan de las nuestras.
Tampoco
equivale a olvidarnos de la absoluta independencia de nuestra
conciencia, a la hora de determinar por sí misma lo que está bien o
mal: donde impere una duda escéptica se impone no solo el diálogo
fecundo, sino más bien el enfrentamiento de diversas opiniones. La
tolerancia no puede consistir en confiar sin más, de manera
acrítica, la soberanía a una mayoría muchas veces indocumentada o
poco formada, a fin de que decida sobre lo que es bueno o incluso lo
mejor.
Vale
que no se deban confundir los valores democráticos de nuestra
sociedad ni, por tanto, imponer determinados criterios de una
creencia particular; pero no se puede dividir la esencial unidad de
la persona, que es interior y exterior, individual y social, creyente
de unas ideas a la vez que miembro de una sociedad.
Digámoslo
una vez más: la tolerancia civil defendida y reclamada por la
sociedad contemporánea, nada tiene que ver con un indiferentismo
moral que termina por renunciar al criterio del bien y de la verdad.
En la esencia de la persona está su dimensión propagadora, es
decir, el deseo que todos los hombres lleguen a conocer sus ideas.
Pero
hay que comprender, y está hoy fuera de duda, que la fidelidad a
nuestras ideas no supone el recurso a la violenta imposición. Aun
cuando el respeto a la libertad individual lleve consigo la
posibilidad del rechazo, o incluso la descarada oposición, no deberá
ser nunca impuesta. Lejos de considerar al otro como un enemigo o un
competidor, nuestra visión de la vida nos debe permitir descubrir en
él un compañero de camino, necesario para construir nuestra
civilización.
Respetar
al otro, en su condición de ser otro, significa humanizar las
relaciones entre personas: se debe enriquecer este tipo de relación.
Nuestra oferta no debe avasallar, sino que debe ofrecer e iluminar
los diversos modos de organizar la vida social, dando y reconociendo
a cada uno la posibilidad de seguir los dictados de su propia
conciencia en libertad.
Ahora
bien, este espíritu de tolerancia, si quiere ser auténtico o
eficaz, debe poder exteriorizarse en un estatuto jurídico y social,
o sea, en un régimen de convivencia real. No basta con que no se
obligue a nadie a abrazar determinadas posturas o creencias,
políticas o religiosas; un régimen verdaderamente tolerante debe
favorecer que cada uno tenga libre acceso a la profesión de sus
ideas, sin que se vea entorpecido por presiones del tipo que sea.
Feliz
Día.
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