“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga
nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G.
K. Chesterton).
Bueno vamos a ver si hoy desde las 07:13 horas
hasta las 20:45 vemos el sol que ya nos hace falta, sobre todo a los que una
parte de nuestra “alimentación” se basa en una gran ración de sol.
Veo por la gran cantidad de comentarios que no deje
claro lo que significaba ofender en el “Buenos Días” de ayer, me estaba
refiriendo a sentirse ofendido por que nos lleven la contraria y no tener las
razones suficientes para podernos defender. Que no es lo mismo que sentirse ofendido
por que nos están insultando por medio de blasfemias o de injurias. Son cosas
muy distintas, que por lo visto no diferencie bien ayer.
Voy a poner unos ejemplos sobre el tipo de ofensa
al que me quería referir: a lo absurdo que sería si nos prohibieran usar el
verbo correr para no ofender o molestar a los que no corren, ni usar el verbo
comer para no ofender a los que tienen dolor de estómago, ni usar la palabra
bello para no ofender a los feos. Por este tipo de ofensas no se deberían de
prohibir esas expresiones ni castigar a quien las usen.
Otra cosa es insultar a los que no corren, o
injuriar a los que les duele el estomago o blasfemar contra los feos, no es la
misma ofensa.
Las ofensas nos darían para muchos días pues hay ofensas
que surgen entre sonrisas y bromas, o acompañadas con miradas de rabia, o desde
un tono misterioso de ironía, o por sorpresa de quien menos lo esperábamos. Y
por tanto la reacción que tengamos ante ellas varía mucho.
A veces pueden doler porque llegan en un mal
momento. Otras veces por venir de quien pensaba era un amigo. Otras, porque
tocan un punto delicado de mi pasado. Otras veces, las ofensas no hacen tanta
mella. Una palabra agresiva de alguien que no resulta importante para uno suele
no molestar mucho.
Lo importante, cuando llega una ofensa, revestida
de broma, de insulto, de antipatía o de golpe bajo, es reconocer que uno no es
menos porque le insulten, como tampoco es más porque le alaben.
No hay que olvidar tampoco que muchas veces nos
ofendemos cuando se nos intenta corregir, que se nos indique cuáles son nuestros
errores o nuestras faltas debería de ser motivo de alegría siempre que venga de
personas que nos tengan en gran estima.
No nos debería de ofender quien nos llama la atención
con cariño, ni sentarnos mal una corrección que se nos haga desde el amor. No
hay que lamentarse cuando alguien nos ayuda a mejorar en nuestra vida con la
ternura de un afecto sincero.
Las otras ofensas, las que llegan de corazones que
parecen disfrutar con nuestro dolor, las dejaremos a un lado. Hay miles de cosas
importantes en las que invertir nuestro corazón y nuestro tiempo.
Bastará con algo de paciencia y un perdón sincero, para
que pronto superemos el daño que ciertas ofensas puedan habernos hecho. Y lo
ocurrido nos debe servir para enseñarnos como cuidar mejor nuestras palabras
sobre otros para no ofenderles.
Feliz Día.
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