“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga
nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al
respecto”. (G. K. Chesterton)
Ha
amanecido a las 06:35 horas, aunque viendo como se presenta la mañana no lo
disfrutaremos hasta dentro de unas horas y se nos marchará a las 21:27 horas, después
de haber hecho de este viernes un día un poco bochornoso.
En la gente se puede observar un sentimiento de
miedo, siempre estamos preocupados, temerosos, se percibe una sombra en nuestro
ánimo que nos produce una profunda inseguridad, cuando, paradójicamente, la sociedad
nunca ha sido tan segura como ahora. ¿Cómo se explica esto?
Tenemos miedo de tantas cosas que este acaba
dominando la gran mayoría de nuestras reacciones. Tenemos miedo a perder el
trabajo, a no encontrarlo, a no cobrar la pensión, a la enfermedad, en fin a
muchas cosas.
Pero, ¿de qué se trata? ¿Cómo hacer frente a ello? Como
responder a esa ansia de seguridad, a ese desconcierto que tenemos en nuestro
interior. ¿Quién responde a esta necesidad de seguridad que aparece a la vez
que el miedo? Estoy, casi seguro, que no se puede responder a esta necesidad confiando
la solución a muros, sean del tipo que sean. La respuesta nunca se puede reducir
a una cuestión de «policías» o «muros».
Creo que se explica porque la cuestión del miedo
está totalmente enraizada en la cuestión del sentido que le damos a nuestra
vida. La respuesta a la inseguridad no puede ser únicamente social, sino que
debe ser una respuesta a la exigencia de ese sentido, porque nunca se puede
reducir al hombre a sus aspectos materiales. La seguridad material no es una
respuesta suficiente ante la confusión última del yo. Lo demuestra precisamente
el hecho al que he hecho referencia antes: las sociedades occidentales nunca
han sido tan seguras y saludables y nunca han estado tan en paz como hoy, y sin
embargo ha crecido el sentimiento de inseguridad, de miedo.
Lo único que vence el miedo del hombre, y lo hemos
experimentado, es una presencia. Lo vemos en la experiencia que de seguro
tuvimos cuando éramos niños. La única respuesta a nuestros miedos era la presencia
de nuestra madre, que buscábamos con todas nuestras fuerzas; no buscábamos
otras cosas, porque nada sería capaz de quitar el miedo. El problema es, por
tanto, más profundo.
Es decir, lo que tenemos ante nosotros todos los días,
aquello con lo que nos medimos, es el problema del deseo, el deseo de ser
amados, de que nuestra vida se cumpla, y que, al no encontrar una respuesta, se
manifiesta en el miedo, en la rabia, en la violencia, en el intento de levantar
muros. Pero en el fondo hay algo que se nos escapa, que es la naturaleza del
hombre que, incluso en esta situación de confusión, de desconcierto, sigue
siendo irreductible. Se busca la serenidad y seguridad que sentíamos con la
presencia de nuestra madre.
Este es precisamente el meollo. Todos los intentos,
por muy buenos que sean, están destinados al fracaso si no responden a esa necesidad
de seguridad interior. Nuestra sociedad ha hecho un esfuerzo enorme por
responder a muchas necesidades. Ha alcanzado un alto grado de desarrollo, pero al
mismo tiempo, el descontento y el malestar aumentan. ¿Cómo es posible? El problema
nace de no haber comprendido cuál es la naturaleza de la «enfermedad».
Sabemos que para el hombre todo es poco y pequeño a
la hora de satisfacer sus deseos, y esto que para muchas personas es algo
negativo como una desgracia, entenderlo es la diferencia y la grandeza del
hombre. Si perdemos la conciencia de esta diferencia, de la infinitud de nuestro
deseo, no comprenderemos nada de lo que sucede.
Si nuestra sociedad no se da cuenta de esto, no
podrá evitar ofrecer siempre respuestas penúltimas con la pretensión de que
sean suficientes. Entendámonos: por una parte nuestra sociedad, en cuanto que
realidad político-económica, no debe responder a la exigencia última, porque no
es su finalidad; pero por otra parte debe reconocer cuál es la naturaleza del
problema y dejar el espacio para la respuesta.
En fin, queda aún mucho por decir.
Feliz Día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario