martes, 4 de junio de 2019

Martes 4 de junio de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton).

Vamos a tener sol desde las 06:36 horas hasta las 21:22, y esto ya supone muchas horas, por lo que no será de extrañar que tengamos las temperaturas altas, no tanto por el sol como por la ayuda que le prestará el viento de poniente.
Supongo que sucederá en otros países de Europa también, pero yo, me estoy fijando en algunos de nuestros políticos, y me da lastima ver que muchas de las promesas que se hicieron hace apenas unas semanas: “Nunca pactaré con el Partido Tal, o con Fulanito”, se han olvidado y solo se esta buscando el interés propio, siento bochorno al ver como se tiene una falta tal de principios que me acuerdo de la famosa frase: “Éstos son mis principios, pero si no le gustan no se preocupe que tengo otros”. Lo que si que me preocupa es el; “no se preocupe”.
¿Qué principios podemos pedir y exigir a un político? Hay que volver a recordar que el trabajo de un político es servir al Bien Común y la de proteger los derechos humanos. Existen dos documentos en la Historia de la Humanidad que nos pueden servir para esa tarea, y que también le pueden servir a cualquier político como líneas de actuación: El Decálogo y la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU del 10 de Diciembre de 1948.
Sobre los Diez Mandamientos esta claro que no voy a pedir a los políticos no creyentes que cumplan con los tres primeros mandamientos, esos que hacen referencia a Dios. Pero los demás son derechos humanos, que están también recogidos en la Declaración Universal. Es fácil, con solo leer su preámbulo, llegar a la conclusión que el reconocimiento de la dignidad inherente a todas las personas y de sus derechos iguales e inalienables constituye el fundamento de la libertad, de la justicia y de la paz en el mundo. Con la Declaración Universal no sólo las legítimas reivindicaciones de la libertad individual, sino también la exigencia de la justicia económica y social pueden apoyarse en un texto concreto y de alcance mundial.
Cuando vemos a tantos políticos que se han llenado la boca hablando y considerándose a sí mismos ejemplo de demócratas, hay que decirles que se estudien esos documentos para que sepan que quien quebranta los derechos humanos no es desde luego demócrata, por mucho que presuma de ello. No creo que sea demócrata quien no respeta la vida humana (art. 3), ni la familia y sus valores morales, y mucho menos si defiende la corrupción, incluso a menores como pretende la ideología de género (art. 16), ni el derecho preferente de los padres a educar a sus hijos (art. 26), ni la libertad de pensamiento, conciencia o de religión (art. 18), básicas para el respeto a la conciencia de cada uno, ni la honradez en la administración de los bienes públicos, contra quienes se han enriquecido robando el dinero público, ni el uso de la mentira, aunque sea en plena campaña electoral, como hemos visto hace pocos días.
Se ha perdido la honradez, el respeto y el sentido del honor, que tan importante era, y aún debería seguir siéndolo.  
Hay que exigir, otra vez, a los políticos que no nos consideren a los votantes tontos. Recordarles, otra vez, que la palabra nunca significa nunca, no hasta dentro de un par de horas (tal vez menos), como sucede actualmente, y que desde luego no pueden insultar a quienes dentro de unos días van a tener que colaborar y pactar, aunque para eso estén obligados a tener más cuidado con lo que dicen en los mítines y discursos, a fin que no tengamos que pensar que la palabra de un político no vale nada.

Feliz Día.

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