“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga
nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al
respecto”. (G. K. Chesterton).
Ya
se nos ha terminado el fin de semana, y como sucede siempre nos espera el
lunes, que esta vez comenzará con la salida del sol a las 06:35 horas y lo
podremos dar por terminado a las 21:25 horas cuando se nos marche a descansar.
El
otro día ya tuve ocasión de referirme un poco a la cuestión de la perspectiva
con que cada uno de nosotros vemos las cosas.
Se dice a menudo que cada
persona ve la realidad desde su propia perspectiva y aporta siempre un punto de
vista peculiar, que es tan válido como cualquier otro. Pero en realidad ¿Es
esto verdad? Pues, por ejemplo, en un
plano de la realidad sí, en otros no.
Si nos referimos por un aspecto físico de las cosas
y si nuestros sentidos funcionan adecuadamente ninguna de las opiniones que se
puedan tener puede considerarse como la única y aceptable. Por ejemplo si contemplamos
una montaña desde vertientes distintas, tomamos vistas diferentes de la misma.
Ninguna puede por lo tanto considerarse como la única aceptable y válida.
Pero, subamos un escalón más, a un modo de contemplación
más complejo, por ejemplo en el estético. Aquí, las condiciones que debemos
cumplir son más sutiles. Necesitamos de una preparación adecuada para que
nuestra experiencia estética sea auténtica. Cuantos tenemos una agudeza normal
de visión, podemos contemplar por ejemplo un cuadro tan conocido como El entierro
del Conde de Orgaz, de El Greco. Las diferentes perspectivas que tengamos del
mismo según nuestra posición espacial son todas justas. Pero la visión estética
del cuadro sólo puede tenerla quien previamente haya cultivado su sensibilidad.
¿Por dónde has de empezar a contemplar el cuadro?
¿Qué función artística ejercen el amarillo sulfuroso del manto de San Pedro y
el azul del manto de María? ¿A qué responde que el artista haya acumulado
varias cabezas de caballeros castellanos por encima de la cabeza de San
Agustín? Estas cuestiones pertenecen a la contemplación estética de la obra. El
que no haya sido formado en Estética no sabe contestarlas, y ni siquiera tal
vez formularlas. ¿Cabe decir que las formas de ver el cuadro que tienen las
personas que gozan de vista normal son todas igualmente válidas? Evidentemente,
no.
Pero alguien me puede decir que de gustos no hay
nada escrito, nada regulado de modo universalmente válido. Es cierto, pero el
gusto necesita ser cultivado. Si una persona formada estéticamente emite un
juicio sobre una obra de arte o un paisaje, su opinión ha de ser tenida en
cuenta aunque contradiga nuestro parecer personal. Cuando alguien carente de
toda sensibilidad estética manifiesta su aversión hacia una obra de calidad,
tenemos perfecto derecho a no prestarle oídos.
Hay que respetar a la persona, pero no hay que
dedicar mucho tiempo a una opinión que no supone un juicio “respetable”, en el
sentido de que este bien fundamentado, resultado de una mente y una sensibilidad
debidamente formadas.
Vamos teniendo claro, poco a poco la idea de que no
todo vale. Resulta que en los distintos aspectos de la vida humana hay que
cumplir determinadas exigencias. Si no se cumplen, no se logran ciertos objetivos
en cuanto a conocer, sentir, amar y crear.
Hoy se oye muchas veces; "Esta es mi opinión,
ésta es mi verdad, y usted quédese con la suya". Con ello se da por
supuesto que la verdad es relativa a cada sujeto porque pende de él. ¿Es esto
aceptable?
Hay que pensarlo un poco antes de contestar.
Feliz Día.
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