jueves, 27 de junio de 2019

Jueves 27 de junio de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton). 

Desde las 06:38 horas, en que hemos visto los primeros rayos de sol hasta las 21:30 horas que nos dejarán de alumbrar vamos poder disfrutar de este veraniego jueves.
Hay un tema al que me suelo referir muchas veces y que puede parecernos un poco pesado y repetitivo, al que no me cansaré de volver pues considero que tiene importancia para todos nosotros. Hoy pensamos poco, y muchas veces mal.
Todos los hombres cuando nacemos somos únicos, originales, pero a veces nos limitamos a ser solamente unas copias iguales de los demás. Entonces, no estaremos cumpliendo con  esa primera llamada personal y única que hemos recibido al entrar en este mundo: “Ser únicos, ser nosotros mismos”.
Si una persona no utiliza sus piernas para caminar, la consideramos «rara» o probablemente enferma; pero si no usa su entendimiento para pensar, ni su voluntad para decidir, casi no nos damos cuenta de su estado peligroso, porque estamos acostumbrados a no vivir a la altura de nuestras mejores posibilidades: con frecuencia, no realizamos la capacidad más rica y profunda que tenemos: nuestra libertad.
Efectivamente, nadie debe convertirse en un «autómata», sin rostro ni originalidad. Conviene tener en cuenta nuestra propia visión de las cosas, y así descubrir el desafío que encierra cada situación. El mundo será lo que nosotros hagamos de él. Al menos, nuestra vida es lo que hacemos de ella.
A ninguno de nosotros se nos esconde que existe una tiranía de las masas y de las costumbres. No es difícil ver esa poderosa corriente colectivista que tiende a despojarnos de lo más recóndito de nuestro ser, con el fin de igualarnos y masificarnos, si no a todos, por lo menos a los que pertenecen a un determinado partido, a una asociación concreta, una comunidad, una página web o un club de fútbol
Está de moda el cantar al unísono, el vestirse con la misma ropa, recurrir a los mismos argumentos prefabricados, con las mismas palabras, la misma mirada e incluso la misma sonrisa. 
Hay personas que ni se dan cuenta de que están encadenados. Se acomodan al espíritu general que les parece obvio. Pero lo que ellas sienten, piensan o dicen, no es cosa suya; son los sentimientos, pensamientos y frases hechas que han sido publicadas en miles de periódicos y revistas, en la radio, la televisión y en Internet. En cuanto alguien comienza a pensar y a actuar por cuenta propia y mantiene una opinión divergente de la generalmente aceptada por el “sistema” simplemente se le rechaza.
Sin embargo, no hay que olvidar que somos libres, a pesar de las circunstancias adversas que nos pueden rodear e influir. Y no sólo tenemos el derecho, sino también el deber de ejercer nuestra libertad. 
Justamente hoy es más necesario que nunca que tomemos conciencia de la gran riqueza de nuestra vida y busquemos caminos para llegar a ser «más» hombres, y no unas personas renuentes, asustadas y enlutadas.
Cuando vamos cumpliendo años nos damos cuenta que tenemos un espacio interior, que de algún modo esta a nuestra disposición. Nos damos cuenta de que, básicamente, en él no dependemos ni de los padres, ni de los maestros; no dependemos de los medios de comunicación, ni tampoco de la opinión pública. Experimentamos un espacio en el que estamos solos con nosotros mismos, donde somos libres. Descubrimos un mundo interior, nuestra propia intimidad.
Lo íntimo es lo que sólo conoce uno mismo: es el «santuario» de lo humano. Puedo entrar dentro de mí, y ahí nadie puede apresarme. 
Cuando «estoy conmigo», fácilmente me doy cuenta de lo innecesario e incluso ridículo que es el buscar la confirmación y el aplauso de los demás. El valor de una persona no depende de los otros; no depende de las alabanzas o gestos de confirmación que pueda recibir o no.
Somos más de lo que vivimos en lo exterior. Hay un espacio en nosotros al que no tienen acceso los demás. Es nuestra «patria interior», un espacio de silencio y quietud, Mientras no lo descubramos, viviremos de un modo superficial y confuso, buscando consuelo donde no lo hay, en el mundo exterior.
Pero, como casi siempre hay un “pero”, en este espacio íntimo de silencio y de quietud que hay en nosotros, donde nadie puede entrar sino nosotros, en realidad no queremos estar solos. Sabemos que no estamos solos, lo sentimos, estamos continuamente dialogando, cambiando impresiones. Se dice que con nosotros mismos, pero nos contesta, nos rebate, nos soluciona los pequeños y los grandes problemas de cada día, existe una conversación.  
Cuando hayamos encontrado a se “otro”, nos gustara estar con él, pues es en esas conversaciones y en las conclusiones a las que lleguemos estará el mismo núcleo de nuestra libertad.

Feliz Día.

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