sábado, 29 de junio de 2019

Sábado 29 de junio de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton).  


Una noche muy larga la que acaba de terminar, en realidad su duración solo se ha vista alargada por la imposibilidad de dormir, pero eso es otra historia. Hoy vamos a tener sol desde las 06:39 horas hasta las 21:30.
Cuando nos pasamos la noche en “vela” uno de los inconvenientes que se tiene es que no podemos dejar de pensar y muchas veces nos causa incomodidad. Alguna vez lo habré dicho, que las personas somos libres para pensar por cuenta propia. Pero, ¿tenemos el valor de hacerlo de verdad? ¿O estamos más bien acostumbrados a repetir lo que dicen los periódicos y revistas, la televisión, la radio, lo que leemos en internet o lo afirmado por alguna persona, más o menos interesante, con la que nos cruzamos por la calle?
Pensar es, sin duda, una gran cosa; pero es ante todo una exigencia de la naturaleza humana. ¿Estamos dispuestos, en definitiva, a ser o llegar a ser "filósofos", a entusiasmarnos con la realidad y buscar el sentido último de nuestra vida? Cada hombre es, en cierto modo, filósofo y posee concepciones filosóficas con las cuales orienta su vida. ¿Qué quiere decir esto? ¿Todos podemos ser filósofos? Pues en cierta manera si.
Ahora es más difícil, pero hace unos años cuando los relojes tenían varillas, ¿cuántos de nosotros no nos hemos convertido en filósofos fijándonos en las agujas? Era  verdaderamente impresionante, pues, fijándonos un rato en la aguja, y observando cómo se mueven el segundero, el minutero nos preguntábamos, casi sin darnos cuenta ¿qué es el instante? ¿Qué significa el presente? ¿No me estoy moviendo ya en el futuro? ¿O aún estoy en el pasado? "Hoy será el ayer de mañana," dice la gente; y también: "Al ahora... pronto me referiré con las palabras hace poco."
A todos nos es posible conversar sobre esta y otras muchas cuestiones casi en cualquier situación, aunque sin duda hacerlo en la naturaleza, en los montes o a la orilla del mar nos ayuda. En principio, toda persona está capacitada para reflexionar sobre las dimensiones más profundas de la vida. ¿Significa esto que todos los hombres somos filósofos, en el sentido estricto de la palabra? ¿Que no es necesario disponer de una formación especial para ejercer esta ciencia? Nada de eso. Pero lo que quiero decir es que la filosofía es distinta a las demás ciencias, y que, en principio, todo hombre capaz de razonar puede ejercer de filósofo.
Todos nosotros, tarde o temprano, nos plantearemos el por qué y el para qué de nuestra existencia, nos preguntaremos de dónde venimos y a dónde vamos, quién somos y lo que podríamos hacer con nuestra vida. En esto nos distinguimos de los animales. El animal vive de un día para otro: come, bebe, duerme, crece, corretea, se reproduce y muere. Una vida así es buena y normal para un animal, pero no para una persona.
Sin embargo, es un rasgo característico de nuestro tiempo, que no pocas personas parecen carecer de inquietudes intelectuales. Hasta se muestran "alegres" en un cierto nihilismo práctico que no se preocupa del porqué de la vida, ni se formula la mera pregunta por el sentido de la existencia. Nos encontramos frente al peligro de no vivir la vida, sino de "dejarse llevar". A veces, no disponemos de la suficiente calma interior para considerar los acontecimientos con cierta objetividad y tomar conciencia de la propia situación existencial. No reflexionamos sobre el sentido y los objetivos del propio actuar, en definitiva: no ejercemos como filósofos, prescindiendo así de una dimensión esencial de la vida humana.
En efecto, el simple plantearse estos interrogantes es ya una primera señal de que una persona se rebela ante la perspectiva de vivir como un animal. Normalmente se puede filosofar, claro está, cuando las necesidades básicas de la vida están al menos mínimamente colmadas. Pero aunque este sea el caso, podemos observar una cierta "apatía", una cierta "abstención de pensar", justamente en nuestra sociedad que tiene cubiertas las necesidades básicas cubiertas.
Nuestra vida se ha convertido, en muchos sentidos, en un ajetreo continuo. Muchas personas sufren las consecuencias del estrés o de un cansancio crónico. La dureza de nuestra vida laboral, y también las exigencias exageradas de la industria del ocio, traen consigo unas obligaciones excesivas, así que lo único que se desea por la noche es descansar, distraerse de los problemas cotidianos, y no esforzarse nada más.
Todo esto puede llevar a una cierta "enajenación espiritual", a la superficialidad de una persona que vive sólo en el momento, para las cosas inmediatas. En nuestra sociedad de bienestar tan saciada, con frecuencia, resulta muy difícil detenernos a reflexionar.

Feliz Día.

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