“Lo
correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal,
aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton).
Una noche muy larga la que acaba de terminar, en
realidad su duración solo se ha vista alargada por la imposibilidad de dormir,
pero eso es otra historia. Hoy vamos a tener sol desde las 06:39 horas hasta
las 21:30.
Cuando nos pasamos la noche en “vela” uno de los
inconvenientes que se tiene es que no podemos dejar de pensar y muchas veces nos
causa incomodidad. Alguna vez lo habré dicho, que las personas somos libres
para pensar por cuenta propia. Pero, ¿tenemos el valor de hacerlo de verdad? ¿O
estamos más bien acostumbrados a repetir lo que dicen los periódicos y
revistas, la televisión, la radio, lo que leemos en internet o lo afirmado por
alguna persona, más o menos interesante, con la que nos cruzamos por la calle?
Pensar es, sin duda, una gran cosa; pero es ante
todo una exigencia de la naturaleza humana. ¿Estamos dispuestos, en
definitiva, a ser o llegar a ser "filósofos", a entusiasmarnos con la
realidad y buscar el sentido último de nuestra vida? Cada hombre es, en cierto
modo, filósofo y posee concepciones filosóficas con las cuales orienta su vida.
¿Qué quiere decir esto? ¿Todos podemos ser filósofos? Pues en cierta manera si.
Ahora es más difícil, pero hace unos años cuando
los relojes tenían varillas, ¿cuántos de nosotros no nos hemos convertido en filósofos
fijándonos en las agujas? Era verdaderamente impresionante, pues, fijándonos
un rato en la aguja, y observando cómo se mueven el segundero, el minutero nos preguntábamos,
casi sin darnos cuenta ¿qué es el instante? ¿Qué significa el presente? ¿No
me estoy moviendo ya en el futuro? ¿O aún estoy en el pasado?
"Hoy será el ayer de mañana," dice la gente; y también: "Al ahora...
pronto me referiré con las palabras hace poco."
A todos nos es posible conversar sobre esta y otras
muchas cuestiones casi en cualquier situación, aunque sin duda hacerlo en la
naturaleza, en los montes o a la orilla del mar nos ayuda. En principio, toda persona
está capacitada para reflexionar sobre las dimensiones más profundas de la
vida. ¿Significa esto que todos los hombres somos filósofos, en el sentido estricto
de la palabra? ¿Que no es necesario disponer de una formación especial para ejercer
esta ciencia? Nada de eso. Pero lo que quiero decir es que la filosofía es distinta a las demás ciencias, y que,
en principio, todo hombre capaz de razonar puede ejercer de filósofo.
Todos nosotros, tarde o temprano, nos plantearemos el
por qué y el para qué de nuestra existencia, nos preguntaremos de dónde venimos
y a dónde vamos, quién somos y lo que podríamos hacer con nuestra vida. En esto
nos distinguimos de los animales. El animal vive de un día para otro: come,
bebe, duerme, crece, corretea, se reproduce y muere. Una vida así es buena y normal
para un animal, pero no para una persona.
Sin embargo, es un rasgo característico de nuestro
tiempo, que no pocas personas parecen carecer de inquietudes intelectuales.
Hasta se muestran "alegres" en un cierto nihilismo práctico que no se
preocupa del porqué de la vida, ni se formula la mera pregunta por el sentido de la
existencia. Nos encontramos frente al peligro de no vivir la vida,
sino de "dejarse llevar". A veces, no disponemos de la suficiente
calma interior para considerar los acontecimientos con cierta objetividad y
tomar conciencia de la propia situación existencial. No reflexionamos sobre el
sentido y los objetivos del propio actuar, en definitiva: no ejercemos como filósofos, prescindiendo así de una
dimensión esencial de la vida humana.
En efecto, el simple plantearse estos interrogantes
es ya una primera señal de que una persona se rebela ante la perspectiva de
vivir como un animal. Normalmente se puede filosofar, claro está, cuando las
necesidades básicas de la vida están al menos mínimamente colmadas. Pero aunque
este sea el caso, podemos observar una cierta "apatía", una cierta
"abstención de pensar", justamente en nuestra sociedad que tiene
cubiertas las necesidades básicas cubiertas.
Nuestra vida se ha convertido, en muchos sentidos,
en un ajetreo continuo. Muchas personas sufren las consecuencias del estrés o
de un cansancio crónico. La dureza de nuestra vida laboral, y también las
exigencias exageradas de la industria del ocio, traen consigo unas obligaciones
excesivas, así que lo único que se desea por la noche es descansar, distraerse
de los problemas cotidianos, y no esforzarse nada más.
Todo esto puede llevar a una cierta
"enajenación espiritual", a la superficialidad de una persona que
vive sólo en el momento, para las cosas inmediatas. En nuestra sociedad de
bienestar tan saciada, con frecuencia, resulta muy difícil detenernos a reflexionar.
Feliz Día.
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