“Lo
correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal
está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G.
K. Chesterton).
Hoy
el sol repetirá el mismos horario de ayer, desde las 06:35 horas
hasta las 21:27, en un día que debe se debe comportar con arreglo a
las fechas en las que estamos.
Ayer
por la tarde, como todas las tardes, en la tertulia que siempre
acompaña al café se comentaba la cantidad de derechos que tenemos y
la cruzada de lo más exasperada que hay para conseguirlos.
Todos
quieren todos los derechos pues la misma Academia de la Lengua
Española lo dice cuando define como derecho: “la facultad de hacer
o exigir todo aquello que la ley o la autoridad establece en nuestro
favor, o que el dueño de una cosa nos permite en ella”, así que
esta muy bien defenderlos.
Pero
me gustaría que nos centráramos en la actitud. En ésa actitud
desaforada y enfermiza que se da en muchas personas que con cierto
gusto amargo de resignación, se compenetran con el famoso dicho:
“Mis derechos terminan, donde comienzan los de los demás”, y
entonces comienzan a quejarse de lo oprimidos que se sienten.
Lo
que sucede en realidad es que se sienten limitados por los derechos
de los demás y eso genera una frustración de algo que quieren y no
les dejan conseguirlo. Siempre habrá algo que les falta. Y pelearán
por colocar el límite de los derechos de los demás, para que
comiencen más lejos.
¿No
os parece demasiado pobre ese dicho? ¿De estar siempre midiendo las
acciones de nuestra vida en función de dar lo menos posible, de
sacar mayor ventaja, de conseguir lo que se nos ocurra sin armar
revuelo?... ¿y sin que nos molesten los otros, con sus pretensiones
de tener derechos que se superpongan con los nuestros?
¿Pensamos
en serio alguna vez, en dar más, en brindarnos a los demás, en
tomarnos el atrevimiento de facilitarle las cosas a los otros, para
que logren sus derechos con menos dificultad?
¿Y
si en lugar de aquél dicho dijéramos: “Mis obligaciones siempre
empiezan”, y nos auto imponemos voluntariamente una acción de
servicio? Pensad que con esa disposición, estaríamos dispuestos a
ceder pretensiones, sin esperar nada a cambio. Y si en el mundo
existieran muchos pensando así, paradójicamente, siempre se estaría
recibiendo más de lo que esperamos.
Claro,
para eso se necesita abnegación. Grandeza. Amor.
No
os confundáis: no digo que se ame por obligación, sino que sí se
sirve que sea por amor. No se trata de perder derechos por decisión
de otros, sino de cederlos por decisión nuestra.
No
exagero si digo que la lucha desenfrenada por derechos es el comienzo
y el meollo de muchas discusiones y peleas, de conflictos de todo
tipo, privados o públicos, de los clásicos problemas de
convivencia, y generalmente, de...las guerras.
¿No
os parece que es hora de dejar las ansiedades por conquistar
derechos, y alcanzar el gusto por cumplir voluntariamente obligaciones?
En
una de ésas, tal vez, muchos lograrán, ser menos egoístas, menos
miserables.
Feliz
Día.

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