“Lo
correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal,
aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton).
Como es natural el sol hace ya bastante rato que
nos está alumbrando, para ser exactos desde las 06:35 horas, en un día que ha
empezado “de lado” y vamos a ver si lo enderezamos antes de que el sol se nos
marche a las 21:28 horas.
Me resulta curioso que todo lo que sea natural este de moda, es lo que se lleva hoy, lo vemos en el respeto por la naturaleza y como su
equilibrio ecológico que se ha convertido en un valor indiscutible. Me llama también
la atención que se utilice tanto el adjetivo natural, casi con reverencia,
cuando se trata de jalea real, plantas medicinales o cualquier clase de comida,
y me resulta por eso curioso que el adjetivo natural se convierta en una
palabra tabú cuando se refiere al ser humano.
Se da la paradoja que muchas personas se inclinan a
pensar y aceptan de hecho que nada hay de natural en el hombre, y que su propia
naturaleza es totalmente maleable y que se puede modelar su conducta a su gusto.
El respeto a las diferencias es un rasgo
característico de nuestra cultura, recalcando positivamente la dignidad de toda
persona humana y su igualdad de derechos. Esto que parece claro, presenta un
problema cuando para asegurar la igualdad de trato se niega la misma noción de
normalidad, lo que lleva a preguntarnos si la carencia de algún atributo biológico
característico de la especie humana constituye una disfunción, o es sólo una
diferencia.
Una vez más muchas personas parecen no estar dispuestas a escuchar
lo que la naturaleza tiene que decir, prefieren librarse de su biología cuando
ésta amenaza con poner límites a su comportamiento; basta analizar unos cuantos
temas puestos a discusión en la mayoría de los parlamentos.
Ejemplos los encontramos rápidamente; el respeto a
la vida en el vientre materno no es cuestionable cuando se trata de los
delfines o la ballena azul, sí en cambio cuando es la madre o terceros quienes
encuentran razones para eliminarla o la destrucción de un embrión en gestación
siempre es un delito cuando se trata de huevos de tortuga, no así cuando por el
aborto legal, la sociedad acepta la destrucción de individuos pertenecientes a
su misma especie es decir, a su misma naturaleza, la humana.
Este sería el ejemplo más fácil de encontrar de que
lo natural es bueno para todo menos para lo humano, se están forzando los límites, con frecuencia las leyes que promulgamos y las condiciones sociales y
políticas que favorecemos se dan con base en preferencias o conveniencias que,
lejos de respetar a la naturaleza, fuerzan sus límites. Tal es el caso de la
manipulación genética y la fecundación in vitro en donde el bien del concebido
pasa a segundo término. Cuando el hijo no se percibe como un don, se convierte
en capricho.
Los animales respetan necesariamente su propia
naturaleza. El hombre, por ser libre, corre el riesgo de revelarse contra los
límites de su ser biológico y en el fondo, de su condición de criatura.
Feliz Día.
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