“Lo
correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal,
aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton).
Me parece que hoy es el último de los días más
largos del año, mañana ya empezará el sol su lento camino en busca de un poco
más de descanso, hoy aún lo tendremos desde las 06:37 horas hasta las 21:30.
Ayer me recordaban con el refrán “Comamos y bebamos
que mañana moriremos” que tenemos que aprovechar estas fiestas para ser
felices. Pero, les recordaba que es la segunda parte del refrán: “que mañana
moriremos” la que es importante y a la que deberíamos prestar un poco más de
atención.
Las
fiestas son para disfrutarlas, quién lo duda, pero como todas las cosas buenas
de este mundo pasan. Hoy estás arriba y mañana estás abajo. El paso del tiempo
hace que lo que hoy era belleza y juventud mañana sean arrugas, canas y
decrepitud. De ahí nuestra obsesión de lograr la fórmula de la eterna juventud. Porque tenemos deseos de eternidad. Y sabemos que vamos a morir. Y eso nos
angustia, nos aterroriza, nos espanta.
El problema de muchas personas es que no
encuentran, no tienen esperanza. La enfermedad, el sufrimiento, la muerte, los
avatares de la vida acaban estropeándoles la fiesta. Llega un momento en que ya
no pueden disfrutar y entonces ya no le encuentran sentido al vivir: por eso
algunos (cada vez más) reclaman el “derecho a una muerte digna”; o sea, la
eutanasia. Si la vida sólo es digna cuando disfruto de sus placeres, la existencia
de un discapacitado, de un enfermo crónico o terminal no tiene ningún sentido.
Así razona una parte de nuestra sociedad. Una vida
digna es la que consiste en disfrutar. Y si no disfrutas, mejor morir. No van a
disfrutar. Por eso, por ejemplo, China aprobó su ley del hijo único: el Estado
no puede alimentar a tantos habitantes.
La felicidad de este mundo así entendida es
desalmada y cruel. Es un mundo inhumano: un infierno para millones de
excluidos, pobres, parados, enfermos…
Mucha gente no es feliz porque no se quiere a sí
misma como es. No nos reconocemos criaturas y queremos ser dioses. No nos
aceptamos como somos y queremos ser de otra manera. Exigimos el derecho a ser
lo que queramos ser. Hay personas que no se quieren a sí mismas. Y ahí empiezan
los problemas: sufrimiento, dolor, problemas psicológicos y hasta suicidios.
Hay que quererse como somos. Aceptarnos tal cual.
No somos perfectos. Todos tenemos defectos. Pero nos tenemos que gustar hasta
con nuestros defectos.
Una vez que nos queramos va ser más fácil querer a
los demás. Ya se que hay gente odiosa, gente maleducada y desagradable. Hay
delincuentes, terroristas, mal nacidos, violadores, asesinos… Y no hay otro
camino que aceptarlos, como hemos aceptado nuestros defectos.
No hay otro camino para ser feliz que amar. Las
personas que aman y son felices no hacen cosas distintas a los demás: hacen lo
mismo pero de manera distinta. Un médico que ama a los demás y es feliz, y otro
que no lo es curarán igual a sus pacientes; pero el feliz además de recetar o
de operar, amará a su paciente se preocupará por él y por su familia. Un
maestro feliz y uno que no lo sea enseñarán las mismas matemáticas o la misma
gramática; pero uno, amará a sus alumnos y a sus familias y se preocupará por
ellos y se desvivirá por ellos. No importa lo que hagas, sino cómo lo hagas.
Se puede ser buena persona y no ser feliz ni
realmente querer a las personas. Pero es que ser feliz no es solo ser buena
persona. Ser feliz es querer, es amar a cuantos nos rodean cada día, hasta
morir por ellos si fuera necesario. Entonces la muerte habrá dejado de ser un
mal rollo.
No obtiene la felicidad el que se obsesiona por su
propia felicidad y se olvida de los demás, sino el que en cierto modo se olvida
de sí y se entrega a sí mismo, tratando de hacer felices a los otros. El que da
felicidad no la pierde, sino que recibe aún más felicidad.
Feliz Día.
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