miércoles, 26 de junio de 2019

Miércoles 26 de junio de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton). 

Me parece que hoy es el último de los días más largos del año, mañana ya empezará el sol su lento camino en busca de un poco más de descanso, hoy aún lo tendremos desde las 06:37 horas hasta las 21:30.
Ayer me recordaban con el refrán “Comamos y bebamos que mañana moriremos” que tenemos que aprovechar estas fiestas para ser felices. Pero, les recordaba que es la segunda parte del refrán: “que mañana moriremos” la que es importante y a la que deberíamos prestar un poco más de atención.
Las fiestas son para disfrutarlas, quién lo duda, pero como todas las cosas buenas de este mundo pasan. Hoy estás arriba y mañana estás abajo. El paso del tiempo hace que lo que hoy era belleza y juventud mañana sean arrugas, canas y decrepitud. De ahí nuestra obsesión de lograr la fórmula de la eterna juventud. Porque tenemos deseos de eternidad. Y sabemos que vamos a morir. Y eso nos angustia, nos aterroriza, nos espanta.
El problema de muchas personas es que no encuentran, no tienen esperanza. La enfermedad, el sufrimiento, la muerte, los avatares de la vida acaban estropeándoles la fiesta. Llega un momento en que ya no pueden disfrutar y entonces ya no le encuentran sentido al vivir: por eso algunos (cada vez más) reclaman el “derecho a una muerte digna”; o sea, la eutanasia. Si la vida sólo es digna cuando disfruto de sus placeres, la existencia de un discapacitado, de un enfermo crónico o terminal no tiene ningún sentido.
Así razona una parte de nuestra sociedad. Una vida digna es la que consiste en disfrutar. Y si no disfrutas, mejor morir. No van a disfrutar. Por eso, por ejemplo, China aprobó su ley del hijo único: el Estado no puede alimentar a tantos habitantes.
La felicidad de este mundo así entendida es desalmada y cruel. Es un mundo inhumano: un infierno para millones de excluidos, pobres, parados, enfermos…
Mucha gente no es feliz porque no se quiere a sí misma como es. No nos reconocemos criaturas y queremos ser dioses. No nos aceptamos como somos y queremos ser de otra manera. Exigimos el derecho a ser lo que queramos ser. Hay personas que no se quieren a sí mismas. Y ahí empiezan los problemas: sufrimiento, dolor, problemas psicológicos y hasta suicidios.
Hay que quererse como somos. Aceptarnos tal cual. No somos perfectos. Todos tenemos defectos. Pero nos tenemos que gustar hasta con nuestros defectos.
Una vez que nos queramos va ser más fácil querer a los demás. Ya se que hay gente odiosa, gente maleducada y desagradable. Hay delincuentes, terroristas, mal nacidos, violadores, asesinos… Y no hay otro camino que aceptarlos, como hemos aceptado nuestros defectos.  
No hay otro camino para ser feliz que amar. Las personas que aman y son felices no hacen cosas distintas a los demás: hacen lo mismo pero de manera distinta. Un médico que ama a los demás y es feliz, y otro que no lo es curarán igual a sus pacientes; pero el feliz además de recetar o de operar, amará a su paciente se preocupará por él y por su familia. Un maestro feliz y uno que no lo sea enseñarán las mismas matemáticas o la misma gramática; pero uno, amará a sus alumnos y a sus familias y se preocupará por ellos y se desvivirá por ellos. No importa lo que hagas, sino cómo lo hagas.
Se puede ser buena persona y no ser feliz ni realmente querer a las personas. Pero es que ser feliz no es solo ser buena persona. Ser feliz es querer, es amar a cuantos nos rodean cada día, hasta morir por ellos si fuera necesario. Entonces la muerte habrá dejado de ser un mal rollo.
No obtiene la felicidad el que se obsesiona por su propia felicidad y se olvida de los demás, sino el que en cierto modo se olvida de sí y se entrega a sí mismo, tratando de hacer felices a los otros. El que da felicidad no la pierde, sino que recibe aún más felicidad.

Feliz Día.

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