viernes, 1 de marzo de 2019

Viernes 1 de marzo de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton). 
Comenzamos el tercer mes del año, y a efectos prácticos lo haremos con la salida del sol a las 07:33 horas, un sol que nos alumbrará hasta las 18:53 y que nos proporcionará otro buen día de invierno.
Hace dos semanas, más o menos, se montó un pequeño lío; el Ministerio de Exteriores paraba en España el registro de los bebés de vientres de alquiler concebidos en Ucrania, dos días después el Gobierno cambiaba de opinión y abría una posibilidad para inscribir a los nacidos por vientre de alquiler a través de una prueba de ADN y el permiso de la madre biológica gestante y solo 24 horas después el Gobierno volvía a rectificar distanciandose de la decisión del día anterior y el Ministerio de Justicia eliminaba las facilidades anunciadas con anterioridad.
Todo ese lío, me hizo pensar en los vientres de alquiler, y de qué se trataba, pues era un tema al que no había prestado atención. Por cierto, si escribimos “vientres de alquiler” en el buscador de Google te salen muchas páginas que facilitan el tener hijos por este sistema y que donde además se pueden encontrar “ofertas”.
Pues bien, a partir de aquí me encontré con la necesidad de averiguar cuál era mi posición ante este tema. Por cierto no tenía idea de la cantidad de famosos que han recurrido a este sistema para tener sus hijos, la lista es numerosa.
Y, claro, la pregunta que rápidamente me hace mi sentido común es: ¿Dónde están las madres de estos bebés, la mujer que los gestó y parió? Porque lo mire como lo mire la realidad es que un bebé ha sido separado de la mujer que lo gestó y aún más lo alumbró. Y la siguiente pregunta que me hago es: ¿Por qué se ha separado a un bebé de su madre? 
Por cierto, he podido ver ayer algunos reportajes en que muchos famosos aparecen en las revistas como si el bebé hubiera llegado por mensajería, sin una historia, sin un pasado y como si el hecho de ser separado de su madre gestante no tuviera ningún efecto.
Otra vez nos estamos olvidando de la dignidad de la persona, que un hijo es siempre un don, y que no es un derecho de los padres, que nos resulta muy fácil tocar la fibra sensible de la sociedad reconduciendo nuestra atención al problema de esos padres que no pueden regresar a sus hogares desde Ucrania con sus bebés, pero con un poco de atención llegaremos a la conclusión que esto es un intento más de normalizar las conductas de aquellos que eluden la ley española viajando a otros países para conseguir un hijo, a cambio del pago de un precio.
Lo que he comprobado, también, es que se evita cualquier tipo de valoración moral al respecto, para eludir que, con estas prácticas, el niño pasa a ser un objeto, es algo que tiene un precio y que se consigue sin más a través de un intercambio comercial, lo que claramente supone convertir al hijo en una cosa.
Pienso que es imposible de justificar de manera alguna el hecho de que los hijos sean tratados como objetos, como un producto mercantil, con el único fin de cubrir los deseos de los adultos.
¿Nos estamos escandalizando de que a través de los vientres de alquiler se compra un ser humano? ¿No será que nos estamos amoldando a la visión del todo vale con tal de conseguir nuestros deseos?

Feliz Día.

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