“Lo
correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal,
aunque todo el mundo se equivoque al respecto”.
(G.
K. Chesterton).
Ya era hora que se me presentara por delante un domingo
tranquilo en el que poder disfrutar de la posibilidad de hacer las menos cosas
posibles, así que desde las 07:19 horas hasta las 19:02 horas voy a intentar
aprovecharme del sol.
Estos días me he dado cuenta de la cantidad de
gente que se comporta y tiene actitudes despreciables y que están dispuestos a
justificar casi cualquier cosa con la excusa de apelar a que nos encontramos en
un entorno que debe alterar los cimientos de nuestra cultura.
Aunque para ser justo, no tratan de justificar
cualquier cosa, sino más bien que son propensos a justificar cualquier cosa que
les salga gratis. Ya sabemos que blasfemar contra lo que se considera sagrado
sale gratis. Al menos en el contexto católico.
Pensar y querer que en el “contexto subversivo” del
carnaval cabe insultar a la Virgen y hacer mofa, de un modo soez de Cristo es
tan absurdo como justificar que, en el “contexto subversivo” que le parezca a
cada cual, uno podría hacer lo que le viniese en gana, incluso agrediendo a los
demás.
Puestos a imaginar “contextos subversivos”, ¿por
qué limitarlos solo al carnaval? Indudablemente es absurdo sostener que un
“contexto subversivo” lo legitima todo. No es así. Hay cosas, como profanar
cadáveres, violar a las personas, o quemar a los judíos, que nunca, sea cual
sea el contexto, se pueden hacer. Y quien las haga, sea cual sea el contexto,
es, como mínimo, una mala persona y un impresentable.
Blasfemar contra la Virgen o contra un Cristo,
encima con vulgaridad, si cabe la redundancia, es una señal de sectarismo y de
desdén hacia lo que muchas otras personas veneran como lo más querido, como
pueden venerar la memoria de sus padres y de sus familiares.
No me imagino a nadie haciendo chistes sobre la violación
de su madre. También, por desgracia, me puedo imaginar que un representante
público apoye con dinero público una actuación denigrante, sea cual fuere el
contexto.
Lo lamentable es que el representante público no
sea cesado y que el pueblo, con cuyos impuestos se pagan esas afrentas, no le
obligue a dimitir. Estas cosas pasan porque el “contexto subversivo” en el que
nos movemos no es el de la verdadera democracia, ni el de la educación, ni el
de la justicia.
Es el contexto de la bellaquería, de la estupidez,
de la confusión. De la miseria moral.
Feliz Día.
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