domingo, 10 de marzo de 2019

Domingo 10 de marzo de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton).


Ya era hora que se me presentara por delante un domingo tranquilo en el que poder disfrutar de la posibilidad de hacer las menos cosas posibles, así que desde las 07:19 horas hasta las 19:02 horas voy a intentar aprovecharme del sol.
Estos días me he dado cuenta de la cantidad de gente que se comporta y tiene actitudes despreciables y que están dispuestos a justificar casi cualquier cosa con la excusa de apelar a que nos encontramos en un entorno que debe alterar los cimientos de nuestra cultura.
Aunque para ser justo, no tratan de justificar cualquier cosa, sino más bien que son propensos a justificar cualquier cosa que les salga gratis. Ya sabemos que blasfemar contra lo que se considera sagrado sale gratis. Al menos en el contexto católico.
Pensar y querer que en el “contexto subversivo” del carnaval cabe insultar a la Virgen y hacer mofa, de un modo soez de Cristo es tan absurdo como justificar que, en el “contexto subversivo” que le parezca a cada cual, uno podría hacer lo que le viniese en gana, incluso agrediendo a los demás.
Puestos a imaginar “contextos subversivos”, ¿por qué limitarlos solo al carnaval? Indudablemente es absurdo sostener que un “contexto subversivo” lo legitima todo. No es así. Hay cosas, como profanar cadáveres, violar a las personas, o quemar a los judíos, que nunca, sea cual sea el contexto, se pueden hacer. Y quien las haga, sea cual sea el contexto, es, como mínimo, una mala persona y un impresentable.
Blasfemar contra la Virgen o contra un Cristo, encima con vulgaridad, si cabe la redundancia, es una señal de sectarismo y de desdén hacia lo que muchas otras personas veneran como lo más querido, como pueden venerar la memoria de sus padres y de sus familiares.
No me imagino a nadie haciendo chistes sobre la violación de su madre. También, por desgracia, me puedo imaginar que un representante público apoye con dinero público una actuación denigrante, sea cual fuere el contexto.
Lo lamentable es que el representante público no sea cesado y que el pueblo, con cuyos impuestos se pagan esas afrentas, no le obligue a dimitir. Estas cosas pasan porque el “contexto subversivo” en el que nos movemos no es el de la verdadera democracia, ni el de la educación, ni el de la justicia.
Es el contexto de la bellaquería, de la estupidez, de la confusión. De la miseria moral.

Feliz Día.

No hay comentarios: