miércoles, 6 de marzo de 2019

Miércoles 6 de marzo de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton).


A las 07:25 horas ha amanecido, aunque no lo hemos podido apreciar como nos gustaría ya que las nubes nos impidieron ver el sol, aunque tenemos hasta las 18:58 para que exista la posibilidad de que nos alumbre.  
Es casi necesario volver otra vez a mostrar, desde mi punto de vista, uno de las déficits de nuestra sociedad democrática, me estoy refiriendo a la poca conciencia de ciudadanía que tenemos gran parte de nosotros. Me da la impresión que una vez que hemos sido reconocidos como personas con derechos civiles y políticos nos hemos acomodado y nos limitamos a vivir como individuos con derechos económicos.
Nos hemos olvidado de ser ciudadanos. De ser protagonistas de nuestra propia historia, de ser alguien con formación para tener una voz propia acerca de lo que nos afecta a nosotros y a los demás, una voz que merezca ser escuchada por nuestros conciudadanos. Si analizamos un poco lo que significa ser ciudadano y lo que es una democracia nos daremos cuenta de que existe una contradicción con una ciudadanía pasiva.
Estamos fracasando en la formación de auténticos ciudadanos, da la impresión de que sólo hemos logrado crear usuarios del sistema y que solo se benefician de él, sin que se interesen por el mecanismo que lo hace posible y necesario para su supervivencia.
Nuestra democracia se podrá mantener siempre que responda a una conducta ética que  validez a esta opción política: la de ser un sistema social y político, en permanente desarrollo que sea adecuado a individuos maduros y responsables que apuestan por él para organizarse colectivamente, enraizados en el aprecio, el respeto y la potenciación de los valores de la libertad, la igualdad y la solidaridad.
Sin embargo, cuando estos individuos se sienten desvinculados del sistema; cuando éste deja de responder a esa tensión ética de lograr una vida adecuada a sus expectativas, el sistema correrá un serio peligro.
Una forma de solucionar este problema sería fomentar la sociedad civil, para que sea este el marco adecuado para formar a verdaderos ciudadanos. En ésta se desvela el sentimiento de comunidad, de formar parte de algo junto con otros. Incluso el sentido de la justicia, individual y social, se desarrolla muy bien en el ámbito de la sociedad civil. Porque, ser un buen ciudadano y tener civismo no tiene que ver con la cortesía, sino con la responsabilidad. De ahí que se pueda decir que tan incívico es destrozar el mobiliario urbano como militar en organismos políticos que tienen como objetivo el poder y el beneficio personal. Ambas cosas agreden al sistema democrático.
En realidad lo que necesitamos en estos días es desarrollar el civismo en nosotros, individual y socialmente. Ya que a menudo olvidamos que disfrutamos de grandes logros, y que estos precisan de una cuidadosa atención para seguir dando frutos. Si los abandonamos a su propia inercia sin abonarlos ni podarlos es ponerlos, a medio plazo, en peligro de que desaparezcan.
La estabilidad de un sistema democrático pasa por reconocer y potenciar el papel de la sociedad civil en ellos. Cuando ésta es una verdadera escuela de ciudadanos, la calidad del sistema político mejorará sin duda.

Feliz Día.

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