miércoles, 27 de marzo de 2019

Miércoles 27 de marzo de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton).

A nadie creo que extrañará que me gusta ver amanecer, es uno de los espectáculos junto con la puesta de sol que mejor nos muestran la belleza, y que no se valoran en lo que se merecen posiblemente porque son gratis, hoy los podemos admirar a las 06:53 horas y a las 19:19 horas.
¿Sabemos elogiar esos momentos? ¿Sabemos celebrar las cosas como deben ser celebradas? Me parece que no. Pretendemos hacerlo, pero por lo general no sabemos como.  Habitualmente lo celebramos mal.
¿Cómo lo celebramos de habitualmente? Si observamos a nuestro alrededor, rápidamente, nos daremos cuenta que lo hacemos exagerando las cosas; realizamos muchas de las cosas que hacemos habitualmente o sea: bebiendo, comiendo, conversando, cantando y bailando, y llevando todo esto a la exageración. Para casi todos nosotros, una celebración significa comer demasiado, beber exageradamente, cantar demasiado alto, contar un chiste a demasiados, esperando que en algún punto de todo ese exceso encontremos el secreto de hacer extraordinaria esta ocasión.
La gran mayoría de nosotros tenemos esta rara idea de que podemos encontrar un gozo especial y un placer empujando las cosas más allá de sus límites normales. Pero de esta forma solo encontramos un pequeño aunque precioso placer verdadero.
La mejor forma de disfrutar, es vincular a los demás en todo lo posible, en sentir que hemos podido trasmitir esas sensaciones y experimentar esa emoción. Pero eso no sucede en una exageración. Por eso muchas de las celebraciones son seguidas por una resaca física pero también emocional. ¿Por qué? ¿Por qué nos resulta tan complicado hacer una auténtica celebración?
Quizás, solo quizás, podemos encontrar la respuesta en que nosotros no intentamos disfrutar simplemente de las cosas, para tomar simplemente la vida, el amor y el placer como regalos gratuitos que simplemente nos han dado. No es que no tengamos esta capacidad para esto. La cuestión está más en el hecho de que raramente encontramos el auténtico deleite que buscamos en nuestra vida, y esto nos lleva a una falsa celebración, o sea, al exceso.
Confundimos el placer con el deleite, el exceso con el éxtasis. Y como no podemos gozar simplemente, vamos al exceso, traspasamos nuestros límites y confiamos que así lo realzaremos.
Y aun así, tenemos que celebrar. Poseemos una innata necesidad de celebrar, porque ciertos momentos y acontecimientos de nuestras vidas simplemente lo requieren. Requieren ser rodeados de rituales que eleven e intensifiquen su significado y requieren ser compartidos con otros de manera especial y destacada. Lo que dejamos de celebrar dejaremos pronto de apreciar.
Tenemos una indomable necesidad de celebrar; eso es bueno. El objeto de la celebración es destacar ciertos acontecimientos y sentimientos como para compartirlos con otros de manera extraordinaria.
Tenemos mucho que vencer en nuestra lucha por llegar a una genuina celebración. Aún necesitamos aprender que el elevado disfrute no se encuentra en el exceso, hasta que aprendamos esa lección,  mayormente caminaremos a casa tambaleándonos, más vacíos, más cansados y más solos que antes de la fiesta. Luchamos por saber cómo celebrar, pero debemos continuar intentándolo.

Feliz Día.

No hay comentarios: