viernes, 9 de agosto de 2019

Viernes 9 de agosto de 2019.

"Una cosa muerta puede ir con la corriente, pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton). 

Hoy, en el día en que nos acordamos de san Oswaldo, y donde hemos asistido a la salida del sol a las 07:09 horas y disfrutaremos y de su crepúsculo a las 21:03 horas, hoy, vamos a volver a pasar calor.
Estamos en unos días en los que muchos de nosotros nos encontramos de viaje o acabamos de volver, las vacaciones son una ocasión más para viajar. Pero no solo se viaja por placer, unos lo hacen por razones de negocios, otros movidos por la urgente necesidad de salir de la miseria, de la guerra o de la persecución. La fe también ha movido y mueve a muchas personas hacia lugares donde lo sagrado esta presente de una manera especial.
Casi nadie ignora que viajar por placer, para conocer otros lugares, para romper con la rutina diaria y ensanchar la mente y el corazón, son una forma de terminar con muchos de los prejuicios que podamos tener sobre otros países y personas.
Los que hemos viajado algunas veces por placer sabemos que ese ensanchamiento de la mente y del corazón no sucede sin más. Nuestra actitud al elegir, preparar e iniciar el viaje y la forma con la que nos vamos a relacionar con esos lugares y sus habitantes van a tener una importancia crucial para que ese ensanchamiento de nuestra mente y corazón sean verdaderos.
Muchas de las personas que conozco viajan como un acto consumista más, viajan más para contarlo que para el disfrute y el enriquecimiento personal. A un lugar se debería viajar para ver, escuchar, aprender y compartir con sencillez, no para enseñar ni exhibir nuestra forma de ser ni nuestro modo de vida.
El motivo de un viaje no debería ser tener algo que contar a nuestros amigos, sino tener algo que contarnos a nosotros mismos, algo que revivir con tranquilidad y sacar provecho de la experiencia. Se trata de que esos lugares y esas personas que hemos visto y conocido penetren en nuestro interior y se conviertan en algo nuestro. Lo importante de un viaje no es llegar a zonas cada vez más remotas y exóticas, y volver solo con souvenirs. Nos podemos enriquecer igualmente casi al lado de casa, en esa España vacía, donde el tiempo se ralentiza y el reloj avanza a un ritmo más pausado y sus gentes nos pueden mostrar valores, tradiciones y paisajes que son más genuinas con nuestra forma de ser y de vivir.
Aunque, si lo pensamos bien, hay otra forma de conseguir los mismos beneficios. El hombre es el único animal que posee la facultad de viajar mentalmente a lo largo del tiempo. Puede viajar hacia el pasado, recordar los lugares que visitamos, navegar entre nuestros recuerdos y encontrar esos remansos de paz que nos den firmeza para afrontar el futuro. El viaje hacia nuestro interior es también viajar.
Al fin y al cavo, viajar es alcanzar una regeneración personal y espiritual, o sea buscar la posibilidad de un encuentro con lo más auténtico y profundo de nosotros mismos, a la vez que un tiempo favorable para el cultivo espiritual. Ponernos en contacto con la naturaleza, la lectura reflexiva de un buen libro y la conversación tranquila nos ayudaran con esa terapia psicológica y espiritual que pueden llegar a ser los viajes.

Feliz Día.

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