"Una
cosa muerta puede ir con la corriente, pero sólo un ser vivo puede ir en su
contra." (G. K. Chesterton).
Hoy, que celebramos a San Ponciano y San Hipólito de
Roma y que el sol ha intentado salir a las 07:13 horas y que espera alumbrarnos
hasta las 20:58 horas, vamos a ver si no sufrimos el bochorno de días pasados.
En la tertulia que surgió junto con el café de
media tarde, y con la ayuda de una temperatura más agradable, nos dimos cuenta que vemos muchos de los asuntos públicos que se están
debatiendo hoy en día desde una perspectiva confusa. No tenemos claro cuál es
la situación concreta de la economía. No sabemos diferenciar qué grupos se
encuentran en la lucha por controlar todos los mecanismos de acceso y de gestión
del poder. No comprendemos una gran parte de los programas electorales de los
partidos políticos, y muchas veces llegamos a la conclusión que esos programas
son irrealizables y que solamente se nos muestran como un cebo para conseguir
nuestros votos.
Porque, si lo razonamos un poco, y, sabiendo que la
democracia da por supuesto que cada uno de nosotros, tras alcanzar la edad
necesaria por la ley, puede decidir lo que sería mejor para nuestro país. Y que,
esa máxima “un hombre un voto” se ha convertido en una especie de principio que
permite el que todos, teóricamente, puedan participar en la gestión del estado y de los diferentes niveles
de gobierno.
Si esto es así, ¿donde encontramos a las personas
que nos puedan enseñar a entender los problemas que nos rodean y cuales son sus
soluciones? Para poder dar nuestro voto con “autoridad”. A muchas personas nos gustaría
encontrar guías y expertos competentes, con “autoridad” para recibir de ellos algo de luz sobre la
situación en la que vivimos, sobre las necesidades más urgentes para llevar al
Estado por el buen camino, sobre la viabilidad y acierto de los programas
electorales que nos ponen delante.
Nos surgen entonces preguntas de difícil solución:
¿existen esos guías? De existir, ¿cómo identificarlos? ¿Qué garantías ofrecen
de honestidad y competencia? ¿No subsiste el riesgo de que también los guías
sean personas manipuladas o manipuladoras, que engañen a las personas para que vivan
subyugadas a los grupos de poder más agresivos?
El problema que nos plantean esas preguntas es
viejo como la humanidad. Ya en la Grecia antigua se discutía de lo importante
que es tener un conocimiento capaz de distinguir entre un buen médico y un mal
médico, para confiar nuestra salud al primero y para eludir los engaños o
errores del segundo. Lo mismo se aplicaba al arte de la navegación, a la
guerra, a la política, y a otros muchos ámbitos de la vida social.
Pero, ¿cómo identificar a quienes tienen autoridad,
competencia, sabiduría y honestidad? ¿Cómo distinguirlos de los sofistas
engañadores, incompetentes, hábiles para presentar como si fuera un buen
programa lo que en realidad llevará a un país a la ruina?
Han pasado los siglos y esas preguntas siguen en
pie, más ahora, en un mundo confuso como el nuestro, en el que se ofrece,
incluso con la ayuda de fondos públicos, a algunos (no a todos) la oportunidad
de «vender» sus programas y sus ideas a los votantes.
Frente a esta situación, no pensáis, que existe una
necesidad de llevar al mundo democrático por un camino que vaya más allá de la
lucha por conquistar votos. Llevarlo a un lugar donde sea posible encontrar
caminos para formar a hombres y mujeres expertos, que, con sus estudios y,
sobre todo, con la honestidad que se espera de ellos, lleguen a tener la suficiente
«autoridad» para ofrecernos luz, que nos enseñen, y así, que nuestro voto pueda
guiar por el mejor camino al estado, para que sea más justo y más eficaz.
En fin, ayer se nos paso la tarde con estas
historias.
Feliz Día.
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