martes, 13 de agosto de 2019

Martes 13 de agosto de 2019.

"Una cosa muerta puede ir con la corriente, pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton). 


Hoy, que celebramos a San Ponciano y San Hipólito de Roma y que el sol ha intentado salir a las 07:13 horas y que espera alumbrarnos hasta las 20:58 horas, vamos a ver si no sufrimos el bochorno de días pasados.
En la tertulia que surgió junto con el café de media tarde, y con la ayuda de una temperatura más agradable, nos dimos cuenta que vemos muchos de los asuntos públicos que se están debatiendo hoy en día desde una perspectiva confusa. No tenemos claro cuál es la situación concreta de la economía. No sabemos diferenciar qué grupos se encuentran en la lucha por controlar todos los mecanismos de acceso y de gestión del poder. No comprendemos una gran parte de los programas electorales de los partidos políticos, y muchas veces llegamos a la conclusión que esos programas son irrealizables y que solamente se nos muestran como un cebo para conseguir nuestros votos.
Porque, si lo razonamos un poco, y, sabiendo que la democracia da por supuesto que cada uno de nosotros, tras alcanzar la edad necesaria por la ley, puede decidir lo que sería mejor para nuestro país. Y que, esa máxima “un hombre un voto” se ha convertido en una especie de principio que permite el que todos, teóricamente, puedan participar en la  gestión del estado y de los diferentes niveles de gobierno.
Si esto es así, ¿donde encontramos a las personas que nos puedan enseñar a entender los problemas que nos rodean y cuales son sus soluciones? Para poder dar nuestro voto con “autoridad”. A muchas personas nos gustaría encontrar guías y expertos competentes, con “autoridad” para  recibir de ellos algo de luz sobre la situación en la que vivimos, sobre las necesidades más urgentes para llevar al Estado por el buen camino, sobre la viabilidad y acierto de los programas electorales que nos ponen delante.
Nos surgen entonces preguntas de difícil solución: ¿existen esos guías? De existir, ¿cómo identificarlos? ¿Qué garantías ofrecen de honestidad y competencia? ¿No subsiste el riesgo de que también los guías sean personas manipuladas o manipuladoras, que engañen a las personas para que vivan subyugadas a los grupos de poder más agresivos?
El problema que nos plantean esas preguntas es viejo como la humanidad. Ya en la Grecia antigua se discutía de lo importante que es tener un conocimiento capaz de distinguir entre un buen médico y un mal médico, para confiar nuestra salud al primero y para eludir los engaños o errores del segundo. Lo mismo se aplicaba al arte de la navegación, a la guerra, a la política, y a otros muchos ámbitos de la vida social.
Pero, ¿cómo identificar a quienes tienen autoridad, competencia, sabiduría y honestidad? ¿Cómo distinguirlos de los sofistas engañadores, incompetentes, hábiles para presentar como si fuera un buen programa lo que en realidad llevará a un país a la ruina?
Han pasado los siglos y esas preguntas siguen en pie, más ahora, en un mundo confuso como el nuestro, en el que se ofrece, incluso con la ayuda de fondos públicos, a algunos (no a todos) la oportunidad de «vender» sus programas y sus ideas a los votantes.
Frente a esta situación, no pensáis, que existe una necesidad de llevar al mundo democrático por un camino que vaya más allá de la lucha por conquistar votos. Llevarlo a un lugar donde sea posible encontrar caminos para formar a hombres y mujeres expertos, que, con sus estudios y, sobre todo, con la honestidad que se espera de ellos, lleguen a tener la suficiente «autoridad» para ofrecernos luz, que nos enseñen, y así, que nuestro voto pueda guiar por el mejor camino al estado, para que sea más justo y más eficaz.
En fin, ayer se nos paso la tarde con estas historias.

Feliz Día. 

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