"Una
cosa muerta puede ir con la corriente, pero sólo un ser vivo puede ir en su
contra." (G. K. Chesterton).
Desde las 07:08 horas, el sol colabora con el
bochorno que vamos a soportar durante todo el jueves y no será hasta las 21:04 horas,
cuando nos abandone, que la temperatura empezará a descender. Por cierto, hoy
celebramos a santo Domingo de Guzmán.
Que nos encontramos en una época de cambio ya casi
nadie lo niega, la expresión “sociedad posmoderna” que tantas veces oímos ya nos
indica que nos encontramos en la parte final de una etapa a la que solemos
llamar; “la modernidad”, y que estamos comenzando otra que todavía desconocemos.
Estamos, pues, en una situación de cambio y de poco
nos servirá movernos con una mentalidad de tiempos pasados. Ahora percibimos
los acontecimientos que suceden en el mundo de una manera diferente a como lo hacían
las generaciones anteriores y por lo tanto reaccionamos afectivamente de otra manera.
Ante este cambio cultural al que estamos asistiendo
no podemos estar continuamente lamentándonos o encerrándonos con nuestras ideas
en un gueto. Si queremos entender este “nuevo mundo” e influir en él, tenemos
antes que nada querer el mundo en que vivimos, sin mirar al pasado con
nostalgia y resignación, sino todo lo contrario, debemos adoptar una actitud
positiva ante esta nueva época.
También hay que defender nuestras ideas y
principios, pues esto va a enriquecer el diálogo con las diferentes posturas,
ya que de esta forma vamos a tener claras las diversas posiciones. Aunque puede
surgir una complicación, pues si yo reafirmo demasiado mis convicciones, puede
existir el riesgo de que me encierre en ellas y no escuche las demás o lo haga
con menos interés.
Sí, este riesgo existe. Pero si no existiera,
entonces no creería completamente en mis principios. Estos, me llevan continuamente
a salir de mi mismo y ayudar a los demás, a dialogar con todos, estén o no de
acuerdo con mi manera de pensar o de estilo de vida. Se que con ese diálogo,
voy a enriquecerme con la parte de razón que tenga el otro, y que aprenderé a
integrarla poco a poco, en mi visión del mundo y que aportaré algo de mi visión
a la suya.
Ahora bien: esta actitud de apertura a los demás
exige tener muy clara mi propia identidad. Porque si no, puedo quedar expuesto
a las modas y terminar buscando no lo verdadero sino lo apetecible; lo que me
gusta y me va bien. Por otra parte, sin esa sólida identidad haría un flaco
favor a los demás: me quedaría sin respuestas para sus interrogantes, y no
podría mostrar claramente mis ideas.
Hoy en día se ve con desconfianza a quien defiende
con firmeza estar en posición de la verdad, y se puede dar a entender que estar
seguros de nuestras convicciones es un signo de arrogancia extrema.
Pero, la firmeza de convicciones no está reñida con
la humildad ni con la apertura de nuestra mente, actitudes necesarias para un
auténtico diálogo con los demás. Los demás siempre pueden enseñarme algo. Puedo
aprender de todos, sin perder mi propia identidad. Además, conocer los puntos
de vista ajenos puede servirme para revisar algunas ideas propias que quizá se
han vuelto demasiado rígidas.
Hay personas que tienen una fuerte seguridad en sus
ideas, y, sin embargo, no convencen a nadie. Cuando alguien se muestra
demasiado seguro, en general suele despertar rechazo. Ya no se acepta que
alguien hable “desde arriba” al común de los mortales, como si él fuera el
único portador de la verdad.
Lo que atrae más en nuestros días no es la
seguridad, sino la sinceridad: explicar a los demás las razones que nos llevan
a tener nuestras razones y, al mismo tiempo, hablarles también de nuestras
dudas e incertidumbres. Se trata de ponerse al lado del otro y buscar la verdad
junto con él. Ciertamente, yo puedo darle mucho; pero los otros también pueden
enseñarme mucho.
Feliz Día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario