"Una
cosa muerta puede ir con la corriente, pero sólo un ser vivo puede ir en su
contra." (G. K. Chesterton).
El sol ha salido a lucirse a las 07:06 horas y me
parece que lo hará hasta las 21:08, en un día de calor que curiosamente
celebramos a Nuestra Señora de las Nieves.
Recuerdo que alguna vez pensé que el sistema de las
autonomías podía ser un freno al nacionalismo independentista. Han pasado los
años y puedo comprobar que me equivocaba. No supe entender entonces que el
nacionalismo, actúa de la misma forma que un chantajista, ya que nunca estará
satisfecho con lo que va ha obtener. Es insaciable.
Parte de la responsabilidad de lo que esta sucediendo
hoy en día en España, hay que atribuírsela a personas como yo que nos
equivocamos. Mi visión de lo que estaba sucediendo me impidió ver cuál era el
enemigo, que no el adversario, común. Un independentismo que ha sabido
aprovechar la necesidad de apoyos parlamentarios de los dos grandes partidos,
que precisaban en cada momento, para prestárselos a aquel del que más
beneficios se podían obtener, y así ir sentando las bases para su objetivo
final, que no es otro que la independencia.
Muchas veces se nos ha olvidado que la democracia
no consiste en que la oposición diga sistemáticamente NO a lo que diga el
Gobierno, para desgastarle, impedir que lleve a efecto su programa, y así
demostrar cada día ante su electorado que se ejerce como oposición. Eso es
pervertir su verdadera esencia. La democracia sirve, para que entre todos, se
adopten las mejores soluciones para el mejor gobierno del pueblo.
Pero para eso, claro esta, se precisa, que la
oposición y el gobierno sientan un profundo amor por su país, que recuerden el
pasado para que no se repitan los mismos errores, tengan una visión clara de
cuál es el futuro que desean para el país que representan y como llegar a lograrlo.
Si por el contrario, como nos esta pasando desde
hace décadas, la única meta de la oposición es expulsar del poder al Gobierno
mayoritariamente elegido mediante oscuras alianzas de los perdedores en los
despachos, estaremos fortaleciendo indirectamente al enemigo común: el nacionalismo
separatista. Y esto es lo que se ha venido haciendo hasta ahora. Para debilitar
al adversario, pactar con el enemigo —muchas veces a costa de lo que fuere— en
vez de haber facilitado el gobierno del ganador, para no obligarle a pactar con
quien en realidad es un traidor, no solamente para ambos partidos, sino para
todos los españoles.
Salvo que uno de los dos partidos mayoritarios
alcanzase las tan denostadas mayorías absolutas, gracias a su incapacidad para
distinguir entre quien es el adversario y quien el enemigo común, los
nacionalistas han tenido siempre la llave del poder, para obligar a cambio, a
las formaciones no nacionalistas a negociar con ellos y sólo con ellos.
Esta ciega cerrazón de la izquierda y la derecha
españolas, otorga a los partidos nacionalistas un poder desmedido que el pueblo
jamás les otorgó.
Frecuentemente escuchamos afirmaciones llenas de
ambigüedad: “Hay que dialogar”. “Hay que negociar”. “Es responsabilidad del
Gobierno negociar”, se escucha constantemente por parte de quien queriendo
estar a todas, se encuentra dispuesto a negociar lo innegociable.
Pero, negociar ¿Qué? No cabe duda, y hay que
tenerlo en cuenta, de que el referente final de cualquier negociación no puede
ser sino alcanzar el objetivo final, que es el acuerdo. En una verdadera
negociación, el acuerdo es tan solo la meta
que alcanzaremos, si el avance de la misma ha sido equilibrada.
La negociación es un proceso complicado en el que
no solo es preciso tener en cuenta si aquello en lo que vamos a ceder, es
proporcionado a lo que pretendemos obtener a cambio, sino también los efectos de
aquello que estamos dispuestos a entregar, pueda producir en el futuro.
Solo existe capacidad negociadora cuando se busca
un acuerdo integrador para los intereses de ambas partes, de tal manera que el
resultado final, sea que las dos se sientan igualmente insatisfechas por
aquello en lo que han tenido que ceder. Para ello hay que tener un conocimiento
profundo de lo que es un proceso negociador y un alto sentido de la
responsabilidad para respetar los límites que jamás se deben traspasar.
No se trata de ir dejando el problema final para más
tarde, puesto que ese día llegará, y no podremos dar lo que no tenemos. De lo
contrario, lo que se suele producir es el entreguismo de una parte frente al
chantaje de la contraria, y este es un pecado que han cometido los dos grandes
partidos españoles, que no han tenido el menor sonrojo en arrodillarse ante al
nacionalismo rampante de nuestra actual etapa democrática.
Si a pesar de sus diferencias ideológicas, PP y
PSOE, hubieran hecho un frente común frente al nacionalismo, este nunca hubiera
adquirido la fuerza de que actualmente hace gala frente al resto de España.
Me produce, después de tantos años, asombro y
perplejidad que haya quien pueda creer, que aunque se otorgasen todas las prerrogativas
que se demandan, el nacionalismo se vería satisfecho. Por el contario, creo,
que se haría más fuerte y la provocación y el desafío serán aún mayores.
Feliz Día.
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