"Una
cosa muerta puede ir con la corriente, pero sólo un ser vivo puede
ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Intenso
fin de semana el que hemos pasado, que unido a la fiesta del jueves
nos ha permitido disponer de un largo puente, unos días en los que
hemos podido olvidarnos de nuestras costumbres y nos ha permitido
recorrer lugares, cercanos, que nos han mostrado lo variado del
turismo que nos visita, un turismo europeo que nos muestra la
variedad de formas de ser que nos encontramos en la Unión Europea.
En
fin, empezamos la semana con el sol saliendo a las 07:18 horas y
celebrando a San Juan Eudes, y, a las 20:50 horas, cuando el sol se
marche a descansar, tal vez, podremos disfrutar de unas temperaturas
más agradables con las que pasar la noche.
Tenemos
la suerte de que prácticamente sin movernos de casa nos podemos
encontrar con las diferentes sensibilidades de los europeos y podemos
darnos cuenta de la necesidad que tuvieron los llamados Padres
fundadores de la Unión Europea para unir a todos los europeos con la
intención de superar esta clase de divisiones.
Quisiera
subrayar, que en aquel proyecto político se encontraba sobre todo la
confianza que se tenía en el hombre, no como un producto económico
ni como la de un ciudadano, sino más bien como el hombre como
persona, que posee una dignidad que le supera.
La
conciencia de hombre como persona nace sobre todo en el pensamiento
europeo, que se caracteriza por un fructífero encuentro, cuyas
múltiples y también lejanas fuentes provienen de Grecia y Roma, de
los ambientes celtas, germánicos y eslavos, y sobre todo del
cristianismo que los influyo profundamente, dando así lugar al
concepto de “persona”.
Hoy,
lo estamos viendo todos los días en las noticias, los nuevos
dirigentes de la Unión Europea se están olvidando del compromiso
que se adquirió al crearla, que no era otro que favorecer la
dignidad de la persona, no solo en Europa sino también en sus
relaciones con los otros países. Se trataba de un compromiso
importante y admirable que hay que volver a poner encima de mesa,
pues aún persisten demasiadas situaciones en las que los seres
humanos son tratados como objetos, objetos, a los que se les puede
programar en su concepción, que se les puede configurar y establecer
cual debe ser su utilidad, y que después pueden ser desechados
cuando ya no sirven, ya sea por ser débiles, por estar enfermos o
por ya ser ancianos.
En
efecto, ¿qué dignidad puede tener un hombre cuando le falta la
posibilidad de expresar libremente su pensamiento o de profesar sin
temor su fe religiosa? ¿Qué dignidad es posible si no existe un
marco jurídico claro, que frene el uso de la fuerza y haga
prevalecer la ley sobre la tiranía del poder? ¿Qué dignidad puede
tener un hombre o una mujer cuando es objeto de discriminación? ¿Qué
dignidad puede encontrar una persona que no tiene qué comer o lo
mínimo necesario para vivir o, aún peor, que no tiene el trabajo
que le otorga dignidad?
A
lo dirigentes de nuestra Unión Europea hay que recordarles que darle
dignidad a la persona significa reconocer que posee derechos
inalienables, de los cuales no puede ser privada arbitrariamente por
nadie y, menos aún, en beneficio de intereses económicos.
Estamos
asistiendo a una reivindicación siempre más amplia de los derechos
individuales, que buscan una concepción de la persona humana
desligada del contexto social, una persona cada vez más
individualizada que cada vez se encuentra más insensible ante los
que le rodean. Da la impresión que el concepto de derecho ya no va
unido al de deber, tan esencial y a la vez complementario, se están
afirmando derechos al individuo sin tener en cuenta que cada ser
humano está unido a una sociedad, en la cual sus deberes y derechos
están conectados a los de los demás y sobre todo al bien común de
la misma sociedad.
Creo
que recuerdo bien cuando digo que el lema de la Unión Europea es
Unidad en la diversidad, pero la unidad no significa uniformidad
política, económica, cultural, o de pensamiento. En realidad, toda
auténtica unidad vive de la riqueza de la diversidad que la compone:
al igual que una familia, que está tanto más unida cuanto cada uno
de sus miembros puede ser más plenamente el
mismo sin temor.
Así
creo que hay que ver a Europa, como una familia de pueblos, que
podrán sentir cercanas las instituciones de la Unión si estas saben
manejar adecuadamente el deseado ideal de la unidad, con la
diversidad propia de cada uno, valorando todas las tradiciones;
tomando conciencia de su historia y de sus raíces; liberándose de
tantas manipulaciones y fobias.
Poner
en el centro la persona humana significa sobre todo dejar que muestre
libremente el propio rostro y la propia creatividad, ya sea en el
ámbito particular o como pueblo.
Feliz
Día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario