lunes, 19 de agosto de 2019

Lunes 19 de agosto de 2019.


"Una cosa muerta puede ir con la corriente, pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).

Intenso fin de semana el que hemos pasado, que unido a la fiesta del jueves nos ha permitido disponer de un largo puente, unos días en los que hemos podido olvidarnos de nuestras costumbres y nos ha permitido recorrer lugares, cercanos, que nos han mostrado lo variado del turismo que nos visita, un turismo europeo que nos muestra la variedad de formas de ser que nos encontramos en la Unión Europea.
En fin, empezamos la semana con el sol saliendo a las 07:18 horas y celebrando a San Juan Eudes, y, a las 20:50 horas, cuando el sol se marche a descansar, tal vez, podremos disfrutar de unas temperaturas más agradables con las que pasar la noche.
Tenemos la suerte de que prácticamente sin movernos de casa nos podemos encontrar con las diferentes sensibilidades de los europeos y podemos darnos cuenta de la necesidad que tuvieron los llamados Padres fundadores de la Unión Europea para unir a todos los europeos con la intención de superar esta clase de divisiones.
Quisiera subrayar, que en aquel proyecto político se encontraba sobre todo la confianza que se tenía en el hombre, no como un producto económico ni como la de un ciudadano, sino más bien como el hombre como persona, que posee una dignidad que le supera.
La conciencia de hombre como persona nace sobre todo en el pensamiento europeo, que se caracteriza por un fructífero encuentro, cuyas múltiples y también lejanas fuentes provienen de Grecia y Roma, de los ambientes celtas, germánicos y eslavos, y sobre todo del cristianismo que los influyo profundamente, dando así lugar al concepto de “persona”.
Hoy, lo estamos viendo todos los días en las noticias, los nuevos dirigentes de la Unión Europea se están olvidando del compromiso que se adquirió al crearla, que no era otro que favorecer la dignidad de la persona, no solo en Europa sino también en sus relaciones con los otros países. Se trataba de un compromiso importante y admirable que hay que volver a poner encima de mesa, pues aún persisten demasiadas situaciones en las que los seres humanos son tratados como objetos, objetos, a los que se les puede programar en su concepción, que se les puede configurar y establecer cual debe ser su utilidad, y que después pueden ser desechados cuando ya no sirven, ya sea por ser débiles, por estar enfermos o por ya ser ancianos.
En efecto, ¿qué dignidad puede tener un hombre cuando le falta la posibilidad de expresar libremente su pensamiento o de profesar sin temor su fe religiosa? ¿Qué dignidad es posible si no existe un marco jurídico claro, que frene el uso de la fuerza y haga prevalecer la ley sobre la tiranía del poder? ¿Qué dignidad puede tener un hombre o una mujer cuando es objeto de discriminación? ¿Qué dignidad puede encontrar una persona que no tiene qué comer o lo mínimo necesario para vivir o, aún peor, que no tiene el trabajo que le otorga dignidad?
A lo dirigentes de nuestra Unión Europea hay que recordarles que darle dignidad a la persona significa reconocer que posee derechos inalienables, de los cuales no puede ser privada arbitrariamente por nadie y, menos aún, en beneficio de intereses económicos.
Estamos asistiendo a una reivindicación siempre más amplia de los derechos individuales, que buscan una concepción de la persona humana desligada del contexto social, una persona cada vez más individualizada que cada vez se encuentra más insensible ante los que le rodean. Da la impresión que el concepto de derecho ya no va unido al de deber, tan esencial y a la vez complementario, se están afirmando derechos al individuo sin tener en cuenta que cada ser humano está unido a una sociedad, en la cual sus deberes y derechos están conectados a los de los demás y sobre todo al bien común de la misma sociedad.
Creo que recuerdo bien cuando digo que el lema de la Unión Europea es Unidad en la diversidad, pero la unidad no significa uniformidad política, económica, cultural, o de pensamiento. En realidad, toda auténtica unidad vive de la riqueza de la diversidad que la compone: al igual que una familia, que está tanto más unida cuanto cada uno de sus miembros puede ser más plenamente el mismo sin temor.
Así creo que hay que ver a Europa, como una familia de pueblos, que podrán sentir cercanas las instituciones de la Unión si estas saben manejar adecuadamente el deseado ideal de la unidad, con la diversidad propia de cada uno, valorando todas las tradiciones; tomando conciencia de su historia y de sus raíces; liberándose de tantas manipulaciones y fobias.
Poner en el centro la persona humana significa sobre todo dejar que muestre libremente el propio rostro y la propia creatividad, ya sea en el ámbito particular o como pueblo.
Feliz Día.

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