"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Empezamos el fin de semana con el
sol que nos ha salido a las 07:23 horas y que nos acompañara durante todo el día,
hasta las 20:43, en un sábado en el que celebramos a San Bartolomé.
Parece ser que cuando se termine el
mes nos encontraremos por fin al final de esta crisis institucional que
llevamos tiempo arrastrando, cuando digo que llegaremos al final no me estoy
refiriendo a que se va ha terminar sino que terminara esta y comenzaremos otra.
La verdad es que nadie sabe aún cómo
vamos a salir de esta parálisis política en la que estamos. Y, esto sucede en
un momento histórico especialmente delicado por la larga crisis, no solo económica
sino también estructural que atravesamos desde hace años.
Me da la impresión que nos encontramos
bloqueados en una crisis de identidad y en una preocupante apatía. Se nota la
frustración y la rabia de la gente, por otra parte comprensible. Vemos el desencanto
y el escepticismo en las personas. Hay malestar, y tras ese malestar nos
encontramos cada vez más a menudo con la soledad, con el aislamiento, con el
empobrecimiento de nuestras relaciones y de nuestros vínculos.
Si lo pensamos un poco nos daremos
cuenta que nuestro país lo podemos comparar con un vergel que se va
desertificando poco a poco. Estamos asistiendo a un empobrecimiento en nuestras
relaciones entre las instituciones, instituciones que históricamente habían
creado una unidad de pueblo antes aún que una unidad de nación.
¿Cuál es el motivo por el qué nos
cuesta tanto implicarnos en proyectos por el bien común? ¿Por dónde hay que
empezar a buscar soluciones? Esta claro que hace falta un nuevo modo de
hacerlo, un modo que sea capaz de mirar nuestra realidad más a fondo, de utilizar
la mirada, de sorprenderse. Hay que mirar, para dejar de ver personas sin
rostro y figuras anónimas, y empezar ser personas que sepan mirar, sorprenderse
y encontrar en ello nuestra identidad.
¿A dónde nos lleva un desafío así? El
crecimiento de la autoconciencia personal, la maduración de la razón, del
afecto, de la libertad. Pero, como sabemos, esto puede suceder cuando uno
acepta abrirse, conocer, entrar en materia, meter las manos en la masa, correr
el riesgo de equivocarse.
Hoy más que nunca se nota la
necesidad de buscar acciones que ayuden a la persona para que recupere
conciencia, motivación, confianza. Podemos hacer todas las reformas que se
quieran, pero sin la educación de la persona no podrá haber cambio en las instituciones.
Feliz Día.
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