"Una
cosa muerta puede ir con la corriente, pero sólo un ser vivo puede ir en su
contra." (G. K. Chesterton).
Con un sol que ha empezado a lucir a las 07:04
horas, se pone en marcha este sábado, en el que se celebra la festividad de san
Pedro Julián Eymard, y concluirá a las 21:10 horas con la puesta de sol, que a
su vez dará paso a la noche más famosa de la semana, el sábado noche.
Me comentaban el otro día que es bueno reconocer y
admitir nuestra falta de conocimientos ya que esto nos da la posibilidad de
acceder a una verdad mayor y dejarnos fascinar por ella. Es curioso, pero admirarse
de las cosas es el comienzo de nuestra necesidad de aprender y por lo tanto de
pensar. He leído que algunos grandes filósofos eran capaces de tal admiración
que, literalmente, eran capaces de olvidarse de lo que pasaba a su alrededor.
La facultad de admirar cualquier cosa que suceda a
nuestro alrededor es el paso preliminar para empezar a razonar, es el origen de
lo que solemos llamar filosofar. Cuando una persona necesita hechos o
acontecimientos cada vez más sensacionales para poder conmoverse y admirarse,
es un signo seguro de que esa persona no disfruta de su faceta de filósofo. Nuestra
falta de afición por pensar y razonar las cosas, hoy en día, la podemos comprobar
en la industria recreativa que cada vez se vuelve más agresiva, buscando escándalos
cada vez más grandes para sorprendernos.
Dar todo por supuesto es también un síntoma de la
falta de capacidad de admirarse, siempre que una persona filosofa, se admira; y
en la medida en que crecen sus conocimientos, debe crecer su admiración. Es, la
añoranza y el deseo de saber cada vez más. La persona que se admira es aquella
que empieza a caminar, que desea saber más y más e intenta llegar al fondo de
todas las cosas. Por eso afirma Goethe, el gran escritor alemán: "Lo
máximo que un hombre puede alcanzar es la admiración".
Descubrir, en lo cotidiano y común, lo realmente
extraordinario e insólito es lo que nos hace pensadores. Entusiasmarse por una hoja
de césped o una pequeña flor de campo, igual que haría un poeta, un amante o un
niño es lo que nos hace ser filósofos. Todos podemos y tenemos la facultad de
ser filósofos.
Tomás de Aquino dijo que hasta es posible admirarse
infinitamente ante un mosquito. Como se ve, esta capacidad básica que tiene
cada hombre de preguntarse por el sentido de todo lo que le rodea y de su
propia existencia, puede desarrollarse a lo largo de la vida, o puede
corromperse. Admirarse por las cosas más sencillas es un principio para vivir más
intensamente.
Feliz Día.
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