"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Terminamos hoy agosto, y como todos
los años, que yo recuerde, vamos a recordar a los santos José de Arimatea y
Nicodemo, sin olvidarnos que en muchos lugares también se celebra a san Ramón
Nonato. Empezaremos el día a las 07:29 horas con la salida del sol y lo
podremos dar por terminado a las 20:33 horas si seguimos el horario de sol, o
sea lo que siempre se ha dicho de “sol a sol”.
Cambiaba impresiones ayer sobre la problemática
que existe hoy en día con los niños y con la dificultad que se presenta para
educarlos, y mí opinión se diferenciaba de la de mis contertulios en que pienso
que el problema no está en nuestros jóvenes, sino que el problema está en los
adultos que no trasmitimos con nuestra conducta lo que estamos enseñando.
Basaba mi argumentación en que toda
persona que pretenda educar tiene que aclararse antes sobre en qué consiste ser
buena persona, pues solo así podrá saber en qué quiere que se convierta su
alumno, y solo así sabrá hacia donde orientar su proceso educativo. Y hoy día
hay muchos adultos que no se aclaran sobre en qué consiste ser buena persona y
por eso no se puede educar por mucha buena intención que se ponga en el
intento.
Claro está, que supongo, que todos
estaremos de acuerdo en que educar consiste en mostrar donde se encuentra el
bien que sea posible alcanzar y en hablar con cariño de todo lo que es bueno y
valioso para la persona. Por eso hay que tener razonablemente claro qué cosas
son buenas y malas, tener claro que hace al alumno bueno o malo.
De ahí, que mí opinión se basa en
que la mayor dificultad para
educar hoy no se encuentra en nuestros jóvenes sino en todo lo que lleva a muchos
de nosotros a no aclararnos sobre qué es una buena persona. Quien no tiene un
proyecto de persona buena no puede ayudar al niño y orientarle para llegar a
ser buena
persona que es en lo que consiste educar: ayudar al niño a extraer todo el potencial
del bien que lleva dentro.
Si observamos un poco a nuestra
juventud nos podremos dar cuenta que muchos jóvenes no saben que existen cosas
buenas y malas, que hay cosas que les pueden hacer buenos y otras que les harán
malas personas, y que, además, podemos distinguir con razonable precisión y seguridad
unas de otras.
Y
no lo saben porque nadie nunca se lo ha dicho. Esos jóvenes no pueden ser
buenos pues ser bueno consiste en enamorarse del bien; y para enamorarse del
bien hay que conocerlo previamente; y para conocerlo alguien tiene que
mostrarlo. En esto consiste la educación: en mostrar el bien haciéndolo
atractivo, deseable, digno de esfuerzo; es decir, en algo que resulta
materialmente imposible para una parte de nuestro mundo que se esta volviendo relativista.
En definitiva, educar es bastante fácil
si uno sabe en qué consiste ser buena persona; y es muy difícil o imposible si
uno no se aclara al respecto.
Esta
es precisamente la esencia de la educación: transmitir valores y hacer
atractiva la virtud; poner delante del joven lo
bueno, mostrarle un proyecto ilusionante de ser humano, mostrarle en qué consiste ser bueno y animarle a intentar serlo.
Para hacer bien eso basta con saber qué cosas son buenas y qué cosas son malas.
Feliz Día.
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