“Lo
correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal,
aunque todo el mundo se equivoque al respecto”.
(G.
K. Chesterton).
Hoy si que parece que vamos ha tener un día de los
que da gusto decir; un buen día de invierno. El sol nos saldra a las 07:43
horas y nos abandonará a las 18:46 horas, ya son 11 las horas que tenemos sol,
y tres minutos.
No era mi intención, hoy, continuar con el tema de
ayer pero en el café del jueves, día de mercado, no tuve más remedio que intentar
aclarar un poco el tema, y ahora debo concluirlo.
Cuando nos definimos podemos hacerlo de una forma malévola
y muchas veces también peligrosa, y, estoy seguro que todos lo hemos hecho
alguna vez sin darnos cuenta. Sucede esto cuando me defino por lo que no soy,
por ejemplo:”soy católico, musulmán nunca”; o “soy valenciano, pero no
español”. Si os dais cuenta este tipo de expresión refleja un rechazo que tenemos
o que sentimos, detrás de aquello que decimos no ser.
Vamos a aclararlo un poco: como no me gustan los musulmanes
o no me gustan las instituciones españolas, porque me han imbuido la falsa idea
de que España oprime, restringe las libertades y quiere controlarnos, entonces
expreso mi rechazo a esta (falsa) idea, diciendo lo que no soy.
¿Qué estoy haciendo en realidad? Cuando afirmo lo que
soy en función de lo que no soy, lo que de verdad demuestro es mi rechazo al
otro, mi nula disposición para entenderme con el otro, mi odio al diferente.
Pero el diferente, lejos de ser alguien que me niega, es alguien que me
enriquece. No es el que me quita, sino el que me complementa.
Entendéis, esto que “no soy” puede ser, en
ocasiones, tolerable, pero también alcanzar límites intolerables. Si lo que
entra en juego en mi definición de lo que soy o no soy, es la raza o la
religión y, en ocasiones, también la nación, el “no ser” puede desembocar en el
conflicto. “Soy cristiano, pero no musulmán”. El cristiano y el musulmán,
aunque a veces no lo reconozcan ni el uno ni el otro, sobre todo los fanáticos
de uno y otro bando, tienen una base religiosa común: la fe en un solo Dios, y
si es único tiene que ser el mismo. Definirme por el no ser musulmán es una
manifestación de odio, de rechazo, de intolerancia, que ha llevado en ocasiones
al conflicto, a la destrucción y a la muerte.
Todas estas cosas nos suceden porque miramos al
otro como a un competidor, como alguien que ocupa un espacio que yo quisiera
ocupar. Es una mala manera de mirar al otro. Pero hay una forma peor: no la de
mirar al otro como alguien al que me gustaría reformar, incluso como alguien
inferior, sino la de mirarle como si no fuera humano, como si delante de mi no
hubiera “otro yo”. Entonces lo único que vemos es algo que se puede suprimir,
que es mejor suprimir. Cuando no respeto al otro en su identidad de persona,
tampoco me respeto a mí. El otro se convierte en un objeto y yo en un depredador.
Puede parecer todo esto muy complicado y tal vez lo
sea si no nos gusta hacernos preguntas, pero han sido estos pequeños y perversos
detalles los que han creado formas de entender la vida los que han impedido
muchas veces que podamos entendernos.
Si tengo claro que todo ser humano posee la misma
dignidad, entonces rompo con esa idea de creerme con la autoridad moral para
decidir quien debe vivir y hasta cuando debe vivir.
Feliz Día.
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