“Lo
correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal,
aunque todo el mundo se equivoque al respecto”.
(G.
K. Chesterton).
Otro fin de semana a la “vista”, y todo parece
indicar que vamos a tener dos buenos días de invierno, igual como nos ha
estado sucediendo durante toda la semana, al menos desde la salida del sol, que
hoy será a las 07:59 horas y hasta las 18:31 horas que es cuando se esconderá.
Los que utilizamos la bicicleta para movernos
sabemos que uno de los mayores placeres que podemos disfrutar cuando la
utilizamos es cuando hacemos eses, sobre todo en las bajadas, lo que en Pego
sucede muchas veces. Muchos ya no lo experimentan y desde que eran niños ya no dejan
que la bicicleta se deslice libre. Lo cierto, sin embargo, es que a cualquier
edad se puede disfrutar si se conserva la capacidad de admiración que teníamos
cuando éramos jóvenes.
La sensación es fantástica, parece que la bicicleta
se moviese sola, deslizándose velozmente al girar ligeramente el manillar,
impulsada por el viento o por algún espíritu que la tiene poseída. Mejor aún, podría
decir que la bicicleta forma parte de mí, formando una especie de criatura
mitológica, con ruedas en lugar de patas.
En la larga bajada de la carretera de Ebo se puede disfrutar
de esa sensación de libertad que ofrece un mundo sin rozamiento, en el que puedo
moverme a mi antojo haciendo pequeñas eses, de un lado a otro y cambiar de
dirección sin esfuerzo ni perder velocidad. El cansancio del pedaleo, la inexorable
gravedad y los problemas del tráfico quedan atrás, olvidados e insignificantes,
y mi bicicleta y yo recorremos, triunfantes y sin prisas, un reino perfectamente
dispuesto para nuestro goce y disfrute.
Y, como todos los grandes placeres de la vida, es
humilde, fugaz y, a los ojos del mundo, intrascendente e infantil. Como todos
los verdaderos placeres de la vida, no es casual ni arbitrario, sino que
encierra un secreto, un gran Misterio oculto para los que tienen ojos pero no
ven y tienen oídos pero no escuchan. Nos habla de la felicidad.
Con solo poner un poco de atención y dejar, por un
instante, de esforzarnos en conseguir lo que sabemos que no nos saciará, nos
daremos cuenta de que la felicidad que se puede encontrar zigzagueando despreocupadamente
en una bicicleta, nadando en verano en una piscina o en el mar, patinando o
corriendo a pie es una prefiguración de lo que es ser feliz. A inmensa
distancia de lo que será una vida feliz, por supuesto, pero en la dirección correcta,
como una señal de carretera, que no es nuestro destino pero apunta hacia él.
Si lo pensamos, hemos sido creados para ser felices
y todo nuestro ser desea llegar a un lugar donde lo podamos ser, aunque no
seamos conscientes de ello e incluso aunque no creamos que nuestra existencia
nos lleva a buscar continuamente ese lugar.
Por eso cualquier pequeño placer honesto e inocente
proporciona tanta alegría a quien sabe apreciarlo, porque adivinamos lo que representaría
una felicidad continua. Todo eso y mucho más podemos experimentarlo con sólo
montar en bicicleta o disfrutar de cualquier otro sencillo placer, siempre que
abramos los ojos a las maravillas que la vida nos tiene preparadas y sepamos
darles el valor que tienen.
Feliz Día.
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