sábado, 9 de febrero de 2019

Sábado 9 de febrero de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton). 

Otro fin de semana a la “vista”, y todo parece indicar que vamos a tener dos buenos días de invierno, igual como nos ha estado sucediendo durante toda la semana, al menos desde la salida del sol, que hoy será a las 07:59 horas y hasta las 18:31 horas que es cuando se esconderá.
Los que utilizamos la bicicleta para movernos sabemos que uno de los mayores placeres que podemos disfrutar cuando la utilizamos es cuando hacemos eses, sobre todo en las bajadas, lo que en Pego sucede muchas veces. Muchos ya no lo experimentan y desde que eran niños ya no dejan que la bicicleta se deslice libre. Lo cierto, sin embargo, es que a cualquier edad se puede disfrutar si se conserva la capacidad de admiración que teníamos cuando éramos jóvenes.
La sensación es fantástica, parece que la bicicleta se moviese sola, deslizándose velozmente al girar ligeramente el manillar, impulsada por el viento o por algún espíritu que la tiene poseída. Mejor aún, podría decir que la bicicleta forma parte de mí, formando una especie de criatura mitológica, con ruedas en lugar de patas.
En la larga bajada de la carretera de Ebo se puede disfrutar de esa sensación de libertad que ofrece un mundo sin rozamiento, en el que puedo moverme a mi antojo haciendo pequeñas eses, de un lado a otro y cambiar de dirección sin esfuerzo ni perder velocidad. El cansancio del pedaleo, la inexorable gravedad y los problemas del tráfico quedan atrás, olvidados e insignificantes, y mi bicicleta y yo recorremos, triunfantes y sin prisas, un reino perfectamente dispuesto para nuestro goce y disfrute.
Y, como todos los grandes placeres de la vida, es humilde, fugaz y, a los ojos del mundo, intrascendente e infantil. Como todos los verdaderos placeres de la vida, no es casual ni arbitrario, sino que encierra un secreto, un gran Misterio oculto para los que tienen ojos pero no ven y tienen oídos pero no escuchan. Nos habla de la felicidad.
Con solo poner un poco de atención y dejar, por un instante, de esforzarnos en conseguir lo que sabemos que no nos saciará, nos daremos cuenta de que la felicidad que se puede encontrar zigzagueando despreocupadamente en una bicicleta, nadando en verano en una piscina o en el mar, patinando o corriendo a pie es una prefiguración de lo que es ser feliz. A inmensa distancia de lo que será una vida feliz, por supuesto, pero en la dirección correcta, como una señal de carretera, que no es nuestro destino pero apunta hacia él.
Si lo pensamos, hemos sido creados para ser felices y todo nuestro ser desea llegar a un lugar donde lo podamos ser, aunque no seamos conscientes de ello e incluso aunque no creamos que nuestra existencia nos lleva a buscar continuamente ese lugar.
Por eso cualquier pequeño placer honesto e inocente proporciona tanta alegría a quien sabe apreciarlo, porque adivinamos lo que representaría una felicidad continua. Todo eso y mucho más podemos experimentarlo con sólo montar en bicicleta o disfrutar de cualquier otro sencillo placer, siempre que abramos los ojos a las maravillas que la vida nos tiene preparadas y sepamos darles el valor que tienen.  

Feliz Día.

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