“Lo
correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal,
aunque todo el mundo se equivoque al respecto”.
(G.
K. Chesterton).
Después del descanso de ayer, no en vano era
domingo y nos fuimos a correr a Tavernes, ahora, nos encontramos con este lunes
que nos dejará ver el sol desde las 07:48 horas hasta las 18:41 horas, si las
nubes no lo impiden.
Me sorprendió ayer ver con que facilidad los
sentimientos son capaces de influir en nuestros comportamientos, y como nos
incapacitan para ver la realidad, anulando con ello el uso de nuestra razón.
No voy a dar ejemplos concretos pero solo tenemos
que leer las declaraciones que nos podemos encontrar en los medios de comunicación
sobre acontecimientos que son actualidad en estos días y comprobaremos que
muchas de las opiniones que se dan se encuentran fuera de la realidad. Muchas
de esas declaraciones nos conmueven por las asociaciones de palabras que usan en
lugar de conmovernos por las ideas y realidades que nos encontramos debajo de
esas declaraciones.
Pero claro, hay que aprender desde jóvenes a poner
nuestros sentimientos y los de los demás en su sitio y a saber diferenciarlos.
No estoy diciendo que no tengan importancia las emociones o que mostremos
nuestros sentimientos, sino que la equivocación nos llega, creo yo, en exagerar
un sentimiento que puede deformar o destruir situaciones y que nos lleve a
olvidarnos de ciertos derechos y deberes.
El sentimentalismo en muchos casos, nos incapacita
la razón y no distinguimos entre realidad y ficción, y deja sin utilidad nuestra
madurez de saber cumplir con nuestro deber cuando éste no coincide con los
sentimientos que tenemos. Si razonamos un poco nos daremos cuenta que no suele
ser muy grave ser sentimental en cosas pequeñas, pero se agranda cuando se
trata de cosas importantes: preferir el cuidado excesivo de un animalito al de
una persona, sacrificar el amor a los hijos a mis conveniencias actuales, anteponer
por encima de todo la satisfacción presente de los sentimientos amorosos… Y
así, al valorar únicamente la satisfacción de sí mismo, somos incapaces de ver
las cosas como son en realidad, no cayendo en la cuenta de la grave carencia
formativa que padecemos.
No es de extrañar, entonces, que con esta inmadurez
el ultra-sentimentalismo llegue a justificar hasta el suicidio por un amor
imposible o porque se ha llegado a la conclusión de que nuestra existencia ya no
cuenta con suficientes alicientes. Nuestra existencia no se basa en la
selección de momentos siempre favorables y en renegar de las dificultades. Tenemos
que aprender a convivir con los molestos detalles cotidianos con los que son necesarios
enfrentarse diariamente.
Nuestra experiencia nos viene a demostrar que casi
siempre lo “ideal” no se corresponde con la realidad, y, hay que aprender a
mirar las cosas con objetividad, sin huir del esfuerzo y del dolor, aprendiendo
a calibrar las situaciones o decisiones, más o menos trascendentes, para saber
comprender y exigir lo mejor, cuidando que el corazón no se descompense y se
convierta en el único guía de nuestra vida.
Feliz Día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario