"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Celebramos
hoy a san Bernardo Calbó, mientras que el sol hará su aparición a las 08:21
horas y nos alegrara el día hasta las 19:09 horas.
Tengo
mis años, pero no me considero viejo, así que espero que no se piense que lo
que sucedía en mi juventud sea algo que no se deba tener en cuenta. Recuerdo
que entonces se podía decir “proteger a la familia” y “salvaguardar el matrimonio”,
eran frases que se recibían con gestos de aprobación por la mayoría de las personas,
y no, como ocurre hoy, que son sospechosas de un inconfesable conservadurismo.
Los
más jóvenes no van a entender lo trágico que ha sido ver ese cambio en nuestra
sociedad, pensad el cuidado con que hoy se habla a favor de los “derechos de
los niños”, y cómo os sentirías si en el trascurso de vuestras vidas, esa frase
llegara a ser la más pura manifestación de un conservadurismo y dogmatismo
religioso.
¿Qué
ha pasado? Según mi punto de vista, varias cosas. En el trascurso de mi vida he
visto como hemos sufrido una bonanza económica, tecnológica y de medios materiales
sin precedentes en la historia. Ahora
bien, ¿Qué le ocurre a una persona media, como yo, cuando las
circunstancias de la vida le permiten tener resueltas sus necesidades más
inmediatas? pues que comienza a pensar que todo lo que tiene no se lo debe a
nadie más que a sí mismo, se alegra y se felicita por su suerte, inteligencia,
laboriosidad o lo que sea importante para él, fantasea acerca de que tal “status
quo” se mantendrá indefinidamente.
Por
el contrario, cuando esta misma persona la alcanzan dificultades en la vida, lo
primero que se pregunta es “¿Por qué a mí?“, como si el solo hecho de ser uno
tuviera aparejada alguna garantía de eterna felicidad, luego busca a todos los
medios que le permitan sortear las dificultades, y finalmente como último
recurso se vuelve a hacia su mala suerte o busca consuelo en Dios.
Lo
que ocurre hoy en día en España, son manifestaciones a nivel político del mismo
fenómeno que nos afecta a todos cuando vemos que nos está yendo bien: nos
imaginamos que nosotros mismos somos una especie de pequeño dios, cuya voluntad
suprema reina sobre todo lo que ve, y nos molesta que otro nos diga “no debes
hacer esto".
Esta
abundancia en que vivimos se parece mucho a la condición de quien tiene la
mente embotada por el alcohol, una verdadera “borrachera de cosas“: el juicio
se nos nubla y, salvo por un “sano entusiasmo", nos parece que todo es
norma. Sin embargo, lo cierto es que en ese momento es cuando corremos más
peligro, pues no atendemos a las señales de advertencia de los riesgos para
nosotros mismos o para otros, o, si las vemos, nos encontramos incapaces de
actuar en consecuencia.
Lo
mismo ocurre con muchas de las leyes que se han aprobado o que se están
preparando. Sabemos que el aborto no esta bien y sin embargo parece que nuestra
loca carrera por asegurarnos el sexo sin consecuencias no se detendrá.
Sabemos
que el matrimonio de los padres es lo mejor para los hijos, pero eso no será
una razón suficiente para dar a las parejas unidas en matrimonio una ayuda, no
sea que las otras parejas digan “¡nos discriminan!".
Sabemos
que el divorcio esta perjudicando a las mujeres: pero ¡que gran absurdo! Apoyar
que los hombres abandonen a la mujer de su juventud se ha convertido en una
bandera de lucha feminista.
En
medio de estas leyes y de cómo esta la política, a veces me desanimo y parece
que intento convencer con razones a un niño que sólo sabe lo que quiere y que
lo quiere ahora, pero conviene que pensemos que es precisamente cuando un amigo
ha bebido demasiado y se niega a entregar las llaves de su coche, es en ese momento
cuando más nos necesita. No dejamos que simplemente vaya y haga lo que su estupidez
le dice, sino que le insistimos que escuche a la razón, no sea que nosotros
también seamos cómplices en el trágico accidente provocado por su alcohol.
Por
eso es que guardar silencio y esperar inactivos a que nuestra democracia vaya empeorando
las cosas, no es una opción.
Tampoco
nos podemos olvidar que digo todo esto, no para bloquear leyes absurdas o que
considero malas e injustas, ni para ganar elecciones, ni para poner a mis conocidos
en los cargos políticos, sino para hacer que las personas piensen y razonen,
que vean que es lo que esta bien y lo que esta mal, y que el día que, por ejemplo,
se vayan reduciendo los motivos legales para todo aborto, aún seguirán existiendo
abortos clandestinos e hijos no deseados, y hacia esas personas es donde debe
estar mi última preocupación.
Voy
a seguir repitiendo, como se hacia en mi juventud, que es deber del Estado
proteger a la familia y preservar el matrimonio, pero teniendo claro que,
ahora, hay que hacerlo de una forma nueva y creativa, que sea inteligible a una
sociedad que cree que todo está bien, que el progreso es inevitable, que el
próximo gobierno solucionará todos sus problemas, y que, por lo mismo, no
necesita saber ni de principios ni razones.
Feliz
Día.
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