"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Buenos
Días: parece que por fin empieza a refrescar, ahora 18,1 grados veo en el termómetro,
aunque el sol cuando empiece a alumbrar a partir de las 08:10 horas cambiara la
situación y hasta las 19:22 horas habrá tiempo más que suficiente para poder
disfrutar de una agradable temperatura. Por cierto, hoy celebramos a santa
Teresa de Jesús, que se merecería que le dedicásemos varios “Buenos Días”.
Qué
día más pesado el de ayer, cuantas declaraciones, valorando la sentencia
judicial que muchos confunden con una sentencia política, cuanta gente que no
ve la diferencia porque no quiere ni siquiera hacer el esfuerzo de razonar. Lo
más detestable de todo esto es que se deja en la ignorancia a muchas personas,
se callan ciertas cosas para poder aprovechar la situación para hacer ver que
vivimos en un estado opresor, y lo hacen sin remordimientos, y, a eso se le
llama mala fe.
Lo
comentaba el otro día, el fin no justifica los medios, pues los fines que se
quieren alcanzar y los medios que se van a utilizar no son valores
independientes, que se puedan ver y juzgar por separado, porque los fines de
alguna manera proceden de los medios; si no, no se conseguiría ningún fin:
nadie da lo que no tiene. Si lo pensamos un poco, veremos que es absolutamente
imposible que un medio injusto conduzca a un fin justo; sería una tremenda
contradicción. El fin que se alcanza por medios injustos pierde su calidad de
fin y no puede ser bueno. Si se engaña, se confunde y se mantiene en la
ignorancia a las personas para conseguir un objetivo, esté no podrá se nunca
bueno.
En
la naturaleza de lo fines está implicada la naturaleza de los medios, que se
han utilizado. En cierto modo los medios contienen ya el fin; los
procedimientos anuncian ya el resultado. Una bala lleva consigo la muerte.
Ya
se que en ocasiones, algunos males traen bienes. Es cierto si hablamos de males
y bienes físicos. Un río salido de madre arrasa un poblado, pero dispone la
tierra para una fecundidad imprevista. Pero aquí estamos hablando en el orden
de los valores éticos: de bienes justos o injustos.
Ya
se también, que un bien conseguido injustamente -por ejemplo, un millón de euros
robado-, puede proporcionarme muchos bienes materiales: un chalé de lujo, un
yate fantástico, unos réditos suculentos, etcétera. Todo eso es bueno para mí. Ahora
bien, ¿es justo que yo disfrute de un chalé que he construido con dinero
robado? El prolongado beneficio de un dinero robado, ¿no será, más que un bien,
la prolongación e intensificación de una formidable injusticia? ¿Podré pensar
que, en estas circunstancias, mi vida llena de cosas buenas y de limosnas
generosísimas, es una vida noble, honrada y generosa? Antes no podía ni dar una
limosna a un pobre. Pero, ¿podré decir que hice bien robando los cien millones
de euros porque ahora gozo de la magnanimidad de Robin Hood?
Pues
bien, si la injusticia es aún mayor que el robo, como por ejemplo, el asesinato
de un inocente, sea éste ciudadano adulto o hijo nonato, ¿podré pensar honradamente
que el fin justo, el bienestar de algunos, hace buenos los medios injustos, la
muerte producida a alguno? ¿Será justo el bienestar de la madre (y de sus
cómplices), una vez perpetrado el aborto directo? El robo, el aborto procurado,
el terrorismo nunca engendrarán bienes justos.
Pueden
traer algunos bienes, por supuesto. Lo que nunca sucederá es que los frutos
lleguen a ser justos: no hay fin justo cuando se emplean medios injustos. Donde
se emplean medios injustos no caben fines justos. Lo que se logre así, por
hermoso que resulte, no podrá ser más que un hermoso monumento a la injusticia.
Los
fines requieren medios parecidos. La paz no se consigue con violencia, sino con
heroísmo. La justicia no puede venir de la injusticia. La templanza no se
adquiere saciando el apetito, sino dominándolo. La fortaleza no se consigue sin
esfuerzo. De un mal físico puede venir un bien moral, por ejemplo la unidad de una
familia. Lo que es imposible es que un mal moral engendre un bien moral en la
persona que lo realiza.
La
sobrevaloración de intenciones, deseos y «buenos sentimientos», sin atender a
la verdad, a la voluntad y a la justicia, conduce a la solidaridad con el
crimen; convierte a una sociedad en cómplice de barbaridades que nunca habrían
de suceder. Cuando se trata de cosas serias, conviene tener la cabeza fría y,
si puede ser, los pies calientes. De lo contrario, la justicia, la democracia
y, por supuesto, la ética, no serían más que zarandajas, palabras altisonantes
para engañar a los incautos.
Un
fin elegido, con resultado bueno, por el hecho de que se realice después del
mal del que se ha seguido, no convierte en bueno a ese mal, puesto que el mal
ya está hecho, ya es pasado, y no hay nada más inmutable que el pasado. El
futuro puede cambiar. Pero el pasado no hay quien lo mueva. Si la voluntad ha
hecho libremente el mal, ya se ha hecho mala y no hay quien lo pueda evitar. Lo
mismo que con la sola intención y un buen deseo no puedo mover una silla o una
mesa. Con tales elementos no se puede convertir un homicidio en un nacimiento,
ni un robo en una obra de misericordia.
Feliz
Día.
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