"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
No
se si vamos a tener la suerte de poder ver el sol en este 22 de octubre que
celebramos a san Juan Pablo II, un sol que como todos los días lo intentará,
hoy desde las 08:17 horas hasta las 19:13 horas.
Durante
el fin de semana he podido escuchar en varias ocasiones una crítica que bien se
podría confundir con una animadversión y rencor hacia la Iglesia, ante las
cuales he sentido tristeza y pena, unas palabras que no he rebatido por haber
sido pronunciadas en un sitio y lugar que no se merecían ser contestadas. Decir
y pensar que la Iglesia es la culpable de la mayoría de los problemas de
nuestra sociedad y que lo mejor que podría hacer es desaparecer, son palabras
que, según mi parecer, deberían de venir de personas que reflejan un nivel
cultural bajo, que no es este caso, pero lo que si trasmiten es un odio que no
se compagina con la tolerancia, y ni siquiera con el respeto a la cultura y a
la democracia.
Y
claro, después de unos días, uno no puede por menos de preguntarse: ¿por qué
ese odio a Dios y a la Iglesia Católica? Mi respuesta casi seguro estará llena
de imprecisiones y no se debería de tomar muy en cuenta, pues es solo una
reflexión en voz alta.
De
lo que nadie duda es que la Iglesia Católica, en la actualidad esta en contra
de las ideologías de moda, y que esta podría ser una razón más que suficiente
para odiarla. La Iglesia se enfrenta a la dictadura del relativismo, con su no
distinción entre Verdad y Mentira, entre Bien y Mal y su negación de la Ley
Natural, a la que reducen a un vestigio ideológico y a una reliquia del pasado.
Estas ideologías de moda defienden además la cultura de la muerte, lo que
molesta especialmente de la Iglesia es su enérgica defensa de la vida, de la
familia y de la libertad religiosa.
La
imagen de la Iglesia que se ofrece en la mayoría de la prensa no podría ser más
tétrica, llegando incluso hasta la caricaturización y a la manipulación más
delirante. Pero junto a la historia de sus escándalos y de sus traiciones,
existe una historia silenciosa y llena de honestidad de gentes con fe cuyas
vidas están repletas de hechos que han contribuido a mejorar nuestra sociedad a
través de los siglos, historias que son olvidadas o manipuladas.
Han
cambiado mucho las cosas, los pensadores medievales decían; “contra el hecho no
valen argumentos”, aquí y ahora por el contrario es la realidad la que tiene
que acomodarse a todas las ideologías relativistas, aunque sea faltando a todas
las normas del sentido común. Existe un interés en mantener siempre vivo un ataque
contra al Iglesia, todo el mundo se está acostumbrando a utilizarla como un
saco de boxeo al que pegar siempre. Pues bien, no pasa nada, la Iglesia
continuara oponiéndose a muchas cosas, pero porque desea proteger y mejorar a
la sociedad en general, porque quiere conducir a la gente a la plenitud de la
vida, la salud y a una prosperidad sostenible.
Seamos
francos, los ataques a la Iglesia son una realidad que no terminará nunca, al
menos en esta vida terrena, pues vivimos en un mundo que se indigna por la
muerte de un animal, pero que ignora con indiferencia el asesinato de monjas
en África, un mundo que defiende con fanatismo los caprichos de las minorías
ideológicas, pero que mira a otro lado cuando se trata de defender el derecho a
vivir de los niños abortados… en fin, vivimos en un mundo al que, nosotros los
cristianos estamos llamados a renovarlo y que por lo tanto siempre vamos a estar rodeados de problemas.
Así
que no nos queda más remedio que releer y recordar más a menudo la hermosa y antigua
Carta a Diogneto (siglo II), pues no han cambiado mucho las cosas desde entonces.
Feliz
Día.
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