"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Una
temperatura ya claramente por debajo de los veinte grados es con la que me he
encontrado esta mañana en mí balcón, para ser exacto ve visto los 14,5 grados. Pero
como todos los días el sol se encargara de subirla, aunque lo hará a partir de
las 08:19 horas hasta las 19:11 horas. Por cierto, hoy celebramos a san Juan de
Capistrano.
Ayer
volvió a suceder, esta vez en nuestra vecina Denia, una mujer apareció muerta
con signos de violencia, fue asesinada por su expareja, y deja a una niña huérfana.
Como tantas veces hemos visto, el pueblo, el barrio, los ayuntamientos las
asociaciones, todos se manifiestan en contra de la violencia machista, el ayuntamiento
declara dos días de luto. Lamentable, muy lamentable; rechazable, rechazable en
extremo.
Los
políticos hacen declaraciones y unos exigen medidas más contundentes, otros después
de lamentar y condenar el caso, expresan su intención de poner todos los medios
a su alcance para erradicar esta situación social; las leyes y otros medios,
con los que se pretende hacer frente, son ya muchos, pero se estudiará poner
otros y mejorar los existentes.
Todo
lo anterior es necesario, pero, a todas luces, como estamos comprobando insuficiente.
Según mí opinión la situación seguirá, no lo duden. Las leyes son necesarias;
otras medidas, además de las jurídicas, convenientes. Pero la situación no cambiará, estén seguros.
Las
leyes y otras medidas, por muy adecuadas que aparezcan y lo sean, nunca son
suficientes. Más todavía en el presente caso, en el que entra en juego un móvil
pasional importantísimo, anterior a las leyes y más allá de la coacción
jurídica, se necesita algo más profundo y de mayor virtualidad: la fuerza de
una conciencia formada en auténticos valores.
Nos
tenemos que dar cuenta que hace falta, una formación en valores, que no esté
distorsionada por la ideología o debilitada por la condescendencia a la debilidad
de las personas; armas en mano de los políticos para halagar a las masas y conseguir
sus votos. Eso sí, todo revestido con la hermosa teoría de ampliar derechos;
como si los derechos se sacaran de la manga a discreción. Derechos, que, por
falsos, dan lugar a falsos valores y aun contravalores. Hace falta formación en
los valores, qué duda cabe, pero los que exige la recta razón humana, no los
que inventa la voluntad arrastrada por la flaqueza o el egoísmo humano.
Hace
falta que se reconozca la persona humana en toda su dimensión, muy menguada
cuando no se reconoce su trascendencia. Hace falta que se ponga en valor la
sexualidad, sin recortes ni tergiversaciones; no solo como simple gozo
fisiológico, sino, además y sobre todo, como donación amorosa; en su sentido
profundamente humano. Tenemos necesidad de que el matrimonio sea evaluado en el
recto sentido. Tenemos mucha necesidad de la familia. De la familia nacida del
amor y vivida en el amor que se proyecta en la transmisión generosa y responsable
de la vida.
Sin
poner todo esto en valor, las demás medidas han de resultar insuficientes en
extremo. Se puede seguir legislando, ayudar de mil maneras, y harán bien; pero
el mal seguirá y aun se podrá agravar. Estamos viendo que ya no se queda en lo
que se llama “violencia de género”, sino que se va extendiendo a padres, hijos
y familia.
Desgraciadamente,
los caminos que se están siguiendo y que se concretan con las últimas sus leyes
y con la educación que se intentan impartir son muy diversos a los valores que acabo
de proponer.
La
persona no se reconoce como “cosa sagrada”, como decía Seneca, sino que, de
hecho, se considera como algo manipulable, hasta en su sentido biológico. La
prueba más evidente son las leyes del aborto y, en camino, de la eutanasia. Por
más que se defiendan como reconocimiento de derechos y se presenten con
eufemismos o significado equívoco: “salud sexual y reproductiva”, “interrupción
voluntaria del embarazo”, “muerte digna”. Todo con el objetivo de lograr su
aprobación social.
Las
leyes del divorcio, tampoco ayudan, máxime en la forma legal que rige hoy, no solo
no defienden el matrimonio, sino que resulta ser un atentado al mismo. Algunos
han dicho que se puede hablar de una especie de poligamia en continuidad. La
creciente cantidad de separaciones son la mejor prueba. Por otra parte, tampoco
favorece, sino todo lo contrario, considerar matrimonio cualquier unión.
En
fin, muchos otros motivos quedan por nombrar y tratar; sexualidad, educación
sexual y de quien debe encargarse de hacerlo, pero esto ya será otro día.
Feliz
Día.
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