miércoles, 23 de octubre de 2019

Miércoles 23 de octubre de 2019.

"Una cosa muerta puede ir con la corriente, pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton). 


Una temperatura ya claramente por debajo de los veinte grados es con la que me he encontrado esta mañana en mí balcón, para ser exacto ve visto los 14,5 grados. Pero como todos los días el sol se encargara de subirla, aunque lo hará a partir de las 08:19 horas hasta las 19:11 horas. Por cierto, hoy celebramos a san Juan de Capistrano.
Ayer volvió a suceder, esta vez en nuestra vecina Denia, una mujer apareció muerta con signos de violencia, fue asesinada por su expareja, y deja a una niña huérfana. Como tantas veces hemos visto, el pueblo, el barrio, los ayuntamientos las asociaciones, todos se manifiestan en contra de la violencia machista, el ayuntamiento declara dos días de luto. Lamentable, muy lamentable; rechazable, rechazable en extremo.
Los políticos hacen declaraciones y unos exigen medidas más contundentes, otros después de lamentar y condenar el caso, expresan su intención de poner todos los medios a su alcance para erradicar esta situación social; las leyes y otros medios, con los que se pretende hacer frente, son ya muchos, pero se estudiará poner otros y mejorar los existentes.
Todo lo anterior es necesario, pero, a todas luces, como estamos comprobando insuficiente. Según mí opinión la situación seguirá, no lo duden. Las leyes son necesarias; otras medidas, además de las jurídicas, convenientes. Pero la situación no cambiará, estén seguros.
Las leyes y otras medidas, por muy adecuadas que aparezcan y lo sean, nunca son suficientes. Más todavía en el presente caso, en el que entra en juego un móvil pasional importantísimo, anterior a las leyes y más allá de la coacción jurídica, se necesita algo más profundo y de mayor virtualidad: la fuerza de una conciencia formada en auténticos valores.
Nos tenemos que dar cuenta que hace falta, una formación en valores, que no esté distorsionada por la ideología o debilitada por la condescendencia a la debilidad de las personas; armas en mano de los políticos para halagar a las masas y conseguir sus votos. Eso sí, todo revestido con la hermosa teoría de ampliar derechos; como si los derechos se sacaran de la manga a discreción. Derechos, que, por falsos, dan lugar a falsos valores y aun contravalores. Hace falta formación en los valores, qué duda cabe, pero los que exige la recta razón humana, no los que inventa la voluntad arrastrada por la flaqueza o el egoísmo humano.
Hace falta que se reconozca la persona humana en toda su dimensión, muy menguada cuando no se reconoce su trascendencia. Hace falta que se ponga en valor la sexualidad, sin recortes ni tergiversaciones; no solo como simple gozo fisiológico, sino, además y sobre todo, como donación amorosa; en su sentido profundamente humano. Tenemos necesidad de que el matrimonio sea evaluado en el recto sentido. Tenemos mucha necesidad de la familia. De la familia nacida del amor y vivida en el amor que se proyecta en la transmisión generosa y responsable de la vida.
Sin poner todo esto en valor, las demás medidas han de resultar insuficientes en extremo. Se puede seguir legislando, ayudar de mil maneras, y harán bien; pero el mal seguirá y aun se podrá agravar. Estamos viendo que ya no se queda en lo que se llama “violencia de género”, sino que se va extendiendo a padres, hijos y familia.
Desgraciadamente, los caminos que se están siguiendo y que se concretan con las últimas sus leyes y con la educación que se intentan impartir son muy diversos a los valores que acabo de proponer.
La persona no se reconoce como “cosa sagrada”, como decía Seneca, sino que, de hecho, se considera como algo manipulable, hasta en su sentido biológico. La prueba más evidente son las leyes del aborto y, en camino, de la eutanasia. Por más que se defiendan como reconocimiento de derechos y se presenten con eufemismos o significado equívoco: “salud sexual y reproductiva”, “interrupción voluntaria del embarazo”, “muerte digna”. Todo con el objetivo de lograr su aprobación social.
Las leyes del divorcio, tampoco ayudan, máxime en la forma legal que rige hoy, no solo no defienden el matrimonio, sino que resulta ser un atentado al mismo. Algunos han dicho que se puede hablar de una especie de poligamia en continuidad. La creciente cantidad de separaciones son la mejor prueba. Por otra parte, tampoco favorece, sino todo lo contrario, considerar matrimonio cualquier unión.
 En fin, muchos otros motivos quedan por nombrar y tratar; sexualidad, educación sexual y de quien debe encargarse de hacerlo, pero esto ya será otro día.

Feliz Día.

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