"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Comenzamos
este lunes, ya con el nuevo horario, así que, hemos adelantado una hora la
salida del sol, lo hará a las 07:24 horas y anochecerá a las 18:05 horas. La fiesta
de san Simón y san Judas es la que celebramos hoy cuando en el balcón tenemos
una temperatura de 15,4 grados.
Ayer
estuve es Castalla, y pude observar lo mucho que tenemos que aprender de todo
lo que tenemos a nuestro alrededor, de la historia que nos rodea y de nuestras costumbres
y tradiciones. Aún no he sido tocado por la sombra del escepticismo ni me he
tropezado con el aburrimiento.
Allí,
dando una vuelta antes de la carrera, me volvieron las mismas preguntas que se
repiten cada vez que me quedo impresionado por lo que me rodea. ¿Qué es la
belleza? ¿Qué es la verdad de todo lo que observo? Recuerdo también aquella anécdota
tan conocida de Kafka cuando paseaba por Praga con un amigo. Decía Kafka:
"La juventud es feliz porque posee la capacidad de ver la belleza. Es al
perder esta capacidad cuando comienza el penoso envejecimiento, la decadencia,
la infelicidad". Su amigo le preguntó: "¿Entonces la vejez excluye
toda posibilidad de felicidad?". Y Kafka respondió: "No. La felicidad
excluye a la vejez. Quien conserva la capacidad de ver la belleza no envejece".
Naturalmente,
el momento de máxima ansiedad por aprender, de ver y observar la belleza
siempre se encuentra en nuestra juventud, es cuando más desarrollado se
encuentra nuestro anhelo para ir en busca de la felicidad, del bien y de la verdad
de las cosas. Que se mantendrá hasta ir siendo absorbido por nuestra comodidad
de conformarnos con lo que solo es útil o quedar fatigados por el cansancio. Entonces
los caminos del ver se bifurcan, o a veces se entremezclan, y unos ven únicamente
la utilidad de las cosas y otros tan sólo la belleza.
Tenemos
que aprender a ver. A sorprendernos de lo conocido. No aburguesarnos en las
costumbres del día a día. Y es que aprender a ver es la base de todas las artes,
excepto de la música. Ejercitar la vista para abrirnos al asombro. Nuestra
pupila ve un paisaje y no lo mira, lo mira y no lo comprende. A la pupila le
falta muchas veces la comprensión, ese ponerse en lugar del otro, no recibir
tan sólo sino aprehender imágenes y sonidos que nos desvelen lo que ese paisaje
lleva dentro.
Es
entonces cuando hay que hacer algo más que mirar, tenemos que admirar, y para
esto necesitamos tiempo, tranquilidad, mucho más tiempo del que tardamos en almacenar
esa imagen en nuestro móvil. Pero, hay que admirar lo admirable.
La
admiración, sería nuestra respuesta de sorpresa delante de todo aquello que nos
parece magnífico o extraordinario. Pero tal vez sea en la admiración donde se
ve con mayor claridad, como va nuestra educación sentimental. Porque con
frecuencia admiramos lo que no es admirable... admiramos personas que no
merecen tal admiración. Una buena educación de los sentimientos nos llevaría a
valorar aquello que realmente tiene valor. Este sentimiento es necesario para nuestro
desarrollo en la sociedad.
Una
sociedad adulta e inteligente, es aquella que sabe rechazar lo rechazable, y
admirar lo verdaderamente admirable.
Feliz
Día.
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