"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Con
una temperatura en mi balcón por encima de los 20 grados empiezo este día en el
que disfrutare del sol desde las 08:03 horas hasta las 19:34 y celebrare el día
de Nuestra Señora del Rosario.
Este
fin de semana pasado realice unas compras por Internet, y las recibiere hoy, y,
mientras estaba mirando el e-mail para averiguar a que hora llegaban, he estado
reflexionado sobre todo lo que hemos perdido al realizar este tipo de compras,
también hemos ganado en algunos aspectos pero se ha perdido la relación que existía
entre el vendedor y el comprador.
Durante
siglos cualquier intercambio que se realizara entre personas estaba basado en el
encuentro entre las partes y en la confianza mutua que se genera en toda
compraventa. Los mercados y las tiendas siempre han sido lugares en los que nos
encontramos con la otra parte. Comprar, vender, alquilar, prestar, recibir
prestado, cualquier operación económica es el resultado de un encuentro entre
personas que realizan una actividad común en la que ambos salen ganando.
La
tienda de la esquina siempre ha sido una parte de nuestra vida en la que establecíamos
una relación con el tendero, podía ser efímera o podía ser una relación que se mantenía
durante años, establecíamos una confianza, de la que ambos conseguíamos unos
beneficios que nos hacían ver al tendero o al cliente no como un competidor o
un oponente, sino como alguien con quien colaboramos para, por medio de un
intercambio lograr nuestros objetivos económicos.
¿Qué
he hecho este fin de semana? He realizado un intercambio sin que haya existido
un encuentro personal, me he relacionado con una máquina, he tecleado mis preferencias,
he leído las características y la información de un producto y he pagado con
una tarjeta.
Y
claro, los efectos de realizar una compra de una manera u otra son exactamente
los contrarios. Si en una tienda el contacto con la otra persona nos lleva a la
relación, a la gratuidad, a la ayuda mutua, a la cooperación… El “encuentro”
con la máquina incentiva el egoísmo, la sensación de que somos engañados, la
búsqueda de nuestro propio interés. Es una relación comercial despersonalizada
en la que no hay encuentro con el otro, que reduce una parte esencial de
nuestra existencia como es el contacto con los demás.
Imaginemos
que vamos a nuestra tienda de la esquina de siempre y el tendero nos devuelve más
dinero de la cuenta, le diremos inmediatamente que se ha equivocado y le daremos
lo que nos devolvió de más. Si esto lo hace una máquina, ¿la sacaremos del
error? ¿O nos aprovecharemos para tener una pequeña ganancia? Si queremos tener
una economía solidaria, precisamos del encuentro con el otro, que el intercambio
sea una excusa para la relación y no una actividad individual que hago conmigo
mismo.
Feliz
Día.
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