lunes, 7 de octubre de 2019

Lunes 7 de octubre de 2019.

"Una cosa muerta puede ir con la corriente, pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).  

Con una temperatura en mi balcón por encima de los 20 grados empiezo este día en el que disfrutare del sol desde las 08:03 horas hasta las 19:34 y celebrare el día de Nuestra Señora del Rosario. 
Este fin de semana pasado realice unas compras por Internet, y las recibiere hoy, y, mientras estaba mirando el e-mail para averiguar a que hora llegaban, he estado reflexionado sobre todo lo que hemos perdido al realizar este tipo de compras, también hemos ganado en algunos aspectos pero se ha perdido la relación que existía entre el vendedor y el comprador.
Durante siglos cualquier intercambio que se realizara entre personas estaba basado en el encuentro entre las partes y en la confianza mutua que se genera en toda compraventa. Los mercados y las tiendas siempre han sido lugares en los que nos encontramos con la otra parte. Comprar, vender, alquilar, prestar, recibir prestado, cualquier operación económica es el resultado de un encuentro entre personas que realizan una actividad común en la que ambos salen ganando.
La tienda de la esquina siempre ha sido una parte de nuestra vida en la que establecíamos una relación con el tendero, podía ser efímera o podía ser una relación que se mantenía durante años, establecíamos una confianza, de la que ambos conseguíamos unos beneficios que nos hacían ver al tendero o al cliente no como un competidor o un oponente, sino como alguien con quien colaboramos para, por medio de un intercambio lograr nuestros objetivos económicos.  
¿Qué he hecho este fin de semana? He realizado un intercambio sin que haya existido un encuentro personal, me he relacionado con una máquina, he tecleado mis preferencias, he leído las características y la información de un producto y he pagado con una tarjeta.
Y claro, los efectos de realizar una compra de una manera u otra son exactamente los contrarios. Si en una tienda el contacto con la otra persona nos lleva a la relación, a la gratuidad, a la ayuda mutua, a la cooperación… El “encuentro” con la máquina incentiva el egoísmo, la sensación de que somos engañados, la búsqueda de nuestro propio interés. Es una relación comercial despersonalizada en la que no hay encuentro con el otro, que reduce una parte esencial de nuestra existencia como es el contacto con los demás.
Imaginemos que vamos a nuestra tienda de la esquina de siempre y el tendero nos devuelve más dinero de la cuenta, le diremos inmediatamente que se ha equivocado y le daremos lo que nos devolvió de más. Si esto lo hace una máquina, ¿la sacaremos del error? ¿O nos aprovecharemos para tener una pequeña ganancia? Si queremos tener una economía solidaria, precisamos del encuentro con el otro, que el intercambio sea una excusa para la relación y no una actividad individual que hago conmigo mismo.

Feliz Día. 

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