martes, 1 de octubre de 2019

Martes 1 de octubre de 2019.

"Una cosa muerta puede ir con la corriente, pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton). 

Cada amanecer lo hace con la temperatura más fresca, hoy hemos llegado a los 20,6 grados en mi balcón, y ahora cuando el sol empiece su trabajo a las 07:57 horas y lo termine a las 19:44, habrá tenido el tiempo suficiente para que en el día en que celebramos en el santoral a santa Teresa del Niño Jesús, tengamos un agradable día.
Ayer por la tarde, comentábamos que había una cuestión que también había que enseñar a los jóvenes y a los no tan jóvenes, y que podría ayudar a conseguir autoestima, son temas que parece ser que casi nadie nos enseña; ¿por qué o para qué vivo? ¿Qué sentido tiene la vida y qué sentido tiene la muerte? ¿Por qué merece la pena luchar y vivir si es que merece eso la pena? Esas son, queramos o no, unas cuestiones decisivas a las que no nos deberíamos  enfrentar solos.
A muchos de nosotros nos cuesta abordar estas preguntas, tendemos a eludir el tema, lo aplazamos continuamente, como si esperásemos que la misma vida nos lo acabe descubriendo. Lo malo es que, si lo retrasamos mucho, corremos el riesgo de encontrarnos un día con la impresión de haber tenido una vida sin apenas sentido. Y cuanto más tarde sucede esto, más difícil nos resultara corregir el rumbo.
No voy a entrar en el tema de quien debe orientarnos y quien no debe hacerlo, pero de lo que estoy seguro es que alguien debería. A lo largo de nuestra vida hemos pasado por etapas en las que nos hemos detenido para buscar las respuestas, en nuestra adolescencia, cuando terminamos de estudiar, la crisis de los cuarenta o de los cincuenta o en la jubilación, etc… en muchas de estas ocasiones lo hemos hecho con poca objetividad, y hemos pensado que se podría haber hecho mucho mejor uso de esos años. Y por eso nos suele dejar un cierto sabor amargo esas reflexiones, de lo que pudo ser y no fue, de tantas limitaciones, de tantos errores y fracasos.
También esos momentos de desilusión nos pueden servir para rectificar, podemos sacar provecho, y mucho, en la medida en que hagamos ese balance con la ilusión y la esperanza de realizar cambios, sin ignorar lo que hemos conseguido y sin hacer tabla rasa de todas las conquistas y aciertos pasados que valieron verdaderamente la pena y que sin duda también marcan nuestra vida.
La reflexión sobre nuestra propia vida nos alejara de tener una visión superficial de las cosas y nos hará recorrer nuestro propio camino. La vida nos presenta numerosos interrogantes, de los que normalmente sólo obtenemos respuestas parciales e incompletas, pero con una reflexión frecuente podemos lograr que la multitud de preocupaciones, afanes y aspiraciones de la vida diaria no desvíen nuestra atención de lo realmente valioso.
Por eso es importante que las pequeñas cosas que nos ocupan todos los días no ocupen con tal fuerza el primer plano de nuestra atención que no dejen espacio para las cuestiones de verdadera relevancia. Cuestione, que antes tendremos que averiguar.

Feliz Día.

No hay comentarios: