miércoles, 16 de octubre de 2019

Miércoles 16 de octubre de 2019.

"Una cosa muerta puede ir con la corriente, pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton). 

Buenos Días: por fin veo una temperatura en el balcón claramente por debajo de los veinte grados, para ser exactos 17,5 grados. Amanecerá a las 08:11 horas y anochecerá a las 19:21 horas, en este miércoles que celebramos a santa Margarita María de Alacoque.
Mirando las noticias de todo lo que esta sucediendo en Cataluña me he dado cuenta que no he oído ni leído que alguien se arrepintiera de algo, nadie se arrepiente de nada, ¿Cómo es posible? ¿Cómo puede ser que no encontremos a alguien que se arrepienta de nada de lo que ha hecho después del lío que hay en Cataluña? ¿De nada, nada?
Si partimos de los hechos que estamos viendo nos damos cuenta que la hemos pifiado abundantemente, ¿qué pasa por la cabeza de los responsables políticos que afirman que no se arrepienten de nada? ¿No se arrepienten del daño causado a quienes representan? ¿No tienen en sus decisiones, como el común de los mortales, una lista más o menos larga de decisiones y acciones que llevaron a cabo y que resultaron nefastas?
Deben de ser por lo visto una “raza superior”, al menos lo son si los comparo conmigo. Es verdad que he podido hablar con personas que partidarias del independentismo catalán admiten que se alguien se equivoco lo hizo desde el corazón y que se tiene buena intención. Vale, al menos lo reconocen, pero ¿es suficiente? ¿Hacer las cosas desde el corazón disculpa cualquier error cometido? La intención cuenta, sí. Esto es de primero de Filosofía. ¿Pero lo es todo?
Hay gente que con su corazón como única guía y abanderado con la bondad intrínseca de su persona se va metiendo en conflictos por la vida y no solo se hiere a sí mismo, sino a mucha gente por el camino. Y no, vivir así no puede ser bueno y no creo que esté justificado. Cuando hacemos las cosas con la mejor de nuestras intenciones y aun así la cagamos es mucho más productivo, y más maduro, asumirlo y aprender de los errores. Esto lo vemos en nuestras relaciones personales: el problema no es tener muchas o pocas novias, el problema es acumular rupturas sin saber por qué no han funcionado, sin asumir responsabilidades, sin aprender de los errores para que no vuelva a pasar con la siguiente.
Otro punto interesante que se obvia muchas veces, cuando se dice: “lo hice con buena intención, era lo que sentía entonces” es que el ser humano no es siempre bueno. Según este modo de pensar parecería que todos los fallos cometidos en nuestra vida tienen una intención positiva detrás, pero oye, esto es ausencia de conocimiento propio y ajeno. Solo hay que abrir los ojos para comprobar que, de vez en cuando, o con frecuencia, a las personas nos dan “ramalazos de malicia”. Y no me refiero necesariamente a maldades gordas, a guerras, a corrupciones, a infidelidades… La malicia está también en el afán por criticar, en la deslealtad en nuestras relaciones, en las contestaciones bordes,  en las zancadillas para que el otro no brille más que uno, en las envidias…
El problema común es que no nos gusta reconocernos como los malos de la “peli”. Cada uno tenemos la imagen construida de nosotros mismos en la que somos bastante encantadores por lo general, provocamos risas fácilmente con nuestro inteligente humor, recibimos felicitaciones por éxitos laborales, nos preocupamos desinteresadamente por el mundo, ayudamos a personas mayores a cruzar la calle y no vivimos de espaldas a lo que sucede lejos de nuestras fronteras.
Y puede que todo eso sea verdad. Pero no toda la verdad. Porque la realidad es que a veces también somos débiles, poco atentos, poco cariñosos, nos miramos el ombligo con contemplaciones, nos enfadamos si alguien nos fastidia un plan, aunque haya sido sin querer y con toda su buena intención, juzgamos con una facilidad pasmosa, y ni comemos sano, ni hacemos deporte todos los días.
Por supuesto, la solución no es flagelarse ni quedarse anclado en el pasado ni lamerse las cicatrices, sino tener un arrepentimiento real, que propicie un efecto positivo en el presente. Como decía  el sabio Rafiki: “El pasado puede doler, pero puedes huir de él o aprender”.
Es normal que tras un error, un proyecto fallido, un fracaso, una equivocación, haya una herida, pero ignorándola no estás dejando que se cure y tampoco estás haciendo nada para que mejore porque no estás asumiendo la parte de responsabilidad que te pertenece.
Ya se que alguno estará pensando, con mucho sentido: ¿Pero cómo puedes juzgar correctamente el pasado desde el presente sin ser injusto? La respuesta, tal vez, este en no ser nosotros los jueces de nuestra propia causa.

Feliz Día. 

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