viernes, 11 de octubre de 2019

Viernes 11 de octubre de 2019.

"Una cosa muerta puede ir con la corriente, pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).  

Vamos a tener sol desde las 08:06 horas hasta las 19:28 horas en el día de santa María Soledad Torres Acosta, y aunque pueda parecer mentira, la temperatura en el balcón es ahora superior a veinte grados, solo unas décimas pero superior.
No esta bien que el fin justifique los medios para alcanzarlos, no esta bien que se cambien, se manipulen o se dicten leyes exclusivamente para alcanzar un objetivo personal que nada tiene que ver con el bien común, dando a entender que; “yo mando y ordeno”. En tanto en cuanto me salga con la mía, tanto da lo que haga y a quien pueda afectar porque siempre habrá juristas encargados de defender lo indefendible y de hacer que traguemos determinadas ruedas de molino amparándose en lo malos que eran “tiempos pasados” y qué buenos los actuales.
Todo lo anterior lo estamos viendo demasiadas veces, demasiadas veces vemos que se adopta una conducta y se adapta como sea, el pensamiento, para justificarla. Se construye una teoría moral y se actúa según su conveniencia. Y se olvida que la vida real no es una especie de masa que puede adoptar la forma que queramos. Hay una naturaleza de las cosas, existen unas relaciones naturales entre ellas, que configuran un orden de prioridades, lo contrario de lo que es el caos, hay una jerarquía de valores. Es más importante la cabeza que la mano; hay que conservar antes aquella que ésta.
Vemos, como se adapta la vida a nuestros deseos ya sean personales o políticos, a costa de lo que sea. ¿Deseo cortarme la mano?, me la corto. ¿Deseo cortar la del vecino? Se la corto. ¿No deseo embarazo, pero sí el placer? Me quedo con el placer y aborto. ¿Te duele la cabeza? Te la corto. Muerto el perro se acabó la rabia. ¿Deseo tener mucho más dinero, ya? Pues lo robo. Mejor dicho, «lo sustraigo».
Estamos en una sociedad que se entusiasma hasta perder el sentido ante «las buenas intenciones» y «los buenos deseos». Y, se olvida, como dice el refranero que «el infierno está empedrado de buenas intenciones y de buenos deseos».  
La voluntad es una cosa y las intenciones y deseos son otra. La voluntad es algo muy serio, inconfundible con las intenciones. Se puede tener una buenísima intención y a la vez una voluntad perversa. Pongamos un ejemplo que hoy sólo irritará a una exigua minoría: Adolfo Hitler. ¿No tenía el hombre la buenísima intención de mejorar la raza aria y convertirla en la señora del mundo? ¿Qué insensato puede atreverse a juzgar las intenciones de Hitler? Sin embargo no hay duda: la voluntad de Hitler era perversa.
Lo cierto es que, por seguir con la sabiduría popular, el cielo puede estar lleno de gente equivocada, compatible con la buena voluntad y, en cambio, el infierno puede estar lleno de gente con certezas muy firmes y buenísimos deseos. ¡Hombre, lo que yo deseo no es matar al niño, sino salvar el bienestar de la madre! O sea, que defiendes el derecho de matar a un inocente ¿o no? ¡Es que mi deseo es sublime! Sí, claro, pero tu voluntad es criminal y tu pensamiento un caos. ¿O no?
Un error semejante lo estamos viendo estos días con el problema catalán, consiste en pensar que pueden valorarse los medios con independencia del fin y viceversa. Creer que nos repugnan los medios de los terroristas a la vez que nos entusiasman sus metas.
Pero esto es ya otra historia, que aunque muy parecida a la anterior, que merecería ser contada en alguna otra ocasión.

Feliz Día. 

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